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Zafarrancho verde

Jóvenes guantanameros se han sumado al contingente que, junto a reservistas de las FAR, desarrolla el combate intensivo contra la familia del Aedes, agente transmisor de dengue, chikungunya y zika

Autor:

Haydée León Moya

GUANTÁNAMO.— Pablo Andrés Escalona estaba, literalmente, sentado en la sala de su casa, cuando se enteró de la constitución de un contingente con reservistas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) para pelear contra la familia del mosquito Aedes. Como él forma parte de esa fuerza que se movilizaba para un combate singular —ya que en septiembre último terminó el Servicio Militar—, se decidió a no esperar a que lo citaran.

Antes lo comentó entre los de casa, y no faltó quien dudara. El joven estaba a la espera para ejercer su oficio como albañil en un negocio particular, con una propuesta de salario nada despreciable.

Pero su argumento no dejó lugar a suspicacia alguna: «Ustedes mismos dicen que los mosquitos andan aquí “a pululu”, y ahora con ese mismo asunto del zika yo estoy que les veo las patas rayadas a todos, y pueden poner en peligro cualquier aspiración».

Y se fue el muchacho a su área de atención, al oeste de la ciudad de Guantánamo, donde vive. Se alistó y unas horas después andaba, de nuevo, vestido todo de verde.

Ahora lo encuentro en las afueras del policlínico del norte de la urbe, ajustándose las botas y quitándose de encima «las cositas» que se pone para atraer a las chicas, mientras coloca en uno de los bolsillos de su pantalón los aretes que ahora les faltan a sus orejas.

«Los jefes militares son bastante flexibles, pero muy rigurosos en eso, aunque no estemos en una unidad militar. Y es bueno que sea así, porque la población te respeta cuando tocas su puerta y ve que andas bien vestido», comenta.

Me cuenta cómo es un día de trabajo en el contingente: «A las siete de la mañana, como usted ve, ya estamos alineados al lado de las bazucas. Entonces nos recuerdan que la mezcla para el tratamiento al mosquito adulto, al que vuela, tiene que ser bien preparada, o sea, 40 cc del líquido (Malathion) por cada litro de diésel, porque de lo contrario “el condena’o ese se ríe de nosotros”».

Esto no es solo echar humo, comenta Pablo Andrés. Fotos: Yuriel Osoria Amaro

Narra que salen del policlínico en camiones, cada cual a su terreno y que trabajan en dúos, «para que uno fumigue y el otro hable con la gente y haga los papeles», precisó.

«No es echar humo, es fumigar: pones la punta de la bazuca para abajo, haciendo un ángulo de 45 grados, y formas como si fuera un telón de humo moviendo el brazo en zigzag. Y hay que llegar a todos los rincones de la casa, no pararte en la sala y esperar a que se llene la casa de humo. Eso nos lo recalcan en el matutino siempre», dice, y sale hacia la formación, porque ya son casi las 7:30 de la mañana.

Y se me pierde de vista entre tantos jóvenes y no tan jóvenes que, con idéntica vestimenta de campaña, conforman el contingente guantanamero de las FAR, integrado por más de 300 soldados, sargentos y oficiales de la reserva para combatir al Aedes aegypti en este territorio ante la alerta mundial por el zica y el llamamiento a nuestro pueblo del General de Ejército Raúl Castro.

Entre ellos, hay más jóvenes que, como Pablo Andrés, también están allí —y en las restantes cuatro áreas de salud de la localidad— por su propia voluntad de librar al municipio de Guantánamo, uno de los 57 de alto riesgo en el país, del peligro que constituye tener un índice de infestación de 0,34, muy superior al 0,1 permisible para que no haya transmisión de dengue y otras epidemias.

Los jóvenes se han adiestrado con rapidez en la nueva labor. Fotos: Yuriel Osoria Amaro

Me siento útil

Alberto García Cabrera, de 24 años de edad, estaba haciendo tiempo en su casa a la espera para comenzar a trabajar como elaborador-vendedor de pizzas en un puesto de venta de comida de un trabajador por cuenta propia, el día que lo citaron.

«Me chocó un poco, porque ya me habían dicho que preparara todo, que en unos días entraba al punto de pizzas, pero no puedo negarme a hacer algo en lo que nos va la vida. Además, a mí me da tremenda satisfacción ver cómo la gente en la calle habla bien de lo que hacemos.

«No estamos haciendo nada que no se haga habitualmente en la campaña antivectorial, pero lo que sí es diferente es el rigor y la exigencia de los militares. No se puede admitir falta de organización en una cosa tan seria. Ahora estamos en una operación para el tratamiento intensivo, con un ciclo de fumigación de cada seis días.

«Es un trabajo duro, y la bazuca pesa cantidad. Yo que soy flaco y chiquito me la pego al hombro, porque el que hace dúo conmigo tampoco está muy “santo” que digamos. Llega el momento en que tienes que coger un diez, pero sin darle tregua al mosquito para seguirle causando bajas, hasta que los eliminemos a él o al peligro de transmisión, como nos explican los jefes militares todos los días», apuntó.

«Pero también las FAR nos paga a los que no tenemos vínculo laboral, y un dinerito bien ganado es siempre bienvenido. Yo al menos lo voy a utilizar para pagar la corriente y así alivio a mi vieja con los gastos», dice Enrique Cala Moreno, otro joven que escucha el diálogo y se suma.

La importancia del mando y del orden son fundamentales para Adrián Argote Oroseno, un joven agente de Seguridad y Protección que con gusto acudió al llamado de las FAR.

«Esta es una tarea tan importante como custodiar los recursos del Estado. Por eso estoy contentísimo aquí en el contingente, porque además uno aprende y somos más de 300 personas conscientes de la necesidad de fumigar y en condiciones de exigir que lo hagan bien».

Alberto García se siente satisfecho con lo que está haciendo. Fotos: Yuriel Osoria Amaro

Hacedores de imposibles

De acuerdo con Yoel Quintana Ocaña, oficial de la Región Militar de Guantánamo, quien forma parte de la jefatura militar en la aquí llamada Operación salud, en toda la ciudad  trabajan 298 contingentistas, quienes cubren las cinco áreas de salud, distribuidos en brigadas con un oficial al frente permanentemente.

Afirmó que en la tarea, iniciada el 19 de febrero y hasta el 17 de marzo, es fundamentalmente la fumigación dentro de las casas. De cien a 120 casas por dúo, diariamente. Reconoció que se ha notado mucha aceptación en la población, porque ven que de verdad se mata al mosquito.

Destacó que la mayoría de los combatientes son jóvenes y con vínculo laboral, y que las FAR asumen el pago en el caso de los muchachos sin vínculo laboral.

¿Entonces, cómo queda el Aedes?

En ese fuego cruzado de humos bien echados, mezcla correctamente preparada, bazuca apuntando a cada rincón y, sobre todo, rigor, mucho rigor con el cumplimiento del ciclo, va perdiendo terreno la infestación.

Según dieron a conocer en la prensa local autoridades de salud del territorio, ha decrecido la focalidad en los últimos días, pues en el ciclo recién finalizado hubo una reducción del 64 por ciento con respecto al anterior.

Aclararon que es muy pronto para atribuirles el logro a los del contingente, pero lo cierto es que las pruebas de efectividad por Aedes muertos desde el 19 de febrero, arrojan un 93 por ciento, contra un 85 anterior a la incorporación de los reservistas de las FAR.

Vestidos de verde olivo continúa esta fuerza por las calles, protagonizando un combate singular para seguir haciéndole la vida imposible al que pone la nuestra en peligro.

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