PARECE como si la naturaleza se empeñara en castigar al ser humano. Así pensaron los miembros del Cuerpo de Guardabosques el pasado domingo, cuando prácticamente habían extinguido el fuego que azotaba la Ciénaga de Zapata; y de buenas a primeras, los fuertes vientos lo avivaron otra vez.
No ha sido fácil. El fuego comenzó el 31 de marzo pasado, y en estos momentos continúa propagándose. Su devastador paso ha recorrido aproximadamente 1 040 hectáreas; de ellas, 600 son de sabanas y 440 de bosques.
Según explicó a JR el coronel Manuel Lamas, jefe nacional del Cuerpo de Guardabosques, en lo que va de año la ciénaga es la zona que más se ha afectado por incendios forestales.
«Hay factores que han favorecido la expansión del incendio. El primero es la presencia de una gran cantidad de combustible vegetal, que quedó como consecuencia del ciclón Michel. Cuando pasa un fenómeno de este tipo, esos árboles y ese follaje arrancados crean un material combustible que no se descompone con facilidad.
«A eso le unes que en esa zona específica no ha caído una gota de agua desde hace meses, aunque a tres kilómetros sí llovió.
«Y hay un tercer elemento, que complica bastante la situación, que es la materia orgánica descompuesta, lo que usualmente conocemos como turba. Esa turba está a veces subterránea, subyace por debajo de las piedras, de las cacimbas, y se prende. De pronto tú ves que de un hueco sale una lengüeta de fuego. Porque ese incendio está también subterráneo.
«Todo eso, sin olvidar que es un lugar de muy difícil acceso, con mucha piedra, donde la labor de extinción se dificulta».
—¿Se conoce qué causó el siniestro?
—El sábado 14 de abril un equipo nuestro fue al lugar a determinar la causa de este incendio, y por todas las evidencias físicas encontradas es indiscutible que fue el factor humano, que puede estar dado por una negligencia.
«El incendio se inició en las cercanías de una laguna, por un trillo donde habitualmente van cazadores y pescadores furtivos. Ese es el diagnóstico que tenemos, aunque se precisará aún más con un vuelo de reconocimiento».
En estos momentos el Cuerpo de Guardabosques, junto a trabajadores de la Empresa Municipal Agropecuaria (EMA) en la Ciénaga de Zapata hacen esfuerzos por apagar el siniestro, para lo cual emplean tractores con esteras para llevar agua al lugar.
Aunque en la institución nacional trabajan alrededor de 2 300 guardabosques, en opinión del coronel Lamas, este incendio, como otros, demuestra que no se trata de fuerzas, sino de seguir apropiándose de técnicas correctas para vigilar y evitar al máximo la ocurrencia de incendios y su expansión.
«Sobre todo —sostiene— de recursos apropiados para vigilar en estos lugares tan complejos y difíciles. Aunque se usa la aviación ligera, necesitamos más equipamiento, y mejorar el trabajo organizativo, de técnicas de vigilancia. Pero la percepción de que con más hombres podemos resolver el problema no es correcta».
APAGAR LAS NEGLIGENCIASLa cifra de incendios forestales que se han producido en Cuba en lo que va de año —180— es ligeramente inferior comparada con igual período de 2006. También es menor la cantidad de hectáreas afectadas: 3 291, según trascendió en el Cuarto Congreso Forestal, que hasta el viernes tiene lugar en la capital.
Sin embargo, no hay motivos para cantar victoria. La incidencia de estos eventos no se evalúa de un año a otro, sino por quinquenio. Y desde 1981 a la fecha, la tendencia ha ido al aumento en ambos indicadores.
En la provincia de Pinar del Río ocurrieron 103 hechos el pasado año, muy superior al 2005, en que solo se dieron 52. Según explicó a esta reportera Marcos Ramos, doctor en Ciencias Forestales y profesor de la universidad de esa provincia, la causa fundamental de este aumento fueron las condiciones atmosféricas.
«El 47 por ciento de los incendios ocurridos de 1996 a 2005, estuvieron dados por descargas eléctricas. Pero son fuegos chiquitos, dañan poco.
«Sin embargo, si usted analiza las causas de las superficies quemadas, la primera es la negligencia humana. El hombre provoca solo el 36 por ciento de los incendios, pero esto se traduce en un 73 por ciento de las áreas quemadas».
—¿Qué negligencias son las más frecuentes?
—Hay fumadores, trabajadores que al cocinar los alimentos se les queda prendido el combustible, pero la más importante es la quema de desechos de cosecha y de potreros.
«También los castradores de colmenas, que usan humo para que las abejas no los piquen, y los cazadores al cocinar, o a veces para capturar algún animal en específico, como la rana toro o la jicotea, le ponen candela, que luego se pasa al bosque.
«La mayoría de estos hechos surgen en la colindancia del bosque, y corren hacia adentro».
MALOS VIENTOS EN OCCIDENTEDesde hace tres años, en el centro occidental del país, desde Villa Clara hasta Pinar del Río, es donde están ocurriendo mayor cantidad de incendios y mayores afectaciones.
Para el coronel Manuel Lamas, esto está estrechamente relacionado con el cambio climático del planeta.
«Un ejemplo de esto —explicó— es que los vientos del mes de marzo, los llamados de Cuaresma, vinieron este año del este, cuando lo usual es que vengan del sur. O sea, el cambio en los vientos, el aumento de la temperatura, la escasez de lluvia, todos esos eventos que están siendo perceptibles ya, son factores directos que están incidiendo en los incendios forestales.
«Todo eso nosotros lo vemos por los datos que diariamente recibimos, por ejemplo, del Instituto de Recursos Hidráulicos. No hay nada que esté fuera de la coincidencia del escaso régimen de lluvia en ese territorio, de la sequía agrícola, del aumento de temperatura; en general, coincide todo».
—¿Cuáles son las causas de los incendios?
—Del 85 al 90 por ciento de estos hechos, la causa principal es la negligencia. Dentro de ella resalta el fumar en esos lugares inapropiados. Pero en la Ciénaga de Zapata el principal factor es el cazador y el pescador furtivo.
«Y hay otras: el equipo agrícola, el tractor que no lleva matachispas... Todas se pueden prevenir.
«Asimismo, si la población tuviera otra actitud más responsable ante aquellos incendios en los pastizales, las cunetas, las orillas de carreteras y autopistas, se evitarían muchos desastres. A veces, hasta con una rama se pueden apagar. Esos son los que llegan luego a la manigua, al campo de caña, al bosque... Por tanto, una actitud responsable ante toda la secuencia puede llevarnos a que no llegue a ser un desastre mayor».