Acuse de recibo
Siempre recuerdo aquella famosa historia del campesino al que le otorgaron el tractor y el día señalado se llevó la yunta de bueyes para acarrearlo hasta la finca. Pienso en ella cuando compruebo que a veces afloran viejas mentalidades en momentos en que se quiere edificar nuevos ambientes, de lo cual resultan trabas, barreras y, finalmente, decepciones.
Algo de esto trasunta la carta que el cuentapropista Alexis Morazán (calle Lagunas No. 282, piso 2, e/ Gervasio y Belascoaín, Centro Habana) envía a nombre propio y de un grupo de compañeros que se hallan en las mismas condiciones.
Alexis y sus colegas pertenecen a la categoría de Elaboradores y vendedores de productos alimenticios y bebidas no alcohólicas, y no están de acuerdo con ciertos procedimientos por parte de inspectores de la Dirección Integral de Supervisión de los que han sido objeto.
Por momentos —dice el remitente— no se considera que poseamos la correspondiente licencia, que portemos el carné de contribuyente, que exhibamos correctamente la mercancía y mantengamos buena presencia física, que tengamos visible la licencia sanitaria y que estemos al día en el pago del impuesto.
El lector comprende la necesidad de la disciplina y las correspondientes regulaciones que la hagan funcionar; pero considera que cuando se va a los extremos ello desestimula.
«En el municipio de Plaza, que es donde (…) trabajo, no se puede vender en los siguientes lugares: calle J y 25, parque de 21 y H, 25 e/ 2 y 4, 25 e/ 10 y 12, 21 y 2, 17 y B, 17 y C, 4 y 19, 19 y D (...). Son ejemplos de sitios donde los otros compañeros y yo hemos sido multados, sin existir en esas direcciones escuelas, centros hospitalarios ni estar en vías principales que son las que ellos (los inspectores) alegan están prohibidos para la venta. ¿Por qué?», cuestiona el capitalino.
Reflexiona el cuentapropista que ya va siendo hora de que se publique en los medios masivos, con total especificidad, los espacios de la ciudad en los cuales no se puede ejercer la actividad comercial independiente, así como que se aclare la situación de lo que se considera «estar parado», «porque es inconcebible que uno pueda vender caminando».
Opina Alexis que, a pesar de que estas cuestiones están legisladas, hay un margen que queda a la apreciación de los inspectores, lo cual provoca que no siempre se actúe con justicia. «Nosotros contribuimos con el aporte al Estado regularmente. ¿Qué más se nos pide que no sea brindar un buen servicio y atención a los clientes?», comenta.
Concluye el capitalino recordando que, según le enseñaron sus padres, todo lo logrado con el sudor propio y dentro de los límites éticos y legales, es correcto. Entonces ¿por qué el cuestionamiento excesivo? «Solo pedimos eso: que nos dejen trabajar».
Desde el edificio 11, apto. 1, calle 9611 en el reparto Pueblo Nuevo, de Ceiba, en el artemiseño municipio de Caimito, nos escribe Héctor Castro Abstengo para agradecer el esmero con que fue intervenido quirúrgicamente de una grave lesión en la cervical, y posteriormente consultado, desde 2012, en el Hospital Docente Calixto García, de la capital.
«Transcurridos estos tres años he sido atendido por el neurocirujano Reinaldo Challoux y la doctora Lourdes (del departamento de Cirugía reconstructiva), a los cuales deseo expresar mi gratitud por su preocupación y profesionalidad. (…) Siempre con magnífico carácter, lo cual es también una terapia efectiva», apuntó el remitente.