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El gallego Villamil

La antigua provincia de Oriente es el territorio que más generales aportó al Ejército Libertador cubano, que entre 1868 y 1898 contó con 220 oficiales de ese rango —de brigada, de división y mayores generales—. Siguen a esa provincia Las Villas y Camagüey, y luego La Habana, Matanzas y Pinar del Río.

Hubo además generales no cubanos. Siete nacieron en Venezuela e igual número en Santo Domingo. Tres en México y dos en Colombia, además de un francés, un polaco, un puertorriqueño y un chileno. Dos norteamericanos ostentaron ese grado y uno de esos fue, aunque por muy poco tiempo, general en jefe de las tropas libertadoras. Hubo asimismo en las tropas cubanas generales españoles —canarios, catalanes, gallegos… Entre esos últimos sobresale Francisco Villamil, el primer español y único gallego que alcanzó el grado de mayor general, a solicitud, nada más y nada menos, de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria.

Acaba de aparecer en España, en gallego y en español, un libro sobre este singular personaje. Se titula Mayor general Francisco Villamil; gallego y cubano. Se trata de un ensayo biográfico publicado por la Biblioteca Galego Cubana Herminio Barreiro, de la Asociación de Amistad Francisco Villamil. Es obra del escritor y periodista cubano Eddy E. Jiménez, autor, además, entre otros títulos de Hablar de Cuba. Hablar del Che; conversaciones con Leonardo Boff y Frei Betto y La revolución de los camaleones, así como de La guerra no fue de fútbol, que le valió, en 1974, una mención en el certamen literario de Casa de las Américas.

Reconocer quién era

El Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba, consigna en su tomo I que Villamil nació en 1833 y murió en 1873, a consecuencia de una herida de guerra, a los 40 años de edad.

Es mucho lo que de él se desconoce. Escribe Eddy E. Jiménez al respecto:

«Se desconoce cuál era su estatura física, si era alto, pequeño, grueso… cuándo y en qué lugar de Galicia nació, en qué fecha llegó a Cuba, quiénes eran sus familiares, tanto en la Isla como en la península, qué día exacto de aquel triste agosto de 1873 falleció, dónde descansan sus restos. Mucho aún se desconoce sobre él, ni siquiera sabemos de su segundo apellido».

¿Qué conocemos entonces? Recuenta Jiménez el accionar de Villamil y escribe que ocupó el mando de Las Villas, bajo las órdenes de Ignacio Agramonte. En sus campañas se enfrentó y derrotó a renombrados generales españoles. Dice asimismo que patriotas de la talla de Serafín Sánchez y José González Guerra se formaron bajo sus órdenes.

Precisa Jiménez que es mucho lo que habría que averiguar, «pero lo más importante es reconocer quién era». Pregunta: «Quiénes y cuántos saben que ese gallego de proezas y enseñanzas se llamó Francisco Villamil».

No le perdáis ojo e informadme

Tuvo Villamil una vida de novela y como una novela la cuenta Jiménez en su libro.

Parece haber llegado a Cuba con 15 años, edad reglamentaria para que los varones se asentaran en el Registro y viajaran a América. Jiménez lo sitúa como dueño de tierras «y de algún que otro pequeño trapiche», pero deja claro que no pertenecía ni remotamente a la sacarocracia criolla.

Céspedes se alza en armas el 10 de octubre de 1868. El 4 de noviembre se insurrecciona el Camagüey. Las Villas debe esperar. No pueden los villareños contar con el factor sorpresa. A fin de impedir que la revolución llegue a Occidente, España prioriza militarmente esa zona, y lo hará hasta el fin de la contienda. En Cienfuegos más de 600 voluntarios se alistan en un batallón de infantería y se conforma un escuadrón de hombres de a caballo y en Remedios hay más de
1 100 prestos a entrar en acción.

Tropas frescas llegan de la península al territorio… Conocen las autoridades coloniales de la inminencia del alzamiento y la identidad de sus principales cabecillas. El capitán general Francisco Lersundi cursa un telegrama al gobernador de Cienfuegos: «Me avisan que Francisco Villamil alista gente para las partidas. No le perdáis ojo e informadme».

El 6 y el 7 de febrero, de manera casi simultánea, se levantan en armas las Cinco Villas (Santa Clara, Trinidad, Cienfuegos, Remedios y Sancti Spiritus). Tropas mandadas por Villamil atacan y toman el pueblo de La Esperanza. El combate de Ranchuelo y el ataque a la finca Santa Elena dan inicio victorioso a su carrera militar. El 13 de marzo las fuerzas mambisas se abastecen en Potrerillo de víveres y vituallas.

Desacertadas decisiones de los patriotas elevan a primer plano como jefe a Villamil que comprende que la ofensiva es la mejor forma de defensa y, rompiendo localismos, se mueve hacia Trinidad para ponerse a las órdenes del mayor general Federico Fernández Cavada. Los colonialistas españoles no aceptan que un español se convierta en una figura descollante de la insurrección.

Trinidad

Trinidad será para Villamil y Cavada una victoria en toda la línea que aterroriza a los señores del azúcar y a las autoridades coloniales que querían hacer creer en la pacificación de las Cinco Villas. Saquean los mambises el polvorín y el cuartel y se apropian de todo lo que encuentran, incluidos los cañones Parrow, y dejan vacíos los almacenes pertenecientes a comerciantes españoles afiliados al cuerpo de Voluntarios. Para colmo, se valen de las mulas del adversario para transportar el botín.

Quiso el brigadier Báscones, a la salida de Trinidad, detener a los mambises con su preciosa carga. Cavada y Villamil le hicieron morder el polvo de la derrota. Treinta españoles quedaron tendidos en el campo de batalla y los heridos, incluido el mismo Báscones, fueron numerosos.

En julio de 1869 Francisco Villamil es general de brigada. Con ese grado combate en Loma de Suazo, Banao, Jobosí, Ranchuelo… En enero de 1870, libra nuevos combates y al frente de una columna opera en Sancti Spiritus y pasa a Camagüey. Al año siguiente es jefe de la División espirituana. Sin recursos para enfrentar la brutal ofensiva enemiga, cruza la trocha de Júcaro a Morón y se interna en Camagüey donde queda al frente de las tropas villareñas subordinadas a Ignacio Agramonte.

Pero 1871 es un año difícil para Villamil. En julio es herido gravemente en la cadera derecha y sufre además el dolor de saber del fusilamiento del general Fernández Cavada a quien seguía en las buenas y en las malas y fuera uno de sus maestros en el arte de la guerra. Lo conmueve hondamente el asesinato del brigadier Guillermo Lorda, su compañero en innumerables escenarios bélicos victoriosos. En un gesto de crueldad insuperable, los españoles arrojaron el cadáver de Lorda en el portal de la casa donde mantenían a su madre prisionera.

«Pese a todo lo anterior por muy dolido que estuviese… Villamil no daba muestras de abatimiento y sí de acicate. Ni por encontrarse herido, perseguido con ferocidad y al mando de una tropa prácticamente desarmada, le faltaron arrestos…», escribe Eddy J. Jiménez.

El 1ro. de mayo de 1872 lo ascienden a mayor general. La orden del Presidente de la República en Armas contempla asimismo el ascenso de los brigadieres Julio Sanguily y Calixto García. Dice la orden:

«(…) El brigadier Villamil, designado por el Gobierno para el mando superior de las fuerzas de Las Villas, y herido también en acción, es español de nacimiento, lo que da más valor a su patriotismo cubano, consecuente en él funciona con grado de brigadier desde el principio de la Revolución y tiene hoy para reorganizar el Estado de Las Villas que desplegar una actividad e inteligencia que ameritan el prestigio del ascenso a mayor general…».

Como tal queda al frente de las tropas villareñas radicadas en Camagüey, subordinado como segundo al mayor general Ignacio Agramonte. Participa en varios combates.

Pero la vieja herida en la cadera termina pasándole la cuenta. La infección, tardía, traicionera, se generaliza y lo sume en una martirizante agonía que lo lleva a la muerte. «El bravo Villamil», le llama José Martí, en Patria el 16 de abril de 1892. Saludemos nosotros, con esta apostilla, el libro de Eddy E. Jiménez que rescata del olvido a un hombre que, sin haber nacido en la Isla, sacrificó su vida por la independencia de Cuba.

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