Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Jornadas de trabajo voluntario más productivas y educativas

Autor:

Nelson García Santos

Son perfectamente compatibles la idea guevariana del trabajo voluntario como forjador de conciencia y el eficiente aporte productivo. Las movilizaciones juveniles en Villa Clara en estos meses de recuperación buscaron combinar ambos propósitos

SANTA CLARA.— Los ciclones reimplantaron de manera más intensa el trabajo voluntario. Tampoco era, exactamente, que había desaparecido, pero sí había languidecido. Sus críticos, en los años que más auge tuvo, alegaban —a veces con razón— que el gasto generado por las movilizaciones superaba el aporte concreto en el surco o la industria.

Insistían en que, al no ser una fuerza especializada, la calidad de la faena muchas veces resultaba regular o mala.

Lo era o lo es por falta de organización. Aún hoy apreciamos que, en ocasiones, movilizan demasiado personal para realizar una tarea específica. Es decir, que donde 20 pueden resolver el problema convocan a cien, lo cual origina un gasto mayor en transportación y alimentos. Peor todavía: tanta gente junta con poco que hacer motiva la desorganización y la holgazanería.

Lo mejor sería que la fuerza agrícola fuera capaz de enfrentar la siembra, la atención a esta y la cosecha, pero sucede que la agricultura padece desde antaño de déficit de fuerza laboral, a pesar del aumento de los salarios y el sistema de estimulación.

A lo anterior se suma que los picos de cosechas, invariablemente, requieren de un apoyo extra de brazos.

Cuando el Comandante Ernesto Che Guevara inició entre los cubanos el trabajo voluntario, lo hizo pensando más en un medio para influir en la educación político-ideológica que en lo estrictamente económico. Aunque ambas cuestiones se pueden conjugar perfectamente, y ahí radica el reto.

Este año en Villa Clara ocurrió un acontecimiento que hacía rato, pero rato, que no se veía, como resultado de la recolección de la papa: la venta liberada de la reina de las viandas, y la gente contentísima.

Lo que casi nadie sabía, hasta hoy, es que más de la mitad de la cosecha la realizaron jóvenes, y con una calidad de primera, según Enel Espinosa, delegado de la Agricultura en la provincia.

En esa labor participaron casi 9 000 estudiantes, quienes recogieron más de 214 000 quintales, mientras en la cosecha de tomate

2 331 educandos acopiaron 60 395 quintales, el 30 por ciento del total que produjo el territorio.

«Sin este apoyo —enfatiza Enel— imagínate qué hubiera pasado con ambas cosechas. Fue decisivo, y lo hicieron muy bien en esa y otras tareas agrícolas».

En la provincia, en la fase recuperativa, se vincularon a la producción de alimentos 7 716 estudiantes de la FEU y 14 403 de la FEEM, fundamentalmente en el MINAZ y el MINAGRI.

Además, se crearon dos campamentos de los universitarios con una rotación mensual: uno en Pararrayo, en la Empresa de Cultivos Varios Valle del Yabú, de Santa Clara, y el otro en la Cooperativa de Producción Agropecuaria Revolución de Octubre, en Camajuaní, con alumnos de Ciencias Médicas.

Hubo, igualmente, tres campamentos temporales en Jibacoa, en el municipio de Manicaragua, para apoyar la producción de café y uno en la Empresa de Cultivos Varios de Báez, en Placetas.

En resumen fueron movilizados en diferentes jornadas 251 780 jóvenes, con un aporte decisivo en momentos pico de las cosechas, en la siembra de cultivos de ciclo corto y en la recuperación de organopónicos, mientras las Brigadas Técnicas Juveniles generalizaron resultados científicos.

Según análisis realizado por la dirección de la UJC en la provincia, existieron lugares en los cuales faltó una cobertura de apoyo para toda la etapa, y las condiciones de vida en determinados campamentos resultó inadecuada. Además, todavía se puede lograr una mayor productividad.

En definitiva, el hecho concreto está en que contamos con más viandas y más sembrados prestos a parir. Entonces, bienvenido sea el trabajo voluntario del que los jóvenes son abanderados.

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