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Cuba en el fiel

De la importancia que vio Martí en la independencia de la Isla para equilibrar el planeta y del significado de la Revolución Cubana como su heredera, habló Frei Betto en la Conferencia Internacional Por el equilibrio del mundo

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Las siempre esperadas palabras del teólogo y escritor brasileño Frei Betto conectaron a Martí con la consecución de la Revolución Cubana y a esta con sus aportes y desafíos para lograr el equilibrio en América Latina y el mundo, durante una intervención llena de frases que cada quien debiera tener en su agenda, tales como la que afirma: «el socialismo es la expresión política del amor».

Elocuente y dominando a la perfección la Historia cubana Frei Betto consideró a Martí —cuyo 160 aniversario se honra con este evento— como un ser con el don de ser un «hombre de acción sin dejar de ser un intelectual refinado, pragmático y hombre de vida espiritual», quien «jamás perdió el sentido crítico ni autocrítico».

Sus 15 años en Nueva York cuando comenzaba allí una radical transformación que imprimía su carácter agresivo al imperialismo le posibilitó también el contacto con lo más avanzado del pensamiento filosófico, científico y universal. Allí, dijo, el Apóstol constató lo que significó el desarrollo económico centrado en la producción de la riqueza e indiferente a las necesidades humanas, y la limitación a la vida espiritual que ello implicaba.

Como ha señalado Armando Hart, recordó Frei Betto, Martí vio a Cuba en el centro de ese drama dada su ubicación en el Caribe y su condición de ser la mayor de las Antillas, y concibió la contribución de la Isla al equilibrio del mundo entendido tanto en su calidad de tema, que como equilibrio entre las naciones.

Y para lograr ese fin último quería evitar que EE.UU. cayera «con esa fuerza más, sobre los pueblos de Nuestra América».

Por eso, explicó el teólogo de Brasil, el papel de Cuba en el equilibrio del mundo tiene antecedentes en Martí y, previamente, en hombres como el Obispo Espada, Félix Varela y José de la Luz y Caballero, quienes pensaron los problemas de su tiempo e intuyeron un destino propio para la Isla.

Lo que distingue a Varela y De la Luz y Caballero, afirmó, fue asimilar las nuevas ideas «sin despegar los pies del suelo latino y caribeño. La cabeza piensa donde pisan los pies», dice un principio de la educación popular», explicó Frei Betto.

Recordó el papel de los indígenas y del negro como iniciadores de las luchas por la libertad y la justicia en el continente, y consideró a Martí el mayor de los hijos de la generación que hicieron la independencia de Cuba y crearon la identidad nacional, el más grande de sus pensadores, el Apóstol que simbolizó en sí el sacrificio de todos y lanzó el proyecto de liberación nacional y una independencia en América Latina y el Caribe como contribución al equilibrio del mundo.

La Revolución Cubana

Esos antecedentes, remarcó, explican la Revolución Cubana y que esta sea un factor destacado en el equilibrio de América Latina.

Antes de la victoria de la Sierra Maestra, el continente era una zona de explotación de nuestros países por Occidente. La Revolución Cubana dijo basta al imperialismo, rescató el espíritu de soberanía de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, despertó la conciencia crítica de nuestra gente; fomentó los movimientos de liberación nacional y dio pruebas de que la utopía puede transformarse en topía, y que la esperanza nunca es vana, valoró.

Cuba, dijo, aseguró su independencia como nación y con la Revolución puso límites a la expansión imperialista de Estados Unidos.

Pero el equilibrio, dijo, se mantuvo, porque Cuba es el único proyecto socialista del continente.

Aquí, en América Latina y el Caribe, apuntaría más adelante, el equilibrio del mundo brota de la paradoja de un amplio movimiento social de base de la iglesia católica y una óptica centrada en el derecho de los pobres sin que ello constituya un cisma con la Iglesia como institución.

En América Latina y el Caribe, amplió, el equilibrio se da mediante un proceso que origina movimientos sociales, étnicos, y que en las últimas décadas ha propiciado la renovación de nuestros dirigentes políticos mediante elecciones, sin tener que recurrir a las armas, contando con nuestros pueblos, lacerados por las dictaduras militares y decepcionados de los programas neoliberales.

Dirigentes, acotó, que gobiernan a favor de las mayorías, que defienden la soberanía y niegan a las potencias el pretendido derecho a dictar reglas, al tiempo que muestran su solidaridad con la Revolución Cubana y su derecho a la autodeterminación.

Pero, ¿podemos afirmar que existe hoy un equilibrio en el mundo?, se preguntó.

Ello, consideró, es aún un proyecto y un sueño amenazado por los arsenales nucleares. Vivimos en un mundo hegemonizado por lo que llamó la globocolonización por la preponderancia del capital y los grandes medios de comunicación. Un mundo que carece de sueños, idealismos, valores centrados en la subjetividad, utopías libertarias…

Frente a esa coyuntura contradictoria, en que se mezclan elementos promisorios y nefastos, tenemos el desafío, como diría Evo Morales, de «dejar el pesimismo para días mejores», acotó.

En cuanto a Cuba, Frei Betto consideró que su desafío mayor es mejorar el socialismo con la movilización de todo su pueblo para tornarlo «más participativo, más ético, más equitativo».

Siguiendo el ejemplo de los Cinco, dijo, cada ciudadano cubano está llamado a dar prueba de que prevalecen las convicciones por encima de intereses pecuniarios; de que los ideales superan la tentación al acomodamiento; de que la espiritualidad se impone al egoísmo, de que hay valores en el corazón que inspiran la certeza de que la Revolución, más que pasado, es proyecto de futuro; de humanización solidaria y sustentable.

Si queremos el equilibrio del mundo tenemos que aprender de quienes siguieron los pasos de Jesús y entregaron sus vidas para que todos tengan vida plena; de quienes movidos por la virtud de las virtudes, el amor, no temieron arrastrar privaciones y arriesgar la vida.

Como dijo Martí, sobre cada hombre debe pesar la carga de todo el universo.

Todo lo que es verdaderamente humano es sustancialmente divino; toda práctica de amor y de solidaridad es una experiencia de amor, afirmó.

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