Acuse de recibo
«El duro camino de un trámite en el Inass para un incremento de jubilación», así califica el laberinto burocrático en que está entrampado, Juan Felipe Reyes Hurtado, residente en Alemán no. 872 (altos), entre Nueva Gerona y 1ra. del Oeste, Reparto Chamberí, Santa Clara, Villa Clara.
El veterano de 81 años relata que se jubiló en 2003, y ese mismo año comenzó a trabajar en la Sucursal Canec de esa ciudad como auditor y consultor, labor que desempeñó hasta el 31 de diciembre de 2019, pues ya hacía tiempo era hora de descansar.
Y acogiéndose a lo establecido en la legislación laboral, en febrero de 2020 él solicitó en la filial municipal del Instituto Nacional de Seguridad Social (Inass) en Santa Clara, el incremento que le correspondía en su pensión de jubilado, por los 16 años que laboró en Canec Y ahí comenzó la odisea.
Una vez revisada toda la documentación y aceptada, en el Inass le comunicaron que para dicho trámite tenía que hacer dejación del incremento de 42 pesos que por concepto de viudez le pagaban, a partir del fallecimiento de su esposa, pensionada también. Hizo el trámite de inmediato, y este demoró más de cuatro meses.
En junio de 2020 Juan Felipe recibió la comunicación de la rebaja de los 42 pesos, y creyó ver la solución. Pero, para su asombro, le entregaron una chequera y le eliminaron la tarjeta magnética con que cobraba su pensión. Le dijeron que no tenía derecho a esta.
No obstante, de nuevo entregó la documentación para el recálculo de su pensión a partir de los 16 años que laboró en Canec, ya jubilado. Y para mayor desgracia, a los tres días se la devolvieron, debido a que La Habana estaba cerrada por la COVID-19.
El 12 de octubre de 2020 comenzaron de nuevo los trámites en el Inass en La Habana, y nueve días después Juan Felipe entregó, una vez más, la documentación, presagiando que ya se acercaba la justicia a su bolsillo por los 16 años laborados, y con gran intensidad, después de su primera jubilación.
«Hasta el presente, señala el veterano, esta situación no ha tenido respuesta, salvo la recurrente: Eso está ahí». Y él, con 81 años a cuestas, y solo, se cuestiona hasta cuándo podrá esperar por lo que se ganó con su esfuerzo y su intelecto, ya después de jubilado.
Armando A. Céspedes ha tenido la entereza y la persistencia para escribir a esta sección. Y no es para menos, con lo que está sufriendo. Hoy intento al menos lanzar un S.O.S, con su clamor.
Refiere el remitente, quien reside en H2, apto.1, en el Distrito José Martí de la ciudad de Santiago de Cuba, que son dos ancianos, de 78 y 73 años, con isquemias cerebrales. Sin fuerzas para remprender nada. No explica si hay hijos o demás familiares, en su atormentado mensaje.
«Hoy mi apartamento está inundado, dice. Tiene 40 salideros procedentes del piso superior, varias rajaduras en paredes y techos, cables eléctricos sin proteccion y un posible derrumbe si tiembla fuerte, entre otras cosas. Perdone la insistencia», concluye.
Uno se pregunta si en ese barrio no hay la fuerza y la solidaridad humana para que tan lacónico y dramático mensaje estremezca y desate el apoyo de los vecinos, trabajadores sociales y cualquier entidad o persona que sienta el dolor ajeno como propio. ¿A nadie se le ocurre tender una mano a esos ancianos, al extremo de que tengan que escribir a un diario para que se fijen en ellos?