Tiempo extra
Como tirios y troyanos andan los aficionados luego de anunciada la nómina de 28 jugadores que, vestidos con la franela de los Vegueros de Pinar del Río, defenderán al béisbol cubano en la venidera Serie del Caribe.
En un bando, los que sostienen como estandarte la idea de que, cuando hace un año Villa Clara marcó nuestro regreso a estas lides, se dijo —y se cumplió— que sería el equipo campeón, con algunos refuerzos, el participante en el certamen. Y eso no sucederá ahora, porque 16 de los escogidos no estaban en la nómina pinareña en el momento de su coronación.
En el otro lado, los que comulgan con la nueva filosofía: será un torneo de elevado nivel, en el que no se irá a participar, sino a competir y ganar con el mejor equipo disponible.
Y en medio de todos, un mar de argumentos con sus particulares lógicas, entendibles según la trinchera desde la que se defiendan. De ahí que se impongan un par de reflexiones, breves por el espacio, aunque haya mucha tela por donde cortar.
La Serie del Caribe no es tan exigente como un Clásico Mundial, pero ningún equipo que reine en nuestra Serie Nacional cuenta con el arsenal competitivo suficiente para presentarse en pleno y con buenas opciones de triunfo. Si existiese alguna estructura o torneo con cuatro o seis equipos, con la calidad concentrada en ellos, quizá sería innecesario este debate. Pero no es el caso.
Es evidente que llevamos a San Juan una selección nacional para afrontar una competencia entre clubes. Sin embargo, habría que tener en cuenta que estos rivales son casi «internacionales», con jugadores de diferentes naciones, aunque no sean los mejores. Lo justo sería que el equipo pinareño en pleno enfrentará, por ejemplo, a unos Indios de Mayagüez integrados exclusivamente por jugadores nacidos y formados en esa ciudad boricua. Tampoco es el caso.
Si se trata de merecimientos o de cumplir con la palabra empeñada, todos los jugadores pinareños tendrían que estar en el grupo. Sería lo más «romántico» que pudiera suceder. Pero en la práctica, se trata de un objetivo que trasciende los límites provinciales. La decisión de premiar ese esfuerzo colectivo con la participación en otro certamen internacional aparece, en el día de hoy, como la opción más sensata y justa.
A su vez, el hecho de que en el listado aparezcan los pilares del triunfo pinareño en la pasada temporada, es parte de ese reconocimiento. Pudieron ser ahora la mitad, incluso más, de no ser por algunas sanciones o mermas de rendimiento.
Otra cosa es el análisis sobre el destacamento de «refuerzos», polémico en contados casos, pero que en esencia reúne las mejores armas disponibles para alcanzar el sueño, aun cuando no garanticen absolutamente el éxito.
En cualquier caso, fueron los elegidos por Urquiola, al que vi sereno y optimista a la hora de exponer sus argumentos. Gane o pierda, no sería nunca cuestionable su capacidad para sobreponerse a las pasiones, a su probado amor por el terruño y al enorme respeto que siente por todos sus jugadores.