Acuse de recibo
Con apenas un clic o algún imprevisto, fallan las tecnologías de la información. Y es cuando la mente humana, que no debía estar programada como los software, debe buscar la solución por las vías tradicionales, sobre todo si es en la prestación de un servicio tan sagrado como el salario de un trabajador.
Maritza Cervantes (Calle 19 No. 1159 apto. 6, entre 16 y 18, Vedado, La Habana) labora como auxiliar de cocina-comedor en la escuela primaria Ormani Arenado Llonch, y cobra su salario mediante tarjeta magnética, a partir del día 10 de cada mes.
El pasado 11 de marzo, Maritza introdujo su tarjeta en el cajero automático del Banco Metropolitano (BM) de 23 y 8, para extraer su salario. Y aquella máquina fría se la devolvió, denegada. Ya el Banco estaba cerrado a esa hora.
Al día siguiente, Maritza va a la cercana Sucursal 247 del BM, en 23 y Montero Sánchez, y cuenta lo sucedido. Allí le explican que las redes se habían disparado, pero que ella no pierde su dinero. Y la envían a la sucursal del BM de Línea y Paseo, en el mismo municipio.
El 13 de marzo, en el BM de Línea y Paseo, le informan que han detectado una extracción de 600 pesos de su tarjeta, en un Banco de la Zona 6 en Alamar. Y Maritza se pregunta cómo es posible, si ella, como muchos trabajadores, cobra mensualmente su salario, y nunca ha llegado a reunir tanto dinero en la tarjeta.
La empleada le orienta volver el 27 de marzo, pues tienen que comunicarse con el Banco de Alamar para rectificar cuentas. Retorna el 27, pero quien la había atendido la primera vez no está. La citan entonces para el 29 de marzo. Ese día indicado le entregan la nueva tarjeta, y le explican que la anterior estaba desmagnetizada. Le dicen que espere más o menos una hora, y al rato le orientan que llame a Atención a la Población del BM, y explique su caso, que ellos la atenderán.
Maritza llama por teléfono y le indican introducir la nueva tarjeta al cajero, para ver qué le sale, y entonces ir allí o llamar otra vez. Va al cajero de 23 y 8 y realiza la operación, pero le deniega la tarjeta. Va al cajero de 23 y Montero Sánchez y le sucede lo mismo. Entra al Banco, y allí le afirman que es cierto que se había extraído dicha cantidad de dinero con su tarjeta y su pin.
«De hecho, era insinuarme que mis hijos o yo habíamos sustraído dicha suma. Explico que mi tarjeta nadie la toca, pero que en caso de que alguien la haya tocado, nunca he acumulado dinero en la misma. No entiendo de dónde salió ese dinero.
«Lo único triste de esta historia es que yo me encuentro desesperada, porque no puedo cobrar hasta mayo, hasta que pague ese dinero que yo no he cogido. Soy una trabajadora con principios, y les pregunto: ¿Cómo van a estar diciendo que no voy a perder mi salario, si ahora resulta que hasta tengo que pagar un dinero que sabrá Dios quién lo habrá extraído? ¿Alguien se imagina si cada mes, cuando se disparen las redes, los trabajadores honrados tendremos que pagar por eso?
«Tampoco entiendo que se me diga así de fácil que mi salario, el cual trabajo con tanto sacrificio y del cual vivo, no me lo pagan. Es una verdadera injusticia».
Siguen las denuncias de incoherencias en los precios. Hoy escribe Rosa Casanueva (Montoso 12, entre Carlos III y Lugareño, Plaza, La Habana) para contar que un mismo producto, el paquete de tres hamburguesas de pollo, muestra diferentes precios.
Precisa la remitente que dicho paquete se vende a 0,75 CUC en las tiendas de 23 y 6, y de 12 y 23, en el Vedado. Pero a solo unos metros de esta, en el quiosco del Rápido de 23 y 14, lo ofertan a 0,80 CUC.
Como si fuera poco, asegura Rosa que el mismo día en que detectó estas variaciones, terminó descubriendo una peor: en la tienda de la calle Perla, en el reparto La Perla, municipio de Arroyo Naranjo, y muy cerca del policlínico Los Pinos, ese mismo paquete de tres hamburguesas, de 210 gramos de peso, se vendía a 1,05 CUC.
«Para nadie es extraño —señala— encontrar a diario, en las tiendas, “multas” en los precios de los artículos, sean de primera necesidad o no». Y ella se pregunta cuándo se acabará de una vez con estas diferencias, tras las cuales no pocas veces se oculta el robo.