Fotos: Calixto N. Llanes
Providencia, Santo Domingo, Altos del Naranjo… Cruzamos de un punto a otro subiendo por pendientes de hasta 45 grados. La carretera es de hormigón y tiene estrías. Esas «arrugas» —al decir de Polo, el más veterano expedicionario— facilitan el agarre de las gomas de los camiones ZIL 130. Madrugamos con diana y cruzamos el río La Plata, de aguas casi gélidas. El paso se nos antojó un acto circense. La corriente que la víspera acogió a numerosos bañistas no habría tenido reparo en mojarlos nuevamente; quizá porque intuía que el frío de la Sierra obligaría a la tropa a un «repliegue higiénico». Descendimos de los camiones en Altos del Naranjo (950 metros). Desde allí hasta la Aguada del Joaquín (1 650 metros) hay ocho kilómetros, cumplidos por la vanguardia en poco más de tres horas. La «punta trasera» rindió el tramo en ocho. En ella iban, entre otros, el Guille (izquierda), inspirador de la Tecla y de la expedición, en busca de su vigésimo encuentro con el «techo de Cuba», e Hipólito Torres —Polo—, el Capitán Descalzo (derecha), quien hizo su ascenso 145. La ruta final de cinco kilómetros para llegar al Turquino (1 974 m) es dura y revienta al más campeón. Si no, que lo digan la subida del Pico Joaquín y el Paso de los Monos. Una instantánea del Turquino desde el Teatro de las Nubes, mirador natural del pico Rascacielo
El frío nos obliga a «disfrazarnos», pero la Tertulia calienta a los presentes. A la luz de linternas se leen los textos ganadores del concurso y se dan vivas a Fidel, Raúl y a la Revolución. Cantamos felicidades a Fidel y a René. Cortamos un cake criollo, elaborado y llevado a la altura en tiempo récord por trabajadores de Campismo. Polo y Aliesky sumaron 77 y 21 agostos, respectivamente.
Para subir al Turquino se necesitan botas, mochila y… ¡masajistas! (1 250 metros).
Al fin, con Martí!