Acuse de recibo
Cuando uno lee misivas como la de Noel Barrios Furones (calle Maceo, No. 413, Florida, Camagüey) llega a sospechar que en algunas instituciones y servicios nacionales se ha perdido por completo la noción de buen trato —que es en definitiva respeto— al cliente.
Cuenta el remitente que entre fines de julio y principios de agosto pasados en la ciudad cabecera de su provincia, específicamente en la tienda que tiene para comerciar piezas y accesorios Cimex, sacaron a la venta baterías para motorinas, lo cual no sucedía desde al menos un año atrás.
Como él tiene un familiar en la urbe agramontina, mediante este adquirió cuatro de los valiosos dispositivos, para una motorina que posee y mantenía parada hacía tiempo. «Reuní el importe con mucho sacrificio, por ser pensionado. A los cuatro días de haberlas puesto, fallaron, y como estaban en garantía me las cambiaron. Otra vez pasó lo mismo y de igual forma no sirvieron; ya en ese entonces conocí por la gran cantidad de personas que estaban en lo mismo que el problema era que ese tipo de baterías son para recibir cargas continuas, (…) no para motorinas y, además, que llevan un cargador diferente, el cual no tenemos. En este municipio (inferimos que Florida) hay más de 30 casos en mi misma situación, y considero que en la provincia serán más».
Como es lógico, el afectado reclamó, y expresó a los vendedores que no quería más recambio, sino la devolución de su dinero. Sin embargo, «lo que se nos da como respuesta es que sí, se va a devolver ese dinero, pero que no se sabe cuándo, ya que todas las baterías que se vendieron, que era un contenedor completo, tenían otro uso diferente, pero (…) Cimex ya había depositado ese efectivo en banco y aún no se sabía cómo se iba a resolver el problema», relata el atribulado camagüeyano.
Aunque él no lo precisa en su carta, se sabe que, en lo referente a estos equipos, no estamos hablando de un bajo costo, sino de sumas considerables para el bolsillo de cualquier cubano, máxime un pensionado.
El caso es que cada vez que Noel se comunica con los comercializadores, le dan la misma nebulosa respuesta, y ahora, sin baterías ni certeza de cuándo recuperará su plata, aunque intente evitarlo, se encuentra bastante frustrado.
Si lo narrado resulta exacto, ¿cuántos mecanismos de funcionamiento y control fueron vulnerados desde quien compró un contenedor de dispositivos que no se ajustaban a lo que se demandaba, pasando por quien los comercializó, hasta llegar a quienes, debiendo solucionar rápida y eficientemente el problema con la devolución del dinero y las disculpas a cada cliente, han optado por evasivas y dilaciones?
Aunque ya el asunto hieda a repetido no por ello está resuelto; por tanto, hemos de seguir insistiendo con misivas como la del habanero Antonio González Olivares (calle 218, No. 6108, e/ 61 y 69, La Lisa), quien tiene contiguo a su vivienda un agromercado, cuya fosa rota vierte para el patio de Antonio.
El terreno de la vivienda se inunda entonces «de heces fecales y un olor insoportable, trayendo esto por consecuencia también tremenda cantidad de mosquitos infectados. Me he quejado a Aguas negras, al policlínico Cristóbal Labra, donde radica el personal de (erradicación de) los mosquitos y a Conaca y todos me dicen lo mismo: que ellos no tienen nada que ver con eso... Quiero señalar que en el agromercado también funciona una panera, que con esa fosa descargando así es (…) insalubre»...
¿Tendrán él y su familia que seguir conviviendo con el peligro? Ante un problema que se torna crónico en la urbe, ¿qué alternativas se están explorando para darle solución?