Acuse de recibo
El pasado 16 de febrero, Yasser Armas Aguilar denunció aquí la impune actuación de empleados que, en el Coppelia de la ciudad de Matanzas, vendían helado en cantidades desproporcionadas a personas que lo acaparaban para luego revenderlo, mientras afuera los consumidores hacían largas colas.
Aun cuando es un problema de oferta insuficiente contra la demanda, responde Domingo Díaz Aquino, subdirector de Operaciones de la Empresa municipal de Servicios Gastronómicos de Matanzas, y afirma que una comisión se entrevistó con Yasser, «y al explicarle las medidas y acciones que se tomaron por nuestra empresa se mostró conforme y agradecido por la respuesta brindada; y nosotros, estamos comprometidos con él y con toda nuestra población a que hechos como ese ya no tienen cabida en nuestro sector, porque empañan con esta indisciplina los resultados de nuestra empresa y el sacrifico de nuestros trabajadores por mantener los resultados alcanzados y trazar las metas y elevar la calidad de nuestros servicios».
Añade que, según se le explicó a Yasser, a los dos dependientes implicados ese día se les aplicaron medidas disciplinarias de cambio de puesto de trabajo a otro con menor remuneración económica, además de otras decisiones organizativas adoptadas.
Agradezco la respuesta, pero esta, a fuer de ser sincero, está plagada de palabras muy bonitas, pero insuficientes ante lo que sufren quienes en la cola solo desean consumir un helado.
Es preocupante que una entidad señale, con tanta retórica, la responsabilidad de los dependientes en una violación evidentemente común en esa heladería. ¿Qué hacen quienes administran y controlan el expendio de helados en el coppelia de Matanzas, y los que mucho más arriba deben velar porque aquella unidad no sea refugio de revendedores?
Yeniffer Díaz Castillo (calle J, No. 312 A, entre 25 y 26, Cojimar, La Habana) es madre de una alumna de la escuela primaria Urselia Díaz Báez, en esa localidad. Y como tal, plantea sus preocupaciones.
Refiere que dicho centro escolar fue reparado en el curso 2016-2017, pero el 17 de febrero de 2018, colapsó parte del alero. Una brigada fue y demolió la cubierta de la planta alta. Se afectaron las paredes y las columnas.
Añade que los niños, en este curso 2018-2019 están asistiendo a otra escuela, pero queda muy distante, y tienen que hacer largas caminatas.
«¿Cuánto más hay que esperar para volver a verla reparada y funcionando?», insiste Yeniffer.
Eduardo Rodríguez Cardentey (calle 16, No. 355, entre 23 y Zapata, Vedado, La Habana) cuenta que en el supermercado El Náutico, de la capital, se encontraban los clientes en una larga cola para comprar pollo. Y al observar que solo atendían por una caja teniendo dos más inactivas, solicitaron a la supervisora que se cubriera el servicio en estas.
Y la supervisora, llamada Yunisleydis Téllez, fue receptiva y adoptó las medidas consecuentes para el despacho, de manera que comenzó de inmediato el expendio en las tres cajas, con una fluidez que todos agradecieron.
«Puede parecer un hecho normal, manifiesta, pero la realidad es que no siempre se aplica una buena gestión, siendo una de las causas fundamentales de las deficiencias en nuestros servicios», resume Eduardo.
Son tales las desatenciones e inoperancias con los clientes en nuestras tiendas que algo normal y previsible, como la necesidad de ampliar los servicios en las cajas contadoras, se convierte en satisfacción de los consumidores.
La historia, de alguna manera, refleja lo mal que andan nuestros servicios en función del cliente. Pero siempre aquí congratularemos a quienes recapacitan y reparan en el sentido final de su trabajo.