Los santiagueros rindieron homenaje a la Madre de la Patria en ceremonia presidida por la miembro del Buró Político Teresa Amarelle Boué, Secretaria General de la FMC. Autor: Miguel Rubiera Jústiz/ACN Publicado: 27/11/2018 | 08:47 pm
Por la dignidad con que representó a la mujer cubana, su patriotismo, bravura, los hijos que dio a la independencia, su labor como enfermera en la manigua, la pérdida en combate del padre del León de Oriente y del Titán de Bronce y de otros de sus muchachos mambises, su carácter firme, su ejemplo personal de valentía, sus ideas revolucionarias, la ayuda que ofreció a los insurrectos —antes, durante y después de los combates— y, además, por lo que José Martí escribió sobre ella, Mariana pudo haber recibido el grado de generala durante la guerra, o de manera póstuma.
Ella exigía a sus familiares la caballerosidad y el respeto en los varones y la delicadeza y rectitud en las hijas. El trabajo y la honradez eran principios inviolables, y se mostró intransigente ante los hechos que violaran la estricta ética del hogar.
Mariana sufrió, sin flojera ni desaliento de ninguna índole, el encarcelamiento de sus hijos, y la muerte en combate de los otros, durante los años de las guerras. Un ejemplo inolvidable fue el 17 de julio de 1874, cuando a los 21 años, muere en combate, en Cascorro, Camagüey, uno de sus hijos, Miguel Maceo, con el grado de teniente coronel y 19 heridas de bala en su cuerpo.
Y, como si fuera poco, al caer en combate en su caballo Libertador, Antonio Maceo tenía en su cuerpo 25 cicatrices de guerra, una de sable y las restantes de bala. A ello se le sumaron las dos heridas mortales del 7 de diciembre de 1896, en total 27 cicatrices de guerra, por lo que recibió el apelativo de El Titán de Bronce.
Cuando las hijas, nueras y otras mujeres lloraban, Mariana, mirándolas, fuertemente expresó: «¡Fuera faldas de aquí, no aguanto lágrimas!». Y al más pequeño de sus hijos le pidió empinarse para ser escogido para el combate.
Luego de la muerte de Mariana escribió José Martí el 12 de diciembre de 1893:
«¿No estuvo ella de pie, en la guerra entera, rodeada de sus hijos? ¿No animaba a sus compatriotas a pelear, y luego, cubanos o españoles, curaba a los heridos? ¿No fue, sangrándole los pies, por aquellas veredas, detrás de la camilla de su hijo moribundo, hecha de ramas de árbol? ¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle al frente el enemigo de su país, veía a la madre de Maceo con su pañuelo en la cabeza, y se le acababa el temblor!».
Luego, en su artículo La Madre de los Maceo, el 6 de enero de 1894, escribiría también el Maestro: «(…) Cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto. Así queda en la historia, sonriendo al acabar la vida, rodeada de los varones que pelearon por su país, criando a sus nietos para que pelearan».
En artículo en Patria, Nueva York, 6 de octubre 1893, comentó de nuevo: «De la madre, más que del padre, viene el hijo, y es gran desdicha deber el cuerpo a gente floja o nula, a quien no se puede deber el alma: pero Maceo fue feliz, porque vino de león y de leona. Ya está yéndosele la madre, cayéndosele está ya la viejecita gloriosa en el indiferente rincón extranjero, y todavía tiene manos de niña para acariciar a quien le habla de la patria».
Mariana muere el 27 de noviembre de 1893, en Kingston, Jamaica, hace 125 años, en su humilde vivienda de Church Street No. 34, añorando ver libre la Isla amada y exhortando para la continuidad de la lucha por la Independencia. Fue enterrada en el cementerio de Saint Andrew’s.
En definitiva, el más grande de nuestros hombres, calificó a la más grande de nuestras mujeres, como «leona» de «inextinguible fuego» y «raíz del alma cubana».
Fuente: Archivo de Juventud Rebelde y las Obras Completas de José Martí, La Habana, 1963, Editorial Nacional de Cuba, Tomo 2, página 460.