Estudios científicos demostraron recientemente que las toxinas de tabaco permanecen en el aire durante días y hasta meses, incluso después de que el humo y el olor aparentemente se hayan disipado.
La investigación médica realizada por científicos norteamericanos y publicada en el portal Yahoo! concluyó que actualmente no existen mediciones completamente fiables sobre los efectos de la exposición al humo, ya que estas toxinas se adhieren a partículas de polvo que existen en cualquier casa o lugar público.
Once de los 250 componentes del humo del tabaco están considerados dentro de los cancerígenos del primer grupo, lo cual significa que son totalmente dañinos, entre estos el cianuro, monóxido de carbono, arsénico, plomo, cromo, cadmio y el altamente radioactivo polonio-210.
Aunque los anuncios en las etiquetas de las cajetillas de cigarrillos advierten sobre los riesgos de impotencia, daño fetal, nacimientos prematuros, cáncer, enfermedades cardiacas, enfisema y daños bucodentales, entre otros perjuicios a la salud humana, el nuevo estudio confirma que incluso mucho tiempo después de que en una habitación se haya fumado quedan vestigios de esta acción.
De hecho ha surgido una nueva clasificación de fumador pasivo, el llamado de «tercera generación», que es quien se ve expuesto a estas partículas incluso en ambientes considerados libres de tabaco, porque no se fuma dentro de ellos.
Esto sucede debido a que incluso cuando alguien fuma fuera de casa, e incluso si se trata de un fumador pasivo y está en algún lugar público, las partículas tóxicas del humo del tabaco se impregnan en su ropa y cabello, así que en cuanto entra en contacto con niños o cualquier persona adulta que no fume serán ellos quienes sufrirán la acción directa de estas.
Los más jóvenes son especialmente susceptibles a ser fumadores de tercera generación, ya que su ritmo respiratorio es más rápido que el de los adultos, por lo que inhalan mayor cantidad de partículas en menos tiempo.