Acuse de recibo
Todo comenzó una tarde de agosto de 2012, cuando a la bodega La mina de oro, en Manzanillo, llegó el pollo por pescado. A las 8:15 a.m. del día siguiente al arribo, José Quesada Ramírez se presentó en la unidad comercial a comprar el producto correspondiente a la libreta de sus padres y la suya propia. Pero ya se había acabado.
«Me explicaron que se repondría más adelante —narra el remitente—. No obstante, al día siguiente fui a la Zona de Comercio No. 3, sita en la calle Masó, esquina a Sol, donde el compañero Arturo me atendió solícito, verificando que ya estábamos incluidos en el listado de los faltantes y que por supuesto había que esperar... En diciembre de 2012 situaron el faltante, pero el correspondiente al período enero-julio 2012, quedando el de agosto excluido».
Y a esperar se ha dicho, se duele el granmense. En marzo de 2013 situaron un faltante de pollo, pero era el de febrero de este año. Y así pasó abril, mayo, junio, julio, hasta que el pasado 4 de agosto volvió el afectado al Departamento Comercial encargado del asunto y le dijeron que en menos de una semana le daban respuesta. Pasaron 15 días y nada. Volvió a presentarse en la empresa y le repitieron que ya tenían la respuesta, pero preferían dársela por escrito.
«No quiero extenderme en un análisis sociológico de por qué ocurren estas cosas (...), he procurado ajustarme a los hechos sin hacer más comentarios, que ya muchos incidentes como este han aparecido en su sección. ¿Cuándo repondrán ese faltante?», cuestiona José.
Y uno, al terminar de leer su misiva, no puede evitar la sospecha de que, tras un año esperando un producto alimenticio, el principal faltante, en este caso, no es el pollo. En Concepción No. 23, e/ Sariol y Villuendas, Manzanillo, Granma, José Quesada Ramírez espera una respuesta.
Quienes han padecido en carne propia —o de algún amigo o familiar— las enfermedades psiquiátricas, bien saben cuánto se necesita de la ternura, el cariño y el respeto de los que deben atender con ciencia a estos pacientes. Por eso, cuando estas virtudes saltan al paso, ennoblece agradecerlas.
Ese es el afán que motiva a Karelia Medina Morán (Edificio No. 6, apto. No. 5, Ampliación de Terrazas, Santiago de Cuba) a escribir «su gratitud y reconocimiento al Hospital Psiquiátrico de Guantánamo, que durante mucho tiempo y en reiterados ingresos de mi padre, Jesús Noel Medina Pérez, han dado el mejor trato, atención médica con profesionalidad, familiaridad y, sobre todo, con gran humanismo, en momentos en que se necesitan tan importantes valores».
En medio de muchas dificultades —destaca la remitente— ese colectivo ha logrado un servicio de calidad en la más oriental de las provincias cubanas.
Y la tercera misiva de hoy transita un trillo muchas veces recorrido en Acuse, pero que al parecer aún no nos deja las lecciones y acciones necesarias. El cienfueguero Miguel Ángel León Pérez se duele de los despiadados maltratos a los caballos, que ya de tan cotidianos a veces pasan inadvertidos.
«Actos tan crueles como estos resquebrajan nuestros valores humanos. No se trata de un caso en particular, sino que es alarmante cómo los golpean indiscriminadamente (...) con todo tipo de objetos, cómo se someten a excesivas cargas, cómo se les hace correr a velocidades increíbles por la vía pública, en fin, atrocidades inimaginables».
«Es cierto que la situación con el transporte ha incentivado la transportación mediante tracción animal, pero resulta totalmente inhumano que estén ocurriendo hechos tan lamentables en la actualidad y no se tomen las medidas drásticas pertinentes para evitar tal salvajismo», finaliza el lector.