Acuse de recibo
No descubrimos el agua tibia si afirmamos que la vida cultural es a las comunidades como el alimento a los hombres. Allí donde se apagan los ecos del arte, del entretenimiento, de la literatura, aunque fuere en la prosperidad económica, no habrá individuos plenos.
Por eso Wilfredo Alonso Díaz extraña tanto los tiempos en que, siendo aún jovencito, conoció las mejores orquestas del país sin moverse de Guara, su pequeño pueblo, en el municipio Melena del Sur, de la actual provincia de Mayabeque.
A la mente de Wilfredo (Ave. 11, No. 180, e/ 18 y 20) vienen los compases de la Aragón, la Riverside, la Monumental, Rumbavana, la Original de Manzanillo; en sus oídos aún vibra la genialidad de Roberto Faz, Pello el Afrocán, Pacho Alonso, los Karachis...
A estas agrupaciones —enfatiza el lector— las conoció «en las fiestas tradicionales que se daban todos los años en Guara, que comenzaban el viernes... hasta el domingo a las doce de la noche».
Pero ahora estos festejos se han reducido a un día, y a regañadientes, por dificultades de variada índole, se duele el remitente.
«Este año que pasó, nuestras fiestas fueron el sábado 27 de octubre con apoyo de la gastronomía municipal. Para ese día el audio llegó en horas de la tarde y estaba previsto que actuara un grupo de aficionados de un hijo de nuestro pueblo que se brindó para alegrarnos», relata.
Y añade que también estaba programado el Conjunto Fascinación, con aficionados de Melena del Sur, pero estos llegaron y no actuaron por problemas técnicos.
«Ya al amanecer del domingo —evoca— no existía audio, el parque lleno de personas y un silencio total; hasta que unos jóvenes entusiastas buscaron un equipo de audio casero y pusieron música que apenas se escuchaba; así el pueblo trabajador, con deseos de divertirse, tuvo que resignarse».
No quiere este cubano que con las celebraciones de Guara suceda como con otras tradiciones, que se van eliminando aun a pesar de muchos, hasta que desaparecen por completo y solo condimentan los recuerdos en alguna reunión de familia o amigos.
Y para ilustrar el contraste, cita Wilfredo los jolgorios de la propia cabecera municipal: Melena del Sur, donde, afirma, sí hubo buena música y animación a partir de la presencia de artistas. «Lo malo —apunta certeramente el mayabequense— es adaptarnos a pensar que la fiesta es una cantina y ron».
Guara y cada pueblito del Archipiélago quieren, necesitan, como la Pastorita, su «guararey».
Y los obstáculos, tanto materiales como de índole organizativa, de gestión, entre muchos, casi siempre pueden superarse cuando los mejores esfuerzos de la localidad se coordinan en función de servir a la gente.
Hay que potenciar y compartir los valores aficionados que van surgiendo, pero también lograr que la gente interactúe con las figuras establecidas entre lo más relevante del país. Si alguna de estas se negara a ir hasta los barrios más intrincados, ahí está también la voluntad de muchas otras que con solo ser llamadas acudirían.
Baste para ilustrarlo la gira que ese genio llamado Silvio Rodríguez emprendió por las zonas menos favorecidas de la geografía nacional. Si Silvio y otros músicos, poetas, gente sensible en fin, han llegado hasta allí, por qué suponer que los demás no lo harán.
Tal vez quien escriba a los periódicos dentro de 30 años, pueda evocar cómo conoció en su juventud, desde el portal de su propia casa, a las glorias de Cuba.