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De cómo se apuntala el peligro

El 13 de octubre de 2018 Ana Elizabeth Torres Cueto, (Trocadero No. 263, altos, entre Águila y Amistad, Centro Habana, La Habana), denunciaba aquí un peligro mortal: el edificio colindante de tres pisos, el 265, está declarado inhabitable e irreparable con derrumbes grado A y B, según dictámenes técnicos de 1998.

Y la casa de ella, con techo de vigas de madera y losas, no soportaría la caída de un inmueble desde aquella altura. Desde que Ana se mudó para esa casa, en 1999, ya su abuela hacía trámites al respecto. Y desde entonces ha habido desprendimientos del edificio sobre la casa, ante los cuales nunca recibieron ayuda para recoger los escombros, a pesar de haber ido a todas las instancias.

El 1ro. de agosto de 2017 hubo otro desprendimiento del vecino inmueble. En Secons le dijeron que apuntalarían, pero entonces no había madera. Tras larga espera, un viernes retornó, y le prometieron que el apuntalamiento sería el siguiente lunes, pues había entrado la madera. Y no fueron ese día. El martes volvió para saber lo sucedido. Y le dijeron que ¡se había acabado la madera!

Lo peor fue la noche del 20 de mayo de 2018, cuando cayeron pedazos sobre el cuarto de Ana, quien, por suerte, no estaba en él en ese momento. Y desde entonces han reclamado a diversas instancias, incluido el Gobierno municipal. A lo sumo, el 8 de junio Demoliciones envió dos representantes allí, pero sin los instrumentos necesarios.

Lo peor de todo, denunciaba Ana, es que en 20 años el derruido edificio ha sido sucesivamente ocupado por ilegales. Pero Ana y su familia siguen bajo el peligro.

Al respecto, respondió el pasado 8 de enero Nelson Tamayo Carrillo, director municipal de la Vivienda en Centro Habana, que los técnicos del Grupo de Diagnóstico y Emergencias, perteneciente al Grupo de Conservación y Rehabilitación de la Dirección Municipal de la Vivienda, visitaron el sitio (no dice cuándo).

Y comprobaron, añade, que en el inmueble se necesita una demolición oportuna, y para poderla ejecutar se deben extraer y reubicar a las personas que habitan el mismo, lo cual ha impedido llevar a cabo la acción planificada.

«Es dable señalar, precisa, que aun cuando la demolición está planificada para el primer trimestre del presente año, la misma dependerá del proceso de declaración de ilegal que se iniciará de inmediato contra las personas que no tienen un estatus legal en el inmueble de referencia, toda vez que el resto de los convivientes que deben salir han planteado la voluntad de autoalbergarse sin necesidad de reubicación».

Sin embargo, en la respuesta no se explican las razones de por qué tamaño problema, que se ha prolongado durante tanto tiempo, no ha sido atendido a pesar de las gestiones realizadas. Los peligros a la vida humana no admiten esperas y justificaciones, ni pueden subordinarse a quienes irrumpen ilegalmente en un edificio inhabitable, posibles víctimas también de una tragedia que debe evitarse.

Amor y buen trato

Ada Díaz Sabigne (Calle 212, Edificio 9730, apto. 1, entre 97 y 101, La Lisa, La Habana) estuvo ingresada en la sala de terapia coronaria del hospital Joaquín Albarrán (Clínico de 26) de la capital, y transmite su gratitud y respeto a todo el personal que labora en ella.

Las razones son «la entrega, el buen trato, ánimo pronto, la paciencia y el amor que ponen cada día para atender a sus pacientes, que para ellos todos somos iguales; lo expreso así porque no es mi primera ocasión en esa sala».

Y agrega, para que la evoquen entre tantos pacientes que bien atienden y salvan —como siempre ella los recordará—, que es la directora del círculo infantil William Soler, de La Lisa.

¿Por qué allí no y en otras sí?

Y Juan Alberto Rodríguez (Eusebio Hernández No. 242-A, entre Alberto Nodarse y Víctor Torres, Colón, Matanzas) cuenta que es un paciente infartado con tratamiento de enalapril, con tarjetón. En la farmacia de Máximo Gómez esquina a Calixto García, donde está censado, el mismo día que comienzan a despachar el medicamento, se termina, y quedan pacientes sin poder adquirirlo. Sin embargo, en otras farmacias de Colón se mantiene hasta por una semana o más.

«¿Quién puede detallar lo que no se concibe? Al menos las explicaciones que he recibido en la farmacia no me convencen a mí, y creo que a nadie», manifiesta.

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