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Revelan nuevos detalles sobre el busto de José Martí en el Pico Turquino

Este 21 de mayo, pero hace 57 años, se develó ese importante busto en la cima más alta de Cuba. Un libro revela todos los pasajes del acontecimiento

Autor:

Luis Hernández Serrano

«Poner el busto de José Martí en la cima más alta de Cuba el 21 de mayo de 1953, fue uno de los homenajes más originales que tuvo el centenario de su natalicio».

Lo asegura Carlos Manuel Marchante Castellanos, autor del libro sobre ese suceso, De cara al sol y en lo alto del Turquino. El autor evoca que la idea —propuesta por la maestra pinareña Emérita Segredo Carreño— fue bien acogida por la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, con sede en la Fragua Martiana, integrada por un colectivo de ex alumnos de Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, designado secretario del Partido Revolucionario Cubano por Martí.

El 9 abril de 1952 esa Asociación creó una comisión para homenajear a Martí, y entre las actividades acordadas estaba el singular proyecto.

Después el llamado Consejo Superior de Exploradores Nacionales, en mayo de 1948, propuso colocar un busto de Martí en la cima del Pico Turquino, a 1 974 metros sobre el nivel del mar. Eso lo publicaron la prensa cubana en una nota, y el periódico Patria, de la Asociación.

Se proponían con sus propias manos levantarle a Martí en el Pico Turquino un pequeño monumento. Cada muchacho explorador enviaría un ladrillo de su localidad, con la fecha y el nombre del lugar en que fue recogido. En la base se construiría una urna para guardar los documentos de los visitantes. Esta se puso, pero lo del busto quedó solo en planes.

El alma de proyecto

En diciembre de 1952, la mencionada Asociación cubana comienza a pensar en el proyecto. Jilma Madera Valiente, la escultora pinareña, es una de las primeras. Había sido la artífice del busto de la Fragua y por eso se habla con ella. Y también con el doctor Roberto Pérez de Acevedo, el presidente del Instituto Nacional de Arqueología y miembro de la Asociación, quien presenta un informe de cómo se podría realizar todo. «Se ve que es posible hacerlo —expresa Marchante— y se propone como director técnico al doctor Manuel Sánchez Silveira, representante del Instituto de Arqueología en la antigua provincia de Oriente, conocedor del Turquino».

El viernes 19 de diciembre de 1952, en La Habana, en la casa de Quesada, en la calle Paseo número 654, entre 29 y Zapata, Vedado, se reúnen Quesada, Silveira y Pérez de Acevedo. Aquí el padre de Celia Sánchez Manduley se incorpora oficialmente y se convierte en el alma de la idea, lo que se refleja en sus cartas y en su trabajo.

Cómo se coloca el busto

«Hay un grupo de héroes anónimos: los trabajadores de Ocujal del Turquino, quienes, sin el empleo de mulos, suben a mano el busto de Martí al Pico y los materiales, hasta el agua. También la doctora Juana Lidia Orille Azcuy, que tiene 87 años lúcidos, autora de las palabras introductoras del libro. Fue la presidenta de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano entre 1952 y 1953. Gonzalo de Quesada la mandó a California, Estados Unidos, a invitar a María Mantilla para que visitara a Cuba en el centenario de Martí».

En enero de 1953, María Mantilla visitó la Isla y el 29 de enero llegó a la Fragua. Allí vio en el Salón de Actos el busto del Apóstol hecho por Jilma y confesó que era el más parecido al Martí que recordaba.

Cartas inéditas

El libro escrito por nuestro entrevistado contiene 15 cartas inéditas en torno a aquella noble expedición: 13 donadas por la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, y dos de la Fragua. Una de estas últimas es la que escribió Silveira al periodista Waldo Medina, del periódico El Mundo. Y la otra, de Quesada a Silveira, del 28 de abril de 1953, donde le informó la salida del busto hacia Santiago de Cuba.

El pedestal del monumento lo proyectó el arquitecto que diseñó el edificio de la Fragua Martiana: Antonio Luis Sánchez, joven de la Asociación.

Jilma fue la ganadora del concurso para seleccionar la expresión martiana que se pondría en la tarja del pedestal, extraída de la carta de Martí a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal: «Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entraña de nación, o de humanidad». Comenta Marchante que así era precisamente el Maestro.

Crean dos comisiones

Para conmemorar a Martí en el centenario de su natalicio se crearon dos comisiones: una encabezada por Gonzalo de Quesada y Miranda e integrada, además, por Juana Lidia Orille Azcuy, Francisca Villar Cisneros y Pilar Díaz, con protagonismo en el acto de Santiago de Cuba.

La otra, presidida por el doctor Manuel Sánchez Silveira —padre de Celia—, la componían también Roberto Pérez de Acevedo, Jilma Madera Valiente, las hermanas Emérita y Cila Segredo Carreño, Aníbal Díaz, Jesús Fernández Lamas y su hijo Jesús Fernández García, que subirían al Pico Turquino.

Se sumaron a este grupo poco después Francisco Domínguez, Ramón Martín, Gerardo Houget Muñoz, Orlando E. Pita Aragón, Arnaldo Cobo Bonzon —estos dos los únicos sobrevivientes de aquella expedición— y en Santiago de Cuba la última en sumarse fue Celia Sánchez Manduley.

Se incluyeron los trabajadores de Ocujal del Turquino, quienes colocaron el busto unos días antes y en una posición en que siempre a la una de la tarde recibiera el sol en plena cara, como sugiriera Quesada en carta al doctor Silveira.

La ruta

En carta del 13 de mayo de 1953, Quesada le dijo a Silveira que la escultura, de 163 libras (casi 74 kilogramos), llevaba los pernos para su anclaje y la plancha con el texto martiano seleccionado. Los expedicionarios partieron desde la capital el 17 de ese mes en la Ruta 80 Santiago-Habana. Y se alegraba de saber que subirían el Pico el periodista oriental Lavié y la misma Celia Sánchez, porque ambos tomarían vistas de lo que allá arriba ocurriera.

Llegaron a Santiago el 18 de mayo. Visitaron el Diario de Cuba, el Museo Bacardí, el Parque de Puerto Boniato, la Logia Caballero de la Luz, el Caney y el fuerte de El Viso.

El día 19 de mayo por la mañana se realizó el acto por la muerte de Martí, en el cementerio de Santa Ifigenia. Entre otros oradores, habló Quesada. Se hizo una Guardia de Honor al Maestro y en esta participó Celia Sánchez, la única que no vistió entonces de verde olivo, ni tampoco su padre.

El 19 de mayo a las 10:00 a.m. salieron desde la bahía de Santiago rumbo a Ocujal del Turquino la goleta Glenda, guiada por Francisco Fernández Ruz, y la lancha La Berta, por Teófilo González Mantilla.

Navegaron 52 millas náuticas, unos 109 kilómetros de haberlo hecho por tierra. A las nueve horas de travesía desembarcaron en Bella Pluma, a eso de las nueve de la noche. Pernoctaron en el Aserradero, cuyo administrador, Antonio Moreno, le había preparado condiciones. A las 7 de la mañana del 20 de mayo, en un camión del Aserradero, partieron hacia Arroyo Naranjo. Poco después llegaron a Altos de Babiney, a 3 700 pies de altura

(1 127,7 metros); después a Altos de Cardero, a 3 940 pies (1 200,9 metros). Posteriormente a La Cueva del Aura o Campamento Martí, como le llamaron los trabajadores de Ocujal que cargaron el busto, a 4 600 pies (1 402 metros).

El develamiento del busto se proyectó para el 20 de mayo, pero se retardaron y la actividad se hizo al mediodía del 21 de mayo de 1953, hace hoy 57 años.

«En este libro la verdadera historia de la colocación del busto, quienes protagonizaron el hecho y la ruta escogida. Aquí solo hemos dado algunos detalles.

«Si no hubiera estado el busto de Martí allá en el Pico —dice Marchante—, seguiría siendo la montaña más alta de Cuba, pero no se hubiera convertido en un símbolo de la nación».

Y recalca nuestro entrevistado: «El primero de enero de 1959, Celia Sánchez fue —de aquella expedición de hace 57 años— la única que vistió el verde olivo, pero en zafarrancho de combate, allí donde Martí dijo que hubiera querido estar cuando volara una paloma».

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