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El colectivo de la Marina Internacional Oriente refuerza su unidad para contener el riesgo de COVID-19. Autor: Nelson Rodríguez Roque Publicado: 17/03/2020 | 11:40 am
RAFAEL FREYRE, Holguín.—Cobijada por una loma y la vegetación de mangles circundantes, la Marina Internacional Oriente, de la localidad costera de Vita, es preferida muchas veces por tripulantes de embarcaciones de recreo o placer procedentes de muchas naciones.
Su ubicación geográfica la hace menos vulnerable a los golpes meteorológicos, como los derivados de los huracanes. Por estos días, sin embargo, sus trabajadores están preparados para hacer frente a cualquier incidencia relacionada con el COVID-19.
Rosell Rodríguez, máximo responsable del Punto de Control Aduanero, el doctor Israel Sánchez, especialista de Segundo Grado en Higiene y Epidemiología, y el joven teniente Adel Rodríguez, oficial de Capitanía del Puerto, son expresión de la unidad de factores cuando se trata de proteger el país desde el punto de vista de la salud.
Cada cual domina al dedillo sus responsabilidades cuando un barco se aproxima a la Marina. Con anterioridad a la aparición del nuevo coronavirus, las naves iban directo al muelle si ondeaban bandera amarilla (señal de que están todos sanos a bordo); ahora se dirigen al centro de la bahía, donde las aborda un grupo de trabajo compuesto por el médico, un oficial de Capitanía y el lanchero, debidamente protegidos con nasobucos, guantes y ropa empleada en dichas funciones.
El doctor Israel Sánchez describe que se les revisan los pasaportes a los ocupantes, quienes llenan una declaración jurada de sanidad del viajero y se les chequea la temperatura corporal.
Esclarece Rosell Rodríguez que funcionarios de la Aduana General de la República pueden subir a la embarcación, en caso de ser necesario, a fin de efectuar revisiones minuciosas u otras labores selectivas, de lo contrario, este personal establece comunicación radial con los tripulantes y así se cumplen las tramitaciones.
Él y sus compañeros aduaneros actúan tanto a la entrada como a la salida de barcos de recreo o placer que, como promedio en Vita, permanecen de uno a siete días, e incluso por varios meses, aprovechando las facilidades estructurales del sitio, que dispone de 38 atraques -con agua y electricidad-, espacio para 20 naves fondeadas y restaurante, entre otras.
Con vasta experiencia en estos quehaceres, Rodríguez añade que en el puerto próximo (igualmente en Vita), donde se reciben barcos mercantes, el proceder es similar en buena medida, pero, como los datos son reportados desde donde se origina la travesía, el accionar se planifica. «Este año, ningún mercante ha ingresado con extranjeros, vienen con bandera foránea, pero tripulación cubana, es decir, son fletados», agrega.
Sánchez especifica los pasos a dar ante un caso sospechoso de COVID-19: Si los navegantes anunciaran algún enfermo al acercarse a Vita se decide (en un nivel superior a este puerto) si arribarán por acá, y como también es posible que se detecte el caso en el despacho descrito (en el centro de la bahía), o durante la estancia en tierra cubana, se activarán los protocolos de aislamiento en el barco (con vigilancia por 14 días) y el traslado del paciente, si es necesario, hacia el centro médico El Cocal, en la cabecera provincial.
Nueve embarcaciones, la mayoría de estas de Europa (región en la cual el último coronavirus se ha ensañado), han tocado el muelle de la Marina Internacional Oriente, en lo que va de año.
Desde que se fundó ese enclave, de manera general, alrededor de 70 navíos atracan anualmente, luego de hacer escala en otros territorios caribeños, algo que conoce bien el teniente Adel Rodríguez, quien fija su vista en una aplicación computarizada que le informa por dónde anda aún la décima nave que los visitará este año, la cual estará sujeta, igualmente, a las normativas en tiempos de COVID-19.
