Daniel Treto (centro) con otras dos estudiantes de la Cujae: ellos han dado lo mejor de sí en el centro asistencial conocido como La Balear. Autor: David Gómez Ávila Publicado: 16/06/2020 | 09:23 pm
Consciente de los riesgos a los que se enfrentaría, Laura Rodríguez Quiala no dudó ni un instante su decisión de sumarse como voluntaria en una institución hospitalaria. «Quiénes sino los jóvenes para asumir un rol tan decisivo, junto a los profesionales de la salud, en esta contienda contra la COVID-19», asegura la estudiante de 1er. año de Ingeniería Química de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (Cujae).
Cuando supo que una segunda brigada de su centro de estudios se adentraría en el hospital pediátrico docente de San Miguel del Padrón para contribuir al bienestar de niñas y niños diagnosticados y sospechosos de la enfermedad, Laura —quien llevaba varias semanas como voluntaria en el Sistema de Atención a las Familias— comenzó a preparase para este nuevo reto, acompañada por el apoyo incondicional de sus seres queridos. Y, ahora allí, presta sus servicios.
Otros estudiantes y trabajadores de la Cujae tomaron el mismo rumbo hacia ese centro asistencial conocido como La Balear y se desempeñan en labores de limpieza, de entrega de alimentos y medicamentos, y otras que sean necesarias para proteger a los más pequeños, una población que ha tenido una «inusual» incidencia en Cuba en comparación con otros países que han enfrentado el nuevo coronavirus.
Momentos duros para Daniel
Daniel Treto López, estudiante de 5to. año de la Facultad de Ingeniería Química, se siente satisfecho por haber dado lo mejor de sí en estos tiempos de pandemia, aunque reconoce que ha vivido momentos duros, pero… «son los que más enseñan», dice, luego de una pausa.
Él también está en La Balear junto a otros 11 compañeros. En la sala B, conocida como «la de los positivos» o «la de los confirmados», precisa. «Si hay una verdad tan real como el peligro de contagiarse en zona roja, es que ni Laura, mi compañera de Facultad, ni yo, imaginaríamos que la encomienda sería simplemente “esta” para no darle otros calificativos.
«El primer día lo recordaremos como el más difícil. Recibir y organizar los medios, comenzar a conocer a los pacientes y adentrarnos en las futuras tareas ocuparon una buena parte de esta travesía humanamente solidaria. Y la noche pareció más larga, al menos, en nuestras cabezas. Vestigios de luz asomaban su rostro entre las horas y los mensajes de aliento; a la vez, que la añoranza y el temor a contagiarnos se adueñaban de nuestros pensamientos y mantenían nuestro ritmo cardiaco acelerado», asegura.
Sin embargo, cuenta Daniel, había un motivo que él y todos sus compañeros tenían claro antes de enrolarse en la «tarea». «Ante cada adversidad nos hemos podido reponer, y no será diferente ahora: a solo unos metros de nosotros hay niños que nos necesitan», se dijo a sí mismo. «En lo personal sentía que mi labor como pantrista también era importante.
«De inmediato comprendí que Naomi y Noemí necesitaban del yogur blanco en las noches para descansar tranquilas, y que Angeline disfrutaba tomar agua bien fría en cada comida y era crucial tenerla helada para ella. Así fui descubriendo los secretos de cada uno de los niños convertidos ahora en pacientes.
Cuando comprendimos que su salud está en las manos de un equipo, y que somos parte de ese equipo, empezamos a ver nuestra misión con ojos alegres, aunque raramente expuestos, destaca el también secretario general del Comité UJC de la Facultad de Imaginería Química, quien añade que cuidar de un enfermo, proveerlo de lo que necesita, vale la pena, y sí son niños ni hablar. Estar en La Balear nos demostró que «los momentos duros son los que más nos enseñan a comprender la esencia de la vida».
Y, a pesar de los miedos, del riesgo y la extrañeza; de saberse lejos de sus rutinas y de las personas queridas, Daniel, y espera que sus colegas también, experimenta lo gratificante de sentirse útil al país y a tu pueblo. «No hay retos mayores insuperables para nuestros jóvenes y como miles en este país estaríamos dispuestos a reditar esta historia humanista cuando haga falta. A mí, que me llamen loco».
A las experiencias de Daniel, se unen las de Andrés Carvajal Elena, otro de los voluntarios. Estudiante de 3er. año de Ingeniería Industrial y presidente de la Federación Estudiantil Universitaria de la Cujae, siente que forma parte de su deber como cubano y revolucionario hacer donde es más útil.
También cuenta la de Alejandro Aguirre Rodríguez, estudiante de 3er. año de Ingeniería Informática. En su relevo a una brigada de ocho jóvenes que cumplieron su labor de dos semanas y que luego pasaron a la debida etapa de cuarentena antes de regresar a sus casas, este joven está persuadido de que todos los que se suman formarán una gran alianza de solidaridad y amistad que quedará para siempre, pues los une la máxima de poner el bien colectivo por encima del individual.
Un grupo de dirigentes juveniles y estudiantiles compartió con los muchachos antes de partir a su nueva tarea. Foto: David Gómez Ávila.
Labor que engrandece
Si bien trabajar para nuestra niñez hace que el reto sea aún mayor, estos voluntarios no se detienen ante temores o dificultades. Y no por cambiar a esta labor tan noble que engrandece el alma, dejarán sus estudios universitarios pues muchos —como dijeron— en las noches, y cada vez que tengan una oportunidad, seguirán elaborando sus trabajos de diploma.
A esa responsabilidad compartida se refirió Diosvany Acosta Abrahante, primer secretario del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), quien sostuvo un intercambio con los muchachos días antes de partir hacia La Balear y les pidió aportar y cuidarse mucho, pues están en un escenario de alto riesgo.
«En los jóvenes del país se ha despertado un sentimiento favorable para hacer y contribuir en la lucha contra la CODIV-19 y, como otras veces, está el acompañamiento del Buró Nacional de nuestra organización», señaló.
Igualmente, refirió que existen más de 600 brigadas que, en articulación con los Consejos de Defensa municipales y provinciales, se han desempeñado en centros de aislamiento, en la agricultura y en labores de mensajería distribuyendo medicamentos y alimentos a la población más vulnerable.
Si en algo coincidieron los «cujaeños» y quienes dialogaron con ellos es que los nuestros son jóvenes por la vida. En cada misión hacen valer su empeño, entereza y convicción revolucionaria. Al pie del cañón, sin excusas en ningún momento y con una misión clara andan de un sitio a otro entregando su cariño.