«Si nos vemos obligados a ponerle un trabajador social o un militante de la Juventud para que apadrine a cada alumno que dilapida el tiempo de estudio, use incorrectamente su uniforme o se comporte inadecuadamente en la sociedad, lo haremos. Tenemos un desafío grande con las presentes y futuras generaciones, en aras de que se preserven los valores; por eso debemos transformar la vergüenza en fuerza para combatir lo mal hecho».
Estas palabras, pronunciadas por Julio Martínez, primer secretario de la UJC, casi inauguraron la Asamblea de Balance de la organización juvenil en el capitalino municipio de Playa, luego de que allí reconocieran que se convive con problemas, como el denunciado el viernes último en el diario Granma bajo el título ¿Fiesta de disfraces?, en el que se denuncia a estudiantes que pierden el tiempo en la calle en horario de estudios, ante la indiferencia de la familia y las instituciones educacionales.
Yoandra Portuondo, estudiante del Politécnico Mártires de Girón, evidenció que muchas veces se tienen las dificultades delante de los ojos y se mira para el lado opuesto, quizá para no buscarse complicaciones o porque se piensa que no son tan graves, cuando realmente sus consecuencias son muy negativas.
Como los dos conejos de la fábula de Tomás Iriarte —que discuten si los perros que se acercan son galgos o podencos, y por perder el tiempo en controversias baladíes son sorprendidos—, reaccionan algunos comités de bases, según allí se escuchó. «Atiborran las actas con acuerdos y luego no se les da seguimiento, o en la búsqueda de causas se pierden o se cansan, cuando lo que debería hacerse es llamar a los problemas por su nombre y actuar con la energía que demanda cada fenómeno», manifestó Anabel Guevara.
Roelandy Verdecia, presidente de la FEEM en el territorio, convidó a sentarse con los jóvenes, en los cursos de Cultura Política o en un parque cualquiera, para saber cómo piensan. «A veces están equivocados, pero hay que preguntarse por qué.
«Se ven tendencias que los confunden y tenemos el deber no solo de sacarlos del error, sino de combatir aquello que distorsiona la imagen de la sociedad que queremos. A estos jóvenes hay que darles tareas para comprometerlos y demostrarles con hechos cuál es la esencia verdadera de la Revolución».
Muchas voces reclamaron que la vanguardia ocupe los cargos de dirección, porque a veces quienes dirigen no son ejemplo. En ocasiones no tienen ni la preparación, ni las condiciones para conducir a sus compañeros; pero la negativa de los más capaces les cede el puesto. En el caso del sector estudiantil se precisó que algunos jóvenes son censurados hasta por sus padres cuando aceptan responsabilidades, porque dirigir es sinónimo de buscarse problemas.
«A veces nos tiembla la mano para apuntar al corrupto y lo tenemos en nuestras propias narices», dijo Yanelis Martínez, quien en nombre de la juventud trabajadora llamó a defender cada pedazo laboral responsablemente, y calificó esa batalla como una contienda tan necesaria como la que animó a las generaciones anteriores a tomar las armas.
Rescatar el verdadero sentido de la sanción y no verla como un acto «que raya la pintura o machuca al que la merece», fue una de las propuestas de Yaser Ramos, investigador del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, quien dijo que esta debe dejar un solo sabor: arrepentimiento y energía para enmendar el error.
Un balance sin tapujos. Ese fue el término empleado para calificar la reunión en un municipio tan heterogéneo como el de Playa, donde confluyen casi todos los sectores de la producción y los servicios. Hay quienes, como Sirley González, asegura que la palabra transparente se debe a los años de Batalla de Ideas. Otros dicen eso y piden que se vuelva acción para ser más consecuentes con los sueños de los jóvenes de ahora y su descendencia.