Acuse de recibo
Parecía una mala película, un sueño raro del que Oria de la Concepción, por más que se esforzaba, no lograba despertar. ¿Ella, una delincuente? ¿Ella, una ladrona? ¿Y su moral? ¿Y tantos años de trabajo digno?...
Tienda Recaudadora de Divisas La Isla de Cuba, Calzada de Monte, Centro Habana, lunes 8 de abril de 2013, horas de la tarde. Oria buscaba un pulóver, por lo que tomó dos de la percha, se los mostró a la empleada y pidió permiso para pasar al probador. Ella le respondió que esperara, que estaba ocupado. La clienta colocó las piezas sobre la vidriera, donde la vendedora pudiera verlas perfectamente y aguardó con paciencia.
«Al salir la persona que estaba en el probador entré a este y procedí a probarme las piezas seleccionadas (…) No se correspondían con mi talla y nuevamente coloqué en la percha ambos pulóveres, en sus respectivos percheros», narra la remitente.
Toma otra prenda, siempre bajo la observación de la dependienta. Otra vez al probador, y al comprobar que tampoco le quedaba bien, lo reintegra a su sitio.
Definitivamente, la capitalina no compra nada y se encamina a la puerta del establecimiento. Dos porteros flanquean el paso. «Uno de ellos me dice que me aparte de la salida. Al preguntarle por qué, no me responde, y llega otro empleado procedente del interior de la tienda portando un equipo de comunicación interna en su mano», evoca la mujer...
El del equipo preguntó qué hacía. Que procediera, se oyó la respuesta. «Me indicó que lo acompañara, le pregunté por qué debía acompañarlo y respondió que donde nos encontrábamos no hablara nada, que la cámara de video de seguridad de la tienda estaba defectuosa y no se veía cuando yo había colocado el pulóver en la percha».
Turbada por la penosa situación, Oria argumentó que no se había apropiado de nada, que no entendía. No obstante, la condujeron a una oficina al final de la entidad donde se encontraban la dependienta de confecciones femeninas y otra empleada que laboraba en una computadora.
«Esta última (…), con muy mala forma, se levantó de su butaca y sin informarme que me harían una revisión corporal me levanta sorpresivamente el pulóver que tenía puesto, registra el ajustador y me baja el pescador. Todo esto en presencia del empleado de sexo masculino que me condujo (…), sin tener en cuenta mi privacidad. (…) Ninguno de los empleados me fue presentado como autoridades del establecimiento».
Cuando comprobaron que se habían equivocado, la mujer que había efectuado el intempestivo registro comentó que hacía varios días a una señora mayor le habían encontrado un bisturí dentro del ajustador. Oria apretó de vergüenza sus palabras y contestó que esa historia nada tenía que ver con ella y no justificaba tamaña vejación.
«En ese momento me comencé a sentir mal, con taquicardia y mucho nerviosismo (…) Le expreso que pudiera sufrir un infarto del miocardio por la situación. (…) Me responde de nuevo de una forma grosera que el que no la debe no la teme», relata la capitalina.
Solo el compañero que la había conducido al lugar del registro, al ver el caos
provocado, le ofreció disculpas. Al salir de la oficina, tal vez con buena intención pero con pésimo tacto, él mismo le sugirió a Oria que se retirara por la puerta trasera de la tienda. Ella se negó rotundamente.
«No había cometido ningún delito para salir por detrás como una fugitiva o delincuente. Le comuniqué que lo haría por la puerta principal, con la frente en alto (…). También le dije que nunca más compraría en ese establecimiento», recuerda.
«Nadie tiene derecho a humillar, abochornar ni difamar a una persona por simple presunción (…) Le informo que trabajé durante 37 años de forma ininterrumpida, como licenciada en Enfermería, de los cuales 28 fueron como vicedirectora de una institución de salud», sostiene la lectora. ¿Quién responde por tan amarga ofensa? ¿De qué autoridad disponen los trabajadores o directivos de cualquier institución para proceder así? ¿Qué ampara a un cliente ante un hecho como el narrado?
En la calle 57, No. 9262, entre 92-B y 94, Rpto. Pogolotti, Marianao, Oria de la Concepción Soublet Maestri espera una respuesta.