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Los sueños imbloqueables

Puede que el Bloqueo económico de Estados Unidos hacia Cuba resulte ajeno para quienes viven lejos de esta Isla. Mas los jóvenes de hoy, nacidos bajo sus influjos, pueden contar sus propias historias, esta vez desde la enseñanza artística

Autor:

Liudmila Peña Herrera

HOLGUÍN.- Cristopher Jonathan Leyva tiene, hasta ahora, un único sueño: tocar en un Steinway. «Yo no quiero salir de Cuba ni nada parecido. Lo mío es sentarme alguna vez frente a un piano de esos e interpretar alguna pieza», confiesa el estudiante de 15 años del nivel medio de la Escuela Profesional de Música José María Ochoa.

En cambio, su colega Eva Yoana Rodríguez (17 años), alumna de nivel medio en la especialidad de violín, declara que el anhelo suyo «sería tener un instrumento que me quede cómodo y suene bien. No tiene que ser nuevo, porque esos suenan peor que los viejos».

Como ellos, el resto de los 107 estudiantes de este conservatorio –que posee carácter regional, pues prepara en diferentes especialidades a los futuros egresados de todo el oriente del país y hasta Ciego de Ávila–, conviven a diario con las consecuencias de las restricciones impuestas por el Bloqueo a nuestro país.

Ana Margarita Cordiés Derouville, directora de la institución educacional, explica a JR que en la enseñanza artística este incide, fundamentalmente, en la imposibilidad de comprar los instrumentos necesarios en el lugar más cercano con menor costo y mayor calidad.

Bloqueo económico: Traba para el arte

Cordiés pone ejemplos ilustrativos: «Resulta muy difícil adquirir las guitarras en España, donde mejor se fabrican. En la actualidad, donde se compran no tienen la calidad que se necesita para impartir nuestras clases».

«Estados Unidos es potente en la fabricación de los instrumentos de cuerda, por ejemplo los violines, pero ya sabemos que no podemos ni pensar en ellos. En Alemania se producen los mejores contrabajos. En cuanto a los pianos, los Yamaha no son malos, pero los Steinway son los mejores, aunque a un precio imposible de pagar para que cada escuela nuestra disponga de uno», añade.

Asimismo, asegura que el Centro Nacional de Enseñanza Artística (CNEAR) (encargado de asistirlos metodológica y materialmente) les provee de toda la base material de estudio que puede pagar el país, pero como este tipo de Educación es costosa en el mundo, a la Isla le resulta complejo satisfacer todas las necesidades.

«Por ejemplo, a nosotros pronto nos llegará, a través del CNEAR, un piano tres cuartos de cola que cuesta 65 000 dólares. Entonces, como es un lujazo, solo estará a disposición de conciertos y graduaciones», agrega Cordiés Derouville y explica además que hoy los mayores problemas que posee la escuela no se basan en la carencia de instrumentos, sino en sus accesorios, aunque sabe muy bien que para Cuba es complicado proveerles de todos:

«En este momento nuestros contrabajos poseen solo las cuerdas con las que están tocando: no hay para repuesto. Lo mismo sucede con las guitarras. Si se rompe una cuerda no tenemos cómo reponerla. Hay necesidad de cañas para los instrumentos de viento, de boquillas, zapatillas, muellecitos…».

Innovación «Made in» Cuba

Aunque todos los estudiantes de esta escuela nacieron después de los ’90, ninguno de los entrevistados cree que el Bloqueo es «una muela», un «cuento», un «invento» para justificar precariedades.

Aquí cada uno de ellos tiene garantizado un instrumento, pero está claro que no están en óptimas condiciones. 

Eva Yoana, por ejemplo, asegura que su violín está «mejor que los demás porque le arreglaron muchas cosas: le cambiaron casi todas las cuerdas, le acomodaron la baticola y le pusieron otras clavijas. Tuvieron que irlas probando de otros que había en el almacén –explica– hasta que encontraron las que le quedaron mejor».

Pero todo no es tan sencillo como cambiar las clavijas. «La mayoría de las cerdas de los arcos están vencidas y las cuerdas, como dicen aquí, son de alambre. O sea, que las que utilizamos no son las adecuadas. Entonces, si a mí se me rompe una cuerda La, le doy lija y me queda una Mi. No es igual que una real, pero es lo que podemos hacer», cuenta la estudiante.  

Así es como «resuelven» la mayoría de los educandos de esta especialidad. Muy pocos tienen el privilegio de contar con un instrumento propio y, aun así, los problemas no son menores.

La manzanillera Dazzling Lora (16 años), del nivel medio, tiene un violín propio, regalo de su padre, quien se «apretó los pantalones», hurgó en los ahorros y se lo compró a un músico santiaguero. Sin embargo, ella asegura que incluso así «pasamos trabajo con los arcos y sus cerdas porque se van gastando y se rompen. Entonces tenemos que acudir a un luthier particular, que es la persona que recompone los instrumentos. Los arreglos son caros, a veces tanto como si te compraras un instrumento, depende del tipo de arreglo que uno necesite».

Helen del Río (15 años), de nivel medio de flauta, tiene también una propia, marca Yamaha, «gracias a un primo que vive en Puerto Rico y me la trajo como regalo, porque las que usábamos en la Escuela Vocacional de Arte tenían las zapatillas y las llaves deterioradas», cuenta esta muchacha a quien le encantaría tocar alguna vez con Niurka González. 

Aunque ella tiene la posibilidad casi impensable para la mayoría de sus compañeros de aula, sabe que «si se rompe es muy difícil arreglarla, porque todo es muy costoso y no siempre existen los accesorios necesarios ni los más adecuados. Si se deteriora una zapatilla por el uso, lo correcto es ponerle otra de su misma marca, pero como no las tenemos en Cuba, recurrimos a otros aditamentos que puedan funcionar. Claro, ya no suenan igual, pero no nos queda más remedio que acostumbrarnos», señala.

La muchacha, que ha compartido escenario con músicos profesionales, sabe que estas problemáticas no son exclusivas de los estudiantes y asegura conocer las posibilidades que existen en otros países para acceder a instrumentos o accesorios con mayor facilidad y según las posibilidades de cada cual: «En Estados Unidos existen tiendas de instrumentos. Puedes ir y escoger el precio, la calidad, si lo quieres nuevo o de uso. Aquí, debido al Bloqueo, los tenemos que arreglar con sacrificio y mucho esfuerzo».

Que una muchacha de tan solo 15 años saque esas conclusiones asombra un poco. Parece como si estar al cuidado de su instrumento, preocuparse por si se rompe y buscar la mejor vía para su reparación, la hicieran crecer.

Pero ella no es la única. Agustín Llaneza González, profesor de trompa de los dos niveles, lo sabe muy bien porque lo vive cotidianamente, cada vez que llega a sus manos una trompa, un trombón, una trompeta con desajustes.

«Los instrumentos de viento-metal se rompen con frecuencia porque no tienen buena calidad. A veces, se descomponen en medio de una clase y, como no poseemos el accesorio, se pasan hasta varios días rotos. Lo peor es que en ocasiones son piezas tan específicas que ni los propios torneros pueden hacerlas», cuenta quien se ha convertido en uno de los «doctores» de instrumentos rotos. 

Los sueños no creen en cercos

El rostro que solo conocen quienes se enfrentan a estas carencias es el del sacrificio redoblado, el de la constancia y la persistencia. Claro que sería mucho más fácil si, como los propios muchachos comentan, tuviesen los instrumentos apropiados al alcance de su mano.

En este sentido, la profesora Roxana Rodríguez Rueda, jefa del Departamento de Música, esclarece mucho más la incidencia del Bloqueo en el aprendizaje de sus estudiantes:

«Ellos se ven sometidos a un esfuerzo mayor que el que hacen los de otras naciones, pues la calidad del sonido de un instrumento con un accesorio inadecuado no es la misma que con el que debe usarse. A veces hay alumnos que precisan vencer determinados contenidos técnicos pero les cuesta más porque su instrumento no está en óptimas condiciones. Eso provoca que los profesores les llamemos la atención pues su sonido está sucio o pobre, pero es porque las cuerdas, por ejemplo, no son las mejores».

Conversar sobre el tema en el conservatorio es como hablar de música: todo el mundo está al corriente. Debe ser de tanto «chocar con la bola». Mas, no por eso, estas jóvenes promesas de la música cubana se abstienen de soñar e, incluso, hay quien se atreve a enviar un mensaje –como el de las botellas en el mar– para ver si llega a los oídos correctos y sensibles:

«Los niños y jóvenes cubanos amamos la música y tenemos muchos deseos de desarrollarnos en ella. Pero el Bloqueo sí hace difícil que nuestro país nos dé los instrumentos que necesitamos. Esa política intenta bloquear nuestras ilusiones», dice Eva Yoana Rodríguez, consciente de que ningún país del mundo tiene el derecho de sitiar los sueños porque esos no creen en cercos.

Helen sabe que en otros países existe la posibilidad de comprar el instrumento que se quiera, la marca el premio y hasta la serie.

Aunque Dazzling tiene su propio violín, no escapa a las carencias de accesorios que existen en Cuba debido al Bloqueo.

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