Acuse de recibo
Tanto nos hemos acostumbrado a la energía eléctrica que casi no podríamos concebir la vida sin ella: sin refrigerar alimentos, sin alumbrarnos en las noches, sin un ventilador cuando agosto hace su agosto, sin un televisor cuando se transmite la novela...
Pero, según nos relata Aranelys Cruz Cañizares, el poblado de Puente de Guanayara —sito en la carretera Cienfuegos-Trinidad, a 12 kilómetros de la villa trinitaria— no cuenta aún con ese servicio. Aranelys (calle Fausto Pelayo Alonso No. 13-A, e/ Pueblo Nuevo y José Mendoza, Trinidad, Sancti Spíritus) es hija de Julio Cruz Sánchez, uno de los residentes de la barriada, y le duele ver cómo su padre y los demás pobladores del sitio llevan más de una década esperando por el «corrientazo».
Refiere la lectora que algunas autoridades locales han respondido a los planteamientos en este sentido de los lugareños, argumentando que existen construcciones ilegales en el lugar. Sin embargo —reflexiona Aranelys—, no se acaba de determinar cuáles de estas construcciones lo son, y en todo caso no deberían pagar justos por pecadores.
Otras autoridades del territorio han explicado que en la zona de marras no existen objetivos económicos de importancia, por lo que no figura en los planes próximos (plan del 2014, por ejemplo) hacer llegar allí la corriente, apunta la hija del afectado.
Tiempo atrás la Organización Básica Eléctrica (en la carta no se especifica si a nivel municipal o provincial) transmitió a los pobladores que podían abrir los huecos de los postes mediante medios propios. Estos se abrieron, y como desde entonces han pasado ya más de cinco años, pues se cerraron, rememora la espirituana.
Aunque no ignora que llevar la electricidad a cualquier punto requiere una inversión de recursos, la remitente no entiende cómo se ha podido instalar ese vital servicio a lugares mucho más intrincados del país y cómo la barriada donde vive su padre aún no se ha electrificado, a pesar de que muy cerca de ese enclave pasa un circuito eléctrico.
Más allá de las condicionantes específicas —que seguramente las autoridades de la Organización Básica Eléctrica explicarán—, casos como este, en el momento en que vive la nación, nos colocan ante la necesidad de valorar si determinados asuntos cuya solución históricamente dependió de la capacidad de gestión administrativa e institucional, podrían ser resueltos acudiendo a otras fuerzas y vías.
A partir de experiencias que han sido divulgadas, pienso en la solución de determinadas cuestiones mediante la movilización de los actores de la comunidad, de cooperativas integradas por los futuros clientes o de empresas de la zona que, paralelamente a su trabajo, puedan contribuir a mejorar las infraestructuras.
Desde el batey Héctor Rodríguez, casa No. 38, Sitiecito, Villa Clara, llega a Acuse el dulzor de la gratitud en voz de la veterana Gladys Delgado Díaz. Narra Gladys que el pasado 29 de enero, mientras se dirigía al hospital infantil de Santa Clara, al bajar de la guagua sufrió un ataque de epilepsia.
«Dos jovencitos muy amables, educados y cariñosos me auxiliaron. Yo llevaba jabas con comida, agua fría, en fin lo necesario para mi sobrina que tenía su niño ingresado, y esos jóvenes me protegieron no solo a mí, sino también a mis pertenencias», evoca la anciana.
«Al volver de la pérdida de conocimiento, uno de ellos sostenía mi mano derecha entre las suyas. Y me dijo: “Abuela, le sostenía su mano por miedo a que alguien le sustrajera la sortija”. Es una bella sortija de oro regalo de mi nieta.
«Deseo con toda mi fuerza que esos jovencitos llamados Maikel y Yankiel sepan que siempre tendrán un lugar en mi corazón (…). A sus padres, que se sientan orgullosos: tienen los mejores hijos del mundo, con unos valores humanos que ojalá abundaran», concluye Gladys.