Tata, de 41 años de edad, es una mujer independiente. Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 20/08/2019 | 12:03 am
CAMAGÜEY.— La hallé en uno de esos días bien agitados en los que una ardua faena no la detiene. Imaginen, le daba las puntadas finales a la muñeca gigante María Parchitos junto a sus compañeras del proyecto sociocultural de manualidades y muñequería, Carsueños, de gran prestigio en esta ciudad.
Confieso que no sabía cuál era mi mayor interés: si la gigantona María Parchitos —segundo juguete de trapo de su tipo en Cuba, con 30 metros de altura—, la cual se alzaba firme y robusta ante mis ojos, o ver a Tania Ferrer Isólito, de 41 años de edad, enhebrar la aguja con facilidad, sin tener manos.
«Soy muy callada, pero como has insistido tanto…», dijo esta camagüeyana, mientras perfeccionaba a Rosaura, su nueva nana negra de trapo. A esta mujer, más conocida como Tata, el oficio de costurera le vino de familia, de su adorada madre, Clara Isólito Pérez, ya fallecida.
«Crecí viendo a mami coser, tejer, bordar, remendar… en su máquina día, tarde y noche, para que no faltara lo indispensable en la casa», afirmó la creadora, quien vive en el reparto Versalles.
«Trataba de imitarla, hasta que un día cogí la aguja, la introduje en un corcho, el que sostuve con los dientes; después averigüé que sujetarlo con las piernas era más fácil, y con mis dos muñecas juntas inserté despacito el hilo en el huequito. Desde entonces mami no vivía por temor a que me pinchara.
«No fui intranquila cuando niña, pero hacía mis maldades, pues me escondía dentro de la máquina de coser, hasta que me cogieron dándole al pedal. De esta manera aprendí a coser algunas piezas», recordó.
Así transcurrió la niñez de Tata, hasta que su mamá, muy decidida, se fue hasta La Habana y la matriculó en la prestigiosa escuela especial Solidaridad con Panamá, donde aprendió a ser una muchacha independiente. «Esta escuela fue mi hogar y los maestros y mis compañeritos fueron parte de mi familia. A todos les agradezco su apoyo, pues mi vida no sería la misma si no hubiese estudiado 12 años allí. Por eso quiero mucho a Fidel, quien siempre nos cuidó hasta en los años más difíciles del período especial».
En el curso escolar 1994-1995 se graduó como bachiller y lo más importante para ella era «que sabía hacer de todo con mis brazos; valerme por mí misma. Esa educación que tuve me salvó, porque al perder a mami, cuando tenía nueve años, la vida no se me derrumbó gracias a lo que aprendía y al apoyo de mi familia. Me dije al graduarme: “Tania, tienes que echar pa’lante, ser independiente, como ella siempre lo soñó”».
Nacen los muñecos de Tata
Cuenta la creadora que la máquina de coser no la utilizaba tanto, mas un día empezó a dedicarle tiempo, hasta que la dominó. «Actualmente, aunque prefiero la aguja y el hilo, “que son como mis manos”, porque puedo sentirlas cuando hago mis confecciones, me propuse manejar a la perfección la máquina, pues una nunca sabe cuándo va a necesitarla».
Una nueva etapa de superación profesional llegó a la vida de esta luchadora a través de la propuesta de una de las «soñadoras» más grandes de Camagüey: Carmen Soto González, líder y fundadora de Carsueños. «Estando en Sierra de Cubitas, de donde soy, Carmencita me propone pasar los cursos de manualidades que se imparten en el grupo. Así fui venciendo los diferentes niveles de complejidad de estos talleres, que me enseñaron a ser más detallista en mis creaciones, porque ¡cuando me propongo algo, mientras no lo logro, no dejo de intentarlo!».
Luego nacieron los primeros muñecos de Tata, a los que consideró como sus primeros hijos: «Fue una muñeca con bolitas de trapos rellenas, aquello para mí fue una proeza; un hijo que no se deja de lado. Después tuve que crear nuevas figuras y así llegaron las muñecas Sorpresa, Cónicas, Títere y las de juego; todas las hice con mucho amor», aseguró.
A la vuelta de más de una década de ser miembro del grupo gestor de Carsueños, Tania se revela como una verdadera artesana, de esas que nunca quedan rezagadas, pues como afirman sus amigas, «si ella puede, cómo no vamos a poder nosotras».
Con las habilidades mostradas por Tata, todo lo que se propone adquiere forma, casi real, aunque sean juguetes muy complejos para ejecutar. «Muchos me han quitado el sueño, pues como no me gustan las chapucerías, entonces amanece y todavía estoy dando puntadas y mejorando cada expresión de la cara y formas del cuerpo de los muñecos. Ver el trabajo terminado me hace sentir diferente, útil».
En su largo camino como «muñequera», a Tania se le conoce por haber participado en la exposición Vidas, más conocida por la de los bebés, en la que su Rosi, un nené mulatico, fue uno de los más populares. «Parecía de verdad, con lengüita y todo afuera, pues quería darle un toque de vida, aunque fuera con trapo».
Tata también es conocida por haber participado, junto a su compañera Aned, en la confección de las largas trenzas de cuatro metros, con hilos de yute, para la muñeca Leonor, también por un caballo de tela, relleno con trapo; otra obra conocida como la quinceañera, y la figura de una señora embarazada —con más de un metro de altura—, incluso con un bebé dentro del vientre, el cual tenía hasta su cordón umbilical.