Yaniud sonríe gracias al desvelo de quienes no se apartaron de ella ni por un segundo durante su tratamiento y recuperación. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 05/03/2019 | 08:22 pm
De aquellos días solo conserva el recuerdo de los médicos. Tres años después, inevitablemente los asocia con las cicatrices en su pequeño hombro derecho y las curas, injertos e inyecciones que la mantuvieron alejada de sus seres queridos por tanto tiempo.
Yaniud de la Caridad Serrano Jique tiene hoy seis abriles, y según sus padres, sonríe gracias al desvelo de quienes no se apartaron de ella ni por un segundo durante su tratamiento y recuperación. Tal gesto también es posible debido a todos los que se movilizaron para asegurar su rápido traslado hacia La Habana.
Pero todavía es muy pronto para que la niña que hoy aprende sus primeras letras en la escuela primaria Che Guevara, en el Consejo Popular La Fe, en el municipio especial de Isla de la Juventud, lo comprenda.
Quizá lo consiga dentro de unos años, cuando Yaneisis Jique Renciol, su mamá, le explique con detalles de la varicela que adquirió junto a su hermanito y de la bacteria —estreptococo— que se aprovechó de la debilidad de su sistema inmunológico y le causó una fascitis necrosante —infección aguda— que amenazó seriamente su vida.
Entonces su papá, el mayor Maykel Serrano González, quien nunca se apartó de su lado mientras Yaneisis velaba por el pequeño también ingresado, le podrá contar sobre la madrugada del 23 de junio de 2014, cuando la severidad de las lesiones cutáneas hicieron imprescindible su traslado hacia el capitalino hospital pediátrico Juan Manuel Márquez; y fueron oficiales de la Fuerza Aérea Revolucionaria quienes lo garantizaron.
Las lágrimas todavía empañan el rostro de este oficial responsable de una mediana unidad en el sector militar en la Isla de la Juventud, cuando evoca el momento en que se vio abordando uno de los helicópteros del Regimiento de Aviación de la Guardia Playa Girón (RAGPG), Orden Antonio Maceo, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Apenas habían pasado entonces unas pocas horas desde que le comunicaron la necesidad de esta evacuación médica en la sala de terapia intensiva infantil del pinero hospital general Héroes del Baire, donde no era posible seguir atendiendo la afección de Yaniud. Necesitaba de un equipo multidisciplinario como el que unas horas después la acogió en la capital.
Como oficial de las FAR, él conocía de este tipo de misiones que desempeñan los medios del escuadrón de helicópteros del RAGPG en casos de extrema urgencia, o cuando el paciente requiere de condiciones de altura y presión muy específicas para su traslado —en un avión no es posible, como en este transporte, regular la altura del vuelo—, pero nunca se imaginó en una situación así.
Héroes de batas blancas
Cuando recuerda a los especialistas que salvaron a su niña, a la memoria de Yaneisis vienen tres nombres: Luis, Yanela y Ernesto. Hay muchísimos otros, pero por estos tres —de los que no recuerda sus apellidos, pero sí su entrega— son imposibles de olvidar.
Con especial admiración habla del último de ellos — el doctor Ernesto de la Garza Amaro—, y no porque desde hace dos años se desempeñe como director del hospital general Héroes del Baire, el único de su tipo que existe en la Isla de la Juventud. La noche en la que Yaniud llegó a ese centro de atención secundaria, remitida con urgencia desde su área de salud, él fue uno de los intensivistas pediátricos que la recibieron y lucharon a su lado por controlar los síntomas de su afección.
Él fue también uno de los que la evaluó antes de su remisión para La Habana y de los que todavía recorre los cerca de 12 kilómetros que separan al hospital del centro histórico de La Fe, donde reside la niña, simplemente para conocer de ella.
Y es que para el doctor Ernesto —como lo identifican sus pacientes más pequeños y sus padres—, es imposible olvidar algún detalle de la evolución de esta infante, ni la de los otros tantos que ha atendido en la sala de terapia intensiva pediátrica del centro en el que labora desde hace 23 años. Incluso, dice, puede hablar de los adultos que en determinado momento también han necesitado un traslado a la capital del país luego de recibir todas las atenciones posibles de ese lado del golfo de Batabanó.
En 2018, precisó, se evacuaron 40 pineras y pineros entre infantes y adultos a centros asistenciales capitalinos, principalmente al hospital clínico quirúrgico Hermanos Ameijeiras y al pediátrico William Soler.
Pilotos al rescate
Si de héroes anónimos en historias como esta se habla, hay que mencionar indudablemente a quienes pilotan las naves implicadas en tan humana misión. A algunos de ellos los conocimos en una reciente visita a la Base Aérea de San Antonio de los Baños, donde reside el Regimiento de Aviación de la Guardia Playa Girón, Orden Antonio Maceo, de las FAR.
El mayor Pável Quintero Cartaya, de 53 años y 31 de ellos como piloto, es uno de sus más experimentados integrantes, pero no por ello deja de emocionarse al hablar sobre las evacuaciones médicas realizadas en sus más de 1 700 horas de vuelo.
Aunque por las condiciones en las que han tenido que realizarlas todas resultan memorables para este oficial de la Fuerza Aérea Revolucionaria cubana, una lo marcó profundamente: el traslado de un pequeño grave que en ese momento tenía la misma edad y complexión física de su hijo. «Nuestra misión concluye en el momento en que completamos satisfactoriamente la operación y la ambulancia del SIUM que espera cada vuelo conduce al paciente hasta su destino, pero en este caso seguí de cerca la evolución del niño, que satisfactoriamente venció su afección y regresó a su casa», aseguró.
Con igual conmoción recuerda la historia de una bebé de apenas ocho horas de nacida, la protagonista del vuelo a menor altura que le ha tocado realizar en este tipo de misiones: solo 50 metros. Lamentablemente después supieron que no logró rebasar la afección que padecía, pero los marcó a todos.
De forma similar, el primer teniente Pablo Javier Cabrera Rustán asegura que en ninguno de sus cerca de 1 200 vuelos había estado tan tenso como en esa madrugada. Esos instantes acomodando la pequeña incubadora en la nave, pendiente del más mínimo detalle que pudiera afectar la frágil vida que albergaba y la gratitud en los ojos de la madre cuando la ayudaron a descender por la escalerilla, están tatuados en su memoria.
«Somos conscientes de la importancia de la misión que cumplimos y cuánto de humano tiene el hecho de trasladar de la manera más rápida y segura a estos pacientes, pero son momentos como esos en los que las palabras están de más para expresar agradecimiento los que te dan fuerzas para seguir cumpliendo tan sagrado deber», coincidieron.
El mayor Pável Quintero Cartaya y el primer teniente Pablo Javier Cabrera Rustán.Fotos: Abel Rojas Barallobre
Al servicio del pueblo
El mayor José Joaquín Martínez Pécora, el jefe de plana mayor del escuadrón de helicópteros del Regimiento de Aviación de la Guardia Playa Girón, Orden Antonio Maceo, de las FAR, conoce bien de cerca estas historias. Por eso no es de extrañar que se emocione cada vez que alude a las misiones que a diario realizan las tropas y equipos a su cargo.
Por él supimos que la evacuación médica, si bien no es la única tarea que realiza este medio de transporte de la Fuerza Aérea Revolucionaria, sí es una de las más importantes, y destaca entre las que más preparación y humildad demandan de quienes las desempeñan.
«Es una operación que puede asignársenos a cualquier hora del día o la noche, y sin previo aviso. Ante esa dinámica la puede desarrollar cualquiera de las tripulaciones que se encuentre de guardia en el momento en que somos convocados. Nuestros hombres y mujeres son militares y cumplen una función específica al frente de la nave —cada tripulación está integrada por tres oficiales: el piloto, el copiloto y el técnico de vuelo—; pero también son quienes, en muchos casos, ayudan al personal del SIUM a asegurar al paciente y mantener estables sus indicadores durante la travesía», explicó.
Las principales afecciones de los pacientes que hemos trasladado desde la Isla de la Juventud en los últimos vuelos han sido los infartos cerebrales y los traumas neurológicos. La tripulación los recoge en el aeropuerto Rafael Cabrera, de Nueva Gerona, y los traslada bien para el Regimiento Aéreo de San Antonio de los Baños, el Aeropuerto Internacional José Martí, en Boyeros, o para Baracoa, de acuerdo con el hospital que los acogerá.
«Pero el escuadrón de helicópteros no solo ha realizado evacuaciones médicas desde la Isla de la Juventud, sino también desde Cayo Largo del Sur, los cayos aledaños e, incluso, desde María la Gorda, en Pinar del Río. Asimismo, ha participado en el traslado de órganos para trasplantes desde y hacia provincias vecinas, sofocación de incendios, rescate de personas a la deriva en alta mar y vuelos de exploración tras la ocurrencia de desastres naturales, como el que permitió conocer la trayectoria seguida por el tornado que azotó La Habana en enero pasado.
«De este tema se conoce poco, pero aquí estamos nosotros, a disposición del que necesite de nuestra colaboración, independientemente de la hora, el lugar y las condiciones climáticas, porque lo más importante ha sido, es y será siempre preservar la vida, y más cuando se trate de la de un niño o niña», confirmó Martínez Pécora.
Al ver a Yaniud jugar junto a su hermanito, en su casa, sana y feliz, no quedan dudas al respecto. Por eso sus padres insisten en contarle más adelante cada uno de los pequeños detalles que le devolvieron la sonrisa.
Entonces, a quienes tuvimos el placer de conocerla nos queda la satisfacción de que tal vez cuando decidan hacerlo la emoción que hoy dificulta sus palabras —mezcla de alivio y agradecimiento infinitos—, les ayude a explicarle, incluso, que las secuelas estéticas y la limitación motora que le han quedado, no son una limitante para que siga sumando sueños, sino las pruebas de su combate infantil contra la infección y del desvelo de muchos de los que hoy, tal vez, pasan anónimamente por su lado.
¿Quién se traslada?
¿Cómo se deciden los casos?
El doctor Ernesto de la Garza Amaro comentó que en el Héroes del Baire tienen una capacidad de 300 camas, cuentan con 123 médicos y 243 enfermeras, y se les garantizan todos los servicios de un centro de la atención secundaria de salud a las más de 84 000 personas que al cierre de 2017 y según el Anuario Estadístico de Cuba (edición 2018) residían en la Isla de la Juventud.
Incluso, dijo, desde hace dos años el inmueble se somete a una intervención capital que ha permitido ampliar los servicios a la población, pero no disponen de la cantidad de especialistas y recursos que demandan algunas afecciones o casos muy puntuales, cuya frecuencia e incidencia es mínima comparada con otras más frecuentes en la población.
Ante la ocurrencia de algún caso así, explicó que se evalúa, en primer lugar, la posibilidad de recibir a especialistas de otras provincias para conformar los equipos multidisciplinarios que demanda en el propio Héroes del Baire. Y cuando esta opción no es posible o no satisface realmente las demandas del paciente, se recurre a la evacuación médica por las vías establecidas: marítima o aérea.
La decisión de cuál escoger depende de las condiciones físicas del enfermo en el momento del traslado y de las que demande cada afección. La más usada en casos críticos para atravesar los 122 kilómetros de mar que separan a la otrora Isla de Pinos del archipiélago cubano, es, por su inmediatez, la aérea.
El especialista argumentó que con este propósito se liberan seis pasajes del vuelo comercial convencional Nueva Gerona-La Habana, para montar la camilla que trasladará al enfermo con todos los equipos y recursos necesarios, un familiar, un especialista del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM) y el médico acompañante —quien es el encargado de entregar el caso al equipo multidisciplinario en la capital.
De estos detalles conoce el doctor Roylan Laurencio Castellanos, especialista de primer grado en Medicina intensiva y emergencias, quien en no pocas ocasiones ha desempeñado la función de médico acompañante durante evacuaciones médicas. Una de las últimas fue para asistir a una puérpara que tras una cesárea complicada, necesitó intervención quirúrgica en La Habana.
Precisó que su misión es siempre la de velar por la estabilidad del paciente durante el trayecto, de conjunto con el especialista del SIUM que lo acompaña. Una vez en el centro de destino, debe hacer la entrega de la historia clínica completa del enfermo, para que quienes asuman el caso cuenten con todos los recursos para proceder a partir de ese momento.
No obstante, aunque en esa ocasión se utilizó un avión comercial convencional, Laurencio Castellanos insistió en que hay padecimientos que exigen niveles de presión inferiores a los que alcanza una aeronave de este tipo, o pacientes con extrema urgencia de ser trasladados para los que no resulta factible esta vía, con una frecuencia de vuelo establecida.
Es ante este tipo de casos puntuales que resulta imprescindible acudir a los medios de las FAR, y más específicamente, a sus helicópteros. Según precisó el doctor Ernesto de la Garza Amaro, estos —a disposición del pueblo las 24 horas del día— han trasladado a la mayoría de los pacientes con afecciones neurológicas o cardiacas en estado crítico desde la Isla de la Juventud hasta la capital.
Doctor Ernesto de la Garza Amaro.Fotos: Abel Rojas Barallobre
Basta con que el equipo médico encargado del caso evalúe la inmediatez de su traslado, se coordine con el Ministerio de Salud Pública el destino final del caso y que se contacte con el Puesto de Mando del Sector Militar para que se efectúe el traslado.
Tal como en los vuelos convencionales, esta operación se realiza con el personal médico indispensable para garantizar la estabilidad del paciente desde su salida de nuestra sala de terapia intensiva hasta que llega a su destino final. Solo que en este caso se adaptan los medios militares en función de la evacuación médica y las condiciones de vuelo según el caso.
Así, dijo, hemos solicitado traslados cuyo desplazamiento no exceda los 50 metros de altura. Además, se han tenido que realizar en las más difíciles condiciones climatológicas ya que en horas de la madrugada se producen las mayores complicaciones de los pacientes en estado crítico, y aunque tratamos de controlarlos el mayor tiempo posible, es en la noche cuando finalmente se vuelve imprescindible su traslado.