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Opinan participantes en el Coloquio Internacional Memoria y Futuro: Cuba y Fidel

 Foto: Juan Moreno Las reflexiones en torno al líder cubano develan otra vez la trascendencia del estadista, descrita con igual claridad y justeza en el análisis acabado y sistemático del intelectual, que por la palabra sincera del hombre de pueblo Raúl Pérez Torres: El imperialismo cava su propia tumba Tomás Borge: Con Cuba renace mi confianza Crónica desde un volcán que siembra sueños e ideas

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Fotos: Juan Moreno, Roberto Suárez y Angelito Baldrich

Convocados —como dijera la doctora Graziella Pogolotti—, no solo por el homenaje a Fidel en sus 80 años, sino por la vigencia de su pensamiento y su acción, las reflexiones en torno al líder cubano develan otra vez la trascendencia del estadista, descrita con igual claridad y justeza en el análisis acabado y sistémico del intelectual, que por la palabra sincera del hombre de pueblo.

En los debates del panel sobre Cuba y Fidel en la presente rearticulación del pensamiento de izquierda, fuimos testigos del reconocimiento al Comandante en Jefe y, de alguna manera, a quienes el escritor y comunista chileno Volodia Teitelboim ha denominado «la indispensable multitud de voluntades populares que necesitan también sus líderes».

Para el sociólogo norteamericano James Cockroft, junto a la solidaridad, la batalla de ideas, el concepto de la utopía y el desafío al pensamiento único, es componente insoslayable de esa rearticulación.

James Cockroft. Análisis sobre la coyuntura política regional, que pasa obligatoriamente por la influencia en esta de la Revolución Cubana y su líder, compartieron espacio con el recordatorio a la presencia de los postulados de Martí en la obra revolucionaria gestada en la Isla; la comprobada importancia de la cultura y del ejercicio del pensamiento en la coyuntura actual, y las interesantes reflexiones abiertas por las presuntas dudas que, aún en personalidades como el español Alfonso Sastre —de cuya biografía, dice, forma parte nuestra Revolución— provoca la supuesta dicotomía sobre la necesidad de «ser cultos para ser libres, o ser libres para ser cultos». Pero él mismo resolvería el «acertijo» después: «No hay que esperar a ser cultos para luchar por la libertad, ni esperar a ser libres para ser cultos un día».

Sobre ello también hablaría la doctora Pogolotti. Existe la «cultura letrada», cada vez más necesaria. Pero también —afirma— es cultura ese saber hecho de memorias y vivencias que, para resultar funcional, debe ser redescubierta: actualizada y convertida en «el bien de todos».

De ella, dijo, se apropian en este siglo XXI los excluidos: obreros, campesinos, desempleados, trabajadores manuales e intelectuales, que son quienes toman la palabra. Más de 40 años después de que Fidel denunciara ante la ONU la filosofía del despojo —recordó—, se han impuesto el pensamiento y la confianza en el porvenir. «Esa —dijo— es la razón fundamental de la batalla que sigue librando Fidel a favor del mañana».

LA RESISTENCIA

Graziella Pogolotti. Enorgullece escuchar a las muchas voces que han venido desde tantos lugares del mundo al Coloquio Memoria y Futuro: Cuba y Fidel. La cita, que sigue trascurriendo hoy en el Palacio de las Convenciones de La Habana, ha traído a pensadores de alta talla junto a sencillos y entusiastas hombres y mujeres solidarios con la Revolución, que bebieron de ella o colaboraron humildemente en su gesta.

Llegado desde México, emociona El Cuate, quien conoció al líder cubano cuando preparaba en su tierra el desembarco tras el que se definiría el destino de la Isla y del hemisferio. «Si usted arregla ese barco, en ese barco me voy a Cuba», le había advertido el joven.

«Perdí el yate, y entró en la historia de Cuba», recuerda satisfecho el mexicano.

Antonio del Conde, El Cuate. Pero también toca el alma la confesión del dirigente político de Perú que, junto a campesinos, mineros y estudiantes, fundó hace 43 años el Frente Obrero Campesino Estudiantil en plena cordillera de Los Andes, clarificados todos por «el verbo convocante de Fidel» que escuchaban por Radio Habana Cuba.

«Esas enseñanzas han ido a parar a la conciencia de los pueblos», asegura.

El estudioso cubano Fernando Martínez Heredia lo sintetizaría así: «La Revolución Cubana provocó un avance extraordinario del pensamiento de izquierda, porque lo puso ante la opción de lucha por los ideales del cambio total de la vida y no solo por reformas». Probó su razón mediante sus prácticas, pero también expuso nuevas ideas y recuperó otras de la mejor tradición revolucionaria.

El pensamiento de izquierda —apuntaría después— ha sufrido una crisis prolongada. Pero la capacidad de resistencia y la cultura de rebeldía social y política acumulada por cientos de millones de personas durante el siglo XX están dando frutos en la centuria que comienza. Desde diversidad de ideas y movidos por la necesidad y la conciencia, los movimientos populares actuales van encontrando un denominador común: el antiimperialismo.

LLEGÓ PARA QUEDARSE Y AVANZAR

Volodia Teltelboim. En el criterio de Volodia Teitelboim, la esperanzadora coyuntura latinoamericana actual «empezó con Cuba».

Llegó para quedarse y avanzar, no para retroceder, aunque —advirtió— los peligros son inmensos.

La posibilidad del cambio radical y revolucionario de la sociedad —dijo— ha sido demostrada por lo que identificó como «la hazaña de Fidel», incluso después que alguien sentenció falsamente el fin de la historia.

Por casi medio siglo, contra viento y marea, Fidel ha encabezado un proceso de transformación trascendental «no solo en su país sino para América Latina y la humanidad inconforme y descontenta».

«También de humanidad y grandeza están hechos este hombre y su obra, en el afán de lograr un sueño milenario del hombre postergado». Su divisa —asevera— es humanizar la vida. Suya es la causa de la justicia y la igualdad, sobre todo para los pobres del mundo: el hombre olvidado, la mujer discriminada, para mejorar la condición humana y superar el subdesarrollo de nuestra América.

«Gracias a todas las generaciones por laborar en la gesta. Acompañar al gigante —no un superhombre veleidoso— es un privilegio, una honrosa suerte, una responsabilidad contemporánea».

Para Teitelboim, no ha habido en el siglo XX alguien de esta Tierra que haya merecido el desconocimiento, la furia y la impotencia del enemigo como Fidel.

«Es el dirigente previsor y sencillo; ha practicado siempre la ética como cimiento del edificio, el rostro del servidor público, porque eso es: un servidor del mundo.

«Su labor —agregaría— no es fruto de inspiraciones repentinas, que a veces también cuentan, sino de una razón de existir derivada de una actitud inclaudicable, de una filosofía de vida, de una posición revolucionaria. Su conducta y proceder obedecen a principios entrañables; son de hoy, y fueron a su modo los de ayer, con la guía de su maestro José Martí, y están en proceso de permanente comprobación».

Fidel, expresó también el intelectual chileno— se afirma en la historia de Cuba, y no se ha rendido jamás ante las supuestas fatalidades de la historia, porque estaba plenamente convencido de que la acción del hombre podía cambiarla. Es la gran figura histórica de un largo período, el gran presente en un horizonte que hasta hace poco tiempo parecía remoto y solitario.

«En tu 80 cumpleaños, junto a la Fundación Guayasamín y a millones de seres humanos a través de la Tierra, te damos las gracias por el bien que le has hecho a la humanidad, deseando de todo corazón lo mejor para ti y para Cuba, la bella».

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