Acuse de recibo
Con un considerable retraso de cerca de un año, llega la respuesta de Gabriel Romero Alonso, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular de Camajuaní, en Villa Clara, a la inquietud del lector Carlos Pérez Vergara, reflejada aquí el 10 de febrero de 2012.
Residente en Vueltas, pueblo perteneciente a ese municipio, Carlos se declaraba en su carta un ferviente defensor de las tradicionales Parrandas de la localidad, que se celebran cada 11 de julio, con la eterna rivalidad de los dos bandos: «Ñañacos» y «Jutías».
Pero le inquietaba el hecho de que los juegos pirotécnicos propios de los festejos, se activaran precisamente frente a un sitio tan especial como la funeraria del pueblo, que merece respeto y paz. Y también que el lanzamiento de los fuegos, en medio del entusiasmo de las Parrandas siempre humedecidas por el alcohol, hayan llevado destrucción y accidentes a los tejados con frecuencia.
Señala el Presidente que en otras ocasiones han existido quejas relacionadas con esa problemática, y se ha tratado de buscarle solución. Sin embargo, no ha sido posible por desacuerdo de la población.
«Al respecto —apunta—, se han realizado encuestas, reuniones y otros análisis, porque es cierto que es un tanto contradictorio que frente a la funeraria se tire fuego, lo cual, incuestionablemente, ocasiona molestias a los que ese día tienen que estar en un lugar tan respetado por todos. Sin embargo, casi de forma masiva hay un rechazo cuando se ha propuesto o incluso cambiado para otra calle o lugar, que se ha hecho en más de una oportunidad».
En los análisis realizados, señala Gabriel, se argumenta que, desde que existen las Parrandas, esa es el área de fuego. Por tanto, constituye una tradición muy arraigada. También señalan que la funeraria siempre ha estado en ese lugar.
«De todas formas —afirma—, estamos en la mejor disposición, y volveremos a evaluar este tema en el Consejo Popular de Vueltas, por lo sensible que es. Al final Carlos Pérez Vergara tiene razón».
Ana Julia Alegría Jiménez, vecina de la finca Palmarito, en Remedios, Villa Clara, en fecha cercana al 10 de octubre se dirigió a la Empresa Eléctrica a reportar un potencial peligro: el metrocontador de su domicilio se encuentra en un palo de madera vieja podrida, con cables pelados y empatados, a no más de metro y medio del suelo. Y a la intemperie.
Ana Julia desea trasladar el metro a la pared de su casa, a dos metros y medio de donde está. En la empresa la recibió la funcionaria de Atención al Cliente, quien la llevó a ver el técnico. Este quedó en solucionar el problema lo más pronto posible, pues la consumidora tiene una niña de cuatro años de edad, muy intranquila.
Pasaron los días sin solución. Y Ana Julia retornó y habló de nuevo con el técnico, el cual mandó a su subordinado a revisar lo que ella le estaba planteando. El subordinado nunca fue. Ana Julia se dirigió al Poder Popular. Y la compañera que la atendió allí, la reorientó hacia el director de la Eléctrica —algo que ella había intentado infructuosamente— para que le explicara lo que sucedía.
«El Director, parece que molesto, ni me atendió, asevera. En el medio del pasillo me mandó a ver a la compañera de Atención al Cliente, para que me hiciera el contrato del trabajo, que debí pagar en el momento.
«El Director no me dirigió más la palabra. Al yo preguntarle, casi sujetándole por la mano, me dijo que tenía 30 días para cumplirlo. Pero hoy, 17 de enero, diez días después de haberse cumplido el mes del contrato, y ya habiendo pagado por el servicio aún sin recibirlo, no se han molestado en ir a mi casa. Vivo encerrada por el temor. ¿Es que tengo que esperar que suceda una tragedia para que lo solucionen?»