Los que soñamos por la oreja
Los medios de comunicación en nuestro país han informado acerca de que durante el presente 2009 se celebrará el centenario del natalicio del mítico intérprete Barbarito Diez, considerado por muchos como la voz del danzón en Cuba. Entre los planes para festejar el aniversario se incluyen coloquios sobre la vida y obra de dicha destacada figura de nuestro mundo musical, concursos de bailadores de danzón, así como la edición de un libro y de una antología por el sello Colibrí, a manera de tributo a uno de los más grandes cantantes que ha dado nuestra música popular.
Afortunadamente, con la puesta en marcha del aludido programa de homenajes coincide la circulación de un disco publicado por la EGREM, como parte de su Colección Las Voces del Siglo, y en el que podemos disfrutar de la maravilla que fue el trabajo de Barbarito Diez con la Orquesta de Antonio María Romeu. Este es un CD que en particular me ha atrapado, pues me trae muy gratos recuerdos de mi infancia.
Mi familia solía hacer unas tertulias los domingos, a las que asistían varias amistades. Una de las presentes en cada uno de aquellos encuentros era mi tía Nereida Borges López o Nera, como le decíamos, que al sentarse al piano de casa siempre tocaba uno que otro danzón y, por supuesto, no faltaba alguna de las piezas que formaba parte del repertorio de Barbarito y que en aquellas veladas de mi niñez eran cantadas por mi padre. Cuando no sucedía así, el tocadisco resultaba entonces el encargado de que se escuchase la propia voz de Diez, recogida en uno de los varios LPs que del intérprete atesoraban en mi hogar y que aún conservo en mi fonoteca.
De ahí me nació el gusto por el danzón y en especial por la música de Barbarito Diez con la Orquesta de Antonio María Romeu. Por eso, cuando ahora pongo en la compactera este CD, contentivo de 16 piezas, revivo numerosos recuerdos de mi infancia y que pensaba había olvidado. De paso, me doy cuenta de que esa voz y el sonido que la respalda, sin discusión alguna, es parte de mi personal banda sonora.
Y es que temas como Las perlas de tu boca (Eliseo Grenet), Si llego a besarte (Luis Casas Romero), Santa Cecilia y Longina (Manuel Corona), Yo sé de una mujer (Graciano Gómez) o Una rosa de Francia (Rodrigo Prats), podrán ser cantadas por muchos intérpretes, pero las versiones que de esas piezas realizase Barbarito son sencillamente memorables, gracias al virtuosismo que él impregnase a cuanto tema asumiera. A ello habría que agregar el valor añadido que representan los acompañamientos orquestales de una de las grandes charangas que ha tenido Cuba y en la que brillaba con luz propia el piano de Antonio María Romeu.
Con un concepto de producción a cargo de Jorge Rodríguez, edición realizada por José Pérez Lerroy, pasterización por Líber Rivero Pérez, notas discográficas de José Reyes, diseño gráfico de Alberto Medina Peña y trabajo de archivo de Nancy Hernández, el fonograma acreditado a Barbarito Diez y la Orquesta de Antonio María Romeu es un material musical de altísima valía. Solo quiero señalarle como algo negativo que, al clasificar el disco para su comercialización, el mismo se catalogue como de «canciones y boleros», cuando en él encontramos danzones, piezas de origen trovadoresco y algunas que en su concepción inicial fueron compuestas en tiempo de habanera, como sucede en Veinte años.
Ahora que se desarrolla un conjunto de actividades para conmemorar el centenario de la llegada al mundo de nuestro Barbarito Diez, alguien que sin tocar instrumento alguno se convirtió en ídolo musical para varias generaciones del pueblo cubano, pienso que el mejor de los homenajes sería que un disco como este y en general toda la música grabada por el cantante fallecido en 1995, se difundiese con la frecuencia debida en nuestra radio (algo que no acontece) para el deleite de quienes gustamos de su quehacer como singular intérprete y para que los más jóvenes también le conozcan. Lamentablemente, ese sentido de promover nuestra memoria sonora suele quedar como asunto de papeles y ya se sabe que estos se los lleva el viento.