Acuse de recibo
La ingeniera Yarinet Vidiaux Arcia (calle B Nro. 10, Parcelación Caribe, Moa, Holguín) denuncia que, disfrutando de la licencia de maternidad por el nacimiento de su hija aún menor de un año, y faltándole cuatro meses para que concluya el pago de la prestación social correspondiente, la Empresa Constructora de Obras del Turismo Cayo Santa María de Villa Clara le informó que su contrato de trabajo venció el 30 de noviembre de 2017.
Explica Yarinet que, por política de esa entidad, los contratos de trabajo allí no son por tiempo indeterminado. Pero aun cuando el de ella venciera en la fecha citada, le ampara el artículo 11 del Decreto Ley 339, modificado con el objetivo de estimular la fecundidad, la incorporación y reincorporación al trabajo de la mujer y la participación de otros familiares en el cuidado y atención de los menores.
Ese cuerpo legal, sostiene, establece que las trabajadoras no pueden ser disponibles en el período en que se encuentren disfrutando de la licencia retribuida o no, pre y postnatal, y de la prestación social.
Refiere la madre trabajadora que la propia Empresa le sugirió remitirse a la filial municipal del Inass, donde se le informó que por medio de esta última tampoco se le puede hacer el pago de la prestación social del período restante hasta el cumplimiento de un año de edad de su hija.
«¿Por qué es interrumpida mi prestación social? ¿Quién asume mi prestación social a partir de que se me interrumpe?», cuestiona Yarinet, y aguarda porque una voz autorizada le explique y fundamente si una madre aún en disfrute de una licencia de maternidad puede ser declarada disponible, de patitas en la calle. ¿Acaso el Decreto Ley 339 se cumple para unas y no para otras?
Sergio Luis Pérez Matheu (calle 26 s/n, entre 15 D y Final, Torriente, provincia de Matanzas) cuenta que ese pueblito tiene una panadería inmensa que está bastante sub y mal utilizada, pues se construyó años atrás con el objetivo de producir el plan de la población, el de la gastronomía y el de los centros educacionales internos en el campo que existían entonces, y fueron clausurados posteriormente.
Y al disminuir la demanda y las presiones masivas, pudiera pensarse que debía producirse un pan con mayor calidad. Pues no. Paradójicamente, él lo atestigua:
«Entra y sale un año y otro, y no hay quién pueda comerse el pan que se elabora en este pueblo, pues nunca vio grasa y está mal horneado, con una harina de séptima calidad. Y hablando de calidad, parece que no hay nadie que la controle: ya en la tarde el pan está duro y casi con olor ácido; y al otro día ya tiene un moho blanco y un olor que para qué contar…
«Solo mejora cuando se están acercando las asambleas del Poder Popular. Y cuando estas terminan, vuelve a ser lo mismo. Tema de todas las asambleas y todos los mandatos, y el cuartico está igualito.
«La respuesta es que la harina que reciben es mala. Pero son más de 7 000 personas que dependen de ese pan, que es el mismo que se envía a las bodegas rurales. La mayoría de las veces las personas se van para sus trabajos, y los niños para las escuelas, sin poder comer un pan con vergüenza».
Para el pan de la Cadena Cubana, de mayor calidad, precisa, hay que trasladarse de 13 o 17 kilómetros, cuando se pueden montar los equipos para esa modalidad en esa misma panadería de Torriente, subutilizada. Ojalá algún día podamos comernos un pan decente», declara Sergio Luis con tristeza y un amargor similar al del pan de Torriente.
Y este redactor solo agrega: ¿La indecencia será del pan o de quienes lo fabrican mal? ¿Podría la tecnología moderna, por sí sola, resolver el problema de calidad de un alimento ancestral, que se cuece desde los albores de la humanidad, si no hay voluntad y exigencia de hornearlo con calidad y todos sus ingredientes y normas técnicas?