Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La coherencia del silencio

El doctor Carlos Leonardo Vázquez González, el agente Fernando, vive en estos días jornadas muy intensas de diálogo franco por distintos centros estudiantiles de la capital

 

 

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

El silencio ha dejado de perturbar con su impenetrable quietud los rincones de una sala llena de estudiantes. No hay un ápice de formalismo excesivo ante la familiar visita que llegó el jueves último a la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Pero el silencio, antes de romperse como estallido de franqueza, tiene eso, le imprime un aire de suspenso a cada cosa, a cada espacio por muy camaraderil que este sea.

Tras el silencio hemos caminado de alguna manera casi todos. Tras él también se construye y cuida lo hermoso. Sin embargo, cuando este se rompe, todo aplauso y tributo, en algunos casos, parece poco. A hombres como el doctor Carlos Leonardo Vázquez González hace ya varios días que el silencio no lo acompaña como fiel cómplice y, entre reconocimientos y diálogos fraternos, dibuja una historia de raigal patriotismo a donde quiera que llega con su voz entrecortada y sentimental, pero firme y sincera como muchas en esta tierra.

Carlos o como ya se le conoce más familiarmente entre los cubanos, el agente Fernando, vive en estos días jornadas muy intensas de diálogo franco por distintos centros estudiantiles de la capital y, en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana no fue la excepción, luego de su denuncia pública que realizara el 1ro. de noviembre en televisión nacional.

Alrededor de tres horas ha durado este nuevo intercambio con los más jóvenes. Una pregunta tras otra se ha sucedido en el encuentro y, luego, las lluvias de fotos y afecto hacia su labor han complementado un agradecimiento que engloba algo más allá de los aires universitarios. Carlos, hijo orgulloso de la ciudad de Holguín y quien fuera por 25 años agente de los Órganos de la Seguridad del Estado, no parece agotado ante tantas preguntas y mucho menos se molesta con los flashes que buscan captar un recuerdo.

Al diálogo con Juventud Rebelde tampoco reniega, a pesar de que su tiempo parece en extremo finito por estos días. En uno de los pasillos laterales de la Universidad nos sentamos y sus palabras salen entrecortadas. Prefiere hablar de su madre en primer lugar, aunque le resulta difícil, complejo. «Soy hijo de una gran mujer que representó el punto más alto en mi vida. En todos estos años como médico y patriota, me ha acompañado», comenta.

El oncólogo de profesión conoce bien la importancia de este hecho que puso en evidencia a personas y grupos contrarrevolucionarios con vínculos directos a organizaciones norteamericanas. «La decisión que se toma de revelar mi identidad fue en el actual contexto donde se arreciaban las campañas desestabilizadoras con la creación de un agente de cambio diseñado por los manuales estadounidenses, y con un guion en el cual se había dado indicios de su pleno potencial contrarrevolucionario.

Las lluvias de fotos y afecto hacia la labor del doctor Carlos no se hicieron esperar de los estudiantes de Ciencias Médicas. Foto: Roberto Suárez.

«Ahí están las pruebas que revelamos de este agente de cambio relacionándose con diferentes oficiales de la embajada de Estados Unidos en Cuba, con académicos de universidades que llevaban un programa sobre el papel de las Fuerzas Armadas en un período de transición. Y todo esto no es más que lo que persiguen personajes como Yunior García Aguilera, del que era necesario que todos conocieran sus vínculos en el exterior y verdaderos propósitos detrás de su obra teatral», aclara.

Sobre los objetivos fundamentales de estos grupos y personas contrarrevolucionarias, Carlos comenta: «sus planes son hacer un montaje bajo un lenguaje dirigido a la juventud con supuestos valores patrios, de ética, que en realidad son el esquema para que estalle en nuestro país una Revolución de colores. Es maquillarse entre lo pacífico para que se produzca el caos en la sociedad y se deje ver en las redes y los medios de prensa un estado de ingobernabilidad».

—Verse conviviendo con personas así, abiertamente opuestas a nuestro sistema, ¿qué tan fuerte y patriota lo hizo ser?

—La vida es en espiral, dialéctica y cada año, cada semana, cada hora que estuve como miembro de la contrarrevolución me hizo crecer. El actuar coherente es la mejor asignatura que tú puedes tener desde el punto de vista de formación político-ideológica para caminar con principios sólidos y defenderlos.

«Conmigo cabalgaban, además, durante toda una vida, filmes de la cinematografía cubana como El hombre de Maisinicú o series como En silencio ha tenido que ser. De esta última recuerda que, “hay cosas que para lograrse han de andar ocultas”, como oculto en el silencio continúan andando hoy otros tantos agentes de los Órganos de la Seguridad del Estado.

«Tuve momentos difíciles dentro de mis funciones. Recuerdo especialmente el día que falleció nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y me llegó la noticia. Estaba en Sancti Spíritus junto a otro compañero y en la habitación donde nos encontrábamos comenzaron a salir las imágenes y, con ellas, las lágrimas de ambos. Fue el día más difícil después de que perdí a mi madre».

—¿Qué valor le atribuye en estos tiempos la contrarrevolución a los jóvenes?

—Ellos miran a la juventud como los agentes de cambios y visibilizan en los jóvenes la posibilidad de hacer un guion para fomentar, a través de diferentes organizaciones, el ansiado cambio. Hoy no miran hacia una contrarrevolución amplia, sino que buscan esos nuevos agentes con el fin de crear líderes jóvenes con discursos frescos y atemperados, pero al final falseados. Solo hay que fijarse en los vínculos de estos con organizaciones norteamericanas y su actuar acorde a cómo dictan los manuales de la guerra no convencional.

Pero para desenmascarar cada uno de estos propósitos, para mostrar el verdadero rostro de la oposición en Cuba y para continuar preservando lo más importante de esta Isla, su seguridad y la paz, continúan andando multiplicados por las calles, no uno, sino muchos Fernando.

Ya el silencio, sin embargo, no distingue el día a día de Carlos Leonardo Vázquez González. Qué viene ahora luego de tantas aventuras, le pregunto. «¡Seguir Operando!», contesta convencido este hombre de estatura media y corazón guerrero que, cual David, asumió en las márgenes del enemigo todo riesgo por la tranquilidad y la verdad nuestra.

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