Afirman que nunca antes había llegado tan lejos el agua en el Malecón habanero. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 07:06 pm
Aquel va, teléfono celular en mano, tomando videos de la desolación. Le interesa captar la imagen de esas calles inundadas con el agua hasta su cintura, y ver cómo los muebles navegan en la corriente y la gente se queda perpleja. Anda como curioso, y se asombra, y gira para que luego en su casa puedan ver lo mismo que ahora él ve. Pero no mira hacia abajo, va abriéndose paso en el agua y no se preocupa por bajar la vista. «¡Cuidado, muchacho! No todas las alcantarillas tienen tapa…» Le gritan desde un balcón, y se percata de su imprudencia. Apaga el celular y retrocede.
Tuvo suerte o no era su día, porque hay quien siempre justifica su conducta con el azar, el destino, lo que está escrito… Sin embargo, otros no pueden ni siquiera suspirar aliviados y decir: «¡Por poquito! ¡Qué bueno que me salvé!». Otros, ahora mismo, son recordados por sus familiares y amigos.
Un huracán poderoso como Irma azotó el país. Lamentablemente no faltan quienes viven este tipo de desastres como una aventura, incluso una fiesta muy peculiar, tal vez porque creen que nada puede sucederles o que en todo caso pueden salvarse, aun cuando hagan caso omiso de las advertencias que se pronuncian en casos excepcionales como este. Existen los accidentes, sí, pero cuando la muerte se imagina evitable, entonces la tristeza viene acompañada de la reflexión.
Foto: Fernando Medina
Días atrás se informó del fallecimiento de diez cubanos, luego del paso del ciclón. Tres de ellos se negaron a ser evacuados de sus domicilios. No faltó quien sintió el pecho apretado cuando leyó que aquel señor cayó encima de un cable energizado mientras intentaba desconectar la antena de su televisión, y que apenas tenían 27 años las muchachas que, transportándose en un ómnibus, recibieron el impacto de un balcón desprendido de un edificio. Una anciana se encontró ahogada en la corriente del mar intruso en la ciudad, otro perdió la vida cuando un poste eléctrico le impactó y dos hermanos perecieron tras la caída de una parte de la cubierta de su techo.
Estas muertes conmocionaron a todos los que conocieron la noticia, pero sin dudas, puso en evidencia que las medidas de seguridad que se toman ante la llegada de un fenómeno meteorológico no pueden ser ignoradas.
Mejor quedarse en la casa, afirma la mayoría, y no andar haciendo disparates. Cierto. Pero algunos deben permanecer en sus centros de trabajo, otros se desplazan hasta los hospitales porque requieren alguna atención de urgencia o son quienes la brindan, y no pocos van a otra casa que no es la suya, o a alguna institución estatal, o hasta a cuevas, para protegerse.
Los motivos no importan ahora. Lo importante es recordar que nunca sobran las advertencias, los llamados de atención, las medidas de seguridad como las rigurosas y universales establecidas en Cuba y reconocidas como ejemplo para el mundo. No olvidemos que en algunos países en circunstancias parecidas llegan hasta el establecimiento del toque de queda.
Hoy quien respira aliviado porque el techo donde vive no sufrió daño, sabe que a pesar de ello, la mayor alegría es que su familia, sus vecinos y sus amigos están a salvo. La vida es muy preciada y hay que protegerla.
Guerra avisada…
Es posible pronosticar con horas de adelanto el momento y lugar donde pueden ocurrir ciertos tipos de desastres, como es el caso de los relacionados con los ciclones tropicales, erupciones volcánicas y tsunamis generados por terremotos cuyo epicentro se localiza en el lecho oceánico.
Cuba se prepara y crea las condiciones desde que comienza la temporada ciclónica, que abarca desde el 1ro. de junio hasta el 30 de noviembre. Los especialistas del Instituto de Meteorología mantienen a la población informada desde que se avizora el peligro para nuestro territorio de un evento meteorológico y se desata toda una cadena de acciones que, a la par de las que establece el Estado Mayor de la Defensa Civil, pretenden garantizar las medidas de prevención pertinentes para proteger a la población y sus bienes, así como a la economía nacional. No obstante, la salud humana se privilegia porque es el bien preciado.
Sin embargo, no siempre se miden las consecuencias de la insensatez. Imágenes recopiladas por diferentes fotógrafos de la prensa mostraban a algunos pobladores capitalinos en plena rumba, haciendo de palanganas y cubos sus tambores, con el agua del mar llegándoles a la cintura, lo que tampoco fue impedimento para un grupo de hombres que prefirieron jugar dominó en plena calle.
Foto: Juvenal Balán
No pocos muchachos y niños retozaban en las orillas, y tomarse una selfie con el celular se convertía en una proeza. Los que no tuvieron agua intrusa en sus viviendas, no consideraron siempre que pasear por donde aun habían cables del tendido eléctrico en el piso constituía un peligro, así como una alcantarilla sin tapa o un edificio con deteriorado estado constructivo.
Resulta increíble que si en nuestro país se trabaja siempre para reducir los riesgos de cualquier catástrofe, las máximas autoridades se involucran desde el inicio y se mantiene la información continua a través de los medios de comunicación, no pocos hagan caso omiso del llamado a la prudencia.
Foto: Calixto N. Llanes
¿Qué sucede tras el paso de un huracán, sobre todo cuando ha sido tan poderoso como Irma? Viviendas parcial o completamente destruidas, árboles derribados, cultivos destrozados, carreteras obstruidas, muertes lamentables. La recuperación es la palabra de primer orden y todos los esfuerzos se destinan a lograr que la vida —y repitamos la palabra: vida— vuelva a la normalidad.