Los que soñamos por la oreja
Lamentablemente, entre nosotros han sido en extremo escasas las producciones dentro de los terrenos del jazz rock. Incluso, diría que en ciertas zonas de la crítica y de los musicólogos locales, el rechazo a tal manifestación ha sido notorio. La reacción en oposición al jazz rock en Cuba parte de dos objetivos de defensa ciertamente esenciales: lo cubano y lo original, que son dos derivaciones a escalas distintas de un mismo problema: la identidad. Sin embargo, lo cubano se ha defendido como programática institucional más que como conceptualización contemporizada, y lo original es exigido como acreditación del milagro personal de ese pequeño dios que se cree el artista moderno, más allá de que ponga o no a funcionar de modo original los contenidos espirituales de nuestra cultura.
En lo antes expuesto hay que buscar las causas de por qué un disco de tan excelente factura como el titulado Mal tiempo, acreditado al baterista y compositor Ruly Herrera, y que fuese galardonado en la categoría de jazz del Premio Cubadisco correspondiente a 2015, apenas ha tenido promoción en los medios de comunicación en Cuba. A mí, confieso que me encanta que entre nosotros empiece a haber gente que se atreva a acometer propuestas como esta, un álbum que sin dejar de transpirar cubanía por sus cuatro costados se aparta por completo de lo que suele esperarse de un jazzista cubano, o sea, la clásica incursión por el jazz latino (o afrolatino, como prefiere llamarlo el maestro Leonardo Acosta).
El álbum Mal tiempo, de Ruly Herrera, es un fonograma que, en lo particular, disfruto de principio a fin, en virtud de la frescura y desenfado de la propuesta en conjunto.
Contentivo de nueve temas, el disco empieza con el corte denominado Intro, llamativa carta de presentación a cargo de un dueto de bajo y batería, con algunas pinceladas de voz. De ahí en adelante, las restantes ocho piezas serán una muestra de la variedad estilística por la que apuestan Ruly Herrera y sus músicos de respaldo. Así, desde un sonido en el que predominan los elementos del jazz rock, este baterista se acerca por momentos al funky, a la balada o a lo que se tiene por más auténticamente cubano.
Cortes como Tráfico, Hanami, Almendrón, Mal tiempo, De to’ un poco o Un simple adiós, satisfacen el gusto del más exigente amante del jazz. Empero, si me preguntasen por lo más impactante de la grabación, creo que en el material hay dos piezas que sobresalen. Me refiero a la versión realizada acerca de ese clásico que es Caravana, aquí traído a los aires del funky y con un destacadísimo trabajo en el universo de los timbres. El otro tema que para mí se lleva las palmas y que resulta mi favorito de toda la grabación es el titulado Homenaje a Yellow Jacket, auténtica maravilla tanto por su estructura morfológica como por el hermoso diseño melódico que posee.
Fonograma sacado al mercado por Producciones Colibrí y en el que encontramos abundancia de solos bien calientes a cargo de batería, guitarra, bajo, teclados y saxofón, esta ópera prima de Ruly Herrera deja claro que él no solo es un notable baterista sino también un atinado compositor y orquestador. Así pues, a quienes se interesen por propuestas de jazz no manidas, les recomiendo busquen el trabajo titulado Mal tiempo y comprobarán que este es un disco de alto vuelo artístico, que sirve para corroborar la idea de que la comprensión de los problemas globales planteados a nuestra cultura y a su vanguardia creativa sigue colocando al artista cubano ante el enigma de lo universal, como a Edipo frente a la Esfinge.
El jazz rock y la fusión en su sentido más amplio, recogidos en un trabajo como el de Ruly Herrera, resultan una reformulación de la dialéctica entre lo universal y lo nacional, entre la tradición y la vanguardia, en los mismos términos de hipérbole y trauma a que han llegado la internacionalización de la economía y de la cultura en la actualidad.