Acuse de recibo
El pasado 26 de mayo reflejé aquí la inquietud de Tomasa Pérez, vecina de calle 2 No. 13410, apto. 2, entre Embil y Pasaje Central, Altahabana, municipio capitalino de Boyeros: ella está construyendo su vivienda con esfuerzo propio, y solicitó un crédito al Banco para adquirir los materiales de construcción que ya se venden de forma liberada. Y el Banco le confirió un cheque como respaldo para la compra.
Pero cuando Tomasa fue a adquirir los materiales en los puntos de venta y rastros de Comercio destinados a ello, le dijeron que allí no aceptaban cheques. Ella no comprendía por qué, si el Banco se lo otorgó. Y lo más bonito es que el crédito vence en enero de 2012. Qué podré hacer, manifestaba la lectora.
Al respecto, responde Evangelio López, director comercial de la Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía de La Habana, que la red de tiendas de materiales de la construcción responde al principio de la oferta y la demanda, con precios de mercado paralelo, «y hasta la fecha no tenemos nada instruido para la venta a través de cheques».
Significa el funcionario que se contactó con el Consejo de la Administración Municipal del referido municipio y allí no tienen ninguna resolución ni instrucción que avale esta facilidad de pago hasta la fecha.
Afirma que la Empresa de Comercio y Gastronomía del municipio de Boyeros visitó a Tomasa y le explicó lo antes referido; ante lo cual ella manifestó su inconformidad, agregando que se debía haber creado el mecanismo.
Agradezco la respuesta de Evangelio, aun cuando se limita a reafirmar que no está establecido ese procedimiento, y no explica por qué. Inevitablemente, hay que preguntar: ¿Entonces por qué el Banco confirió el crédito por medio de un cheque? ¿Quién va a explicar la razón de que algo tan sencillo sea imposible?
La economía es un sistema de vasos comunicantes, que no admite nudos gordianos; eso nos ha costado trabajo entenderlo, y ahora felizmente pretendemos subsanarlo con la actualización del modelo cubano. La historia de Tomasa es uno de esos cabos sueltos, que dejan abiertas las costuras, con un tufillo a viejo.
Andrés García López (Carretera Central km. 379, Sancti Spíritus), reclama mayor respeto a los muertos que descansan «sin paz» en la necrópolis de esa ciudad, por culpa de los vivos que se creen más «vivos» de lo que son.
Refiere el espirituano que las construcciones de nichos en ese camposanto, autorizados o no, muestran un nivel de hacinamiento espantoso. «Cada quien ha querido guardar los restos de sus seres queridos de acuerdo a sus recursos, no lo veo mal; pero para construir uno, no hay que hacerlo obstaculizando o destruyendo, lo que obliga a que, en muchos casos, sea necesario pasar por encima de unos para llegar al que guarda los restos de tus familiares».
Refiere que si el entierro es en un área de estas, la tierra y residuales se arrojan encima de las otras tumbas. En ellas se pueden observar pedazos de tela podrida y restos de féretros, independientemente de que se hace necesario cargar los ataúdes chocando con cruces y caminando por encima del resto de las tumbas, afectándolas.
Ya para algunos familiares, afirma, se ha hecho difícil localizar los nichos de sus parientes, puesto que no se encuentran las áreas debidamente clasificadas, ni cuentan con un orden numérico para su localización.
«Nuestros muertos merecen un descanso eterno, sentencia; ellos fueron los precursores de nuestras vidas. Se necesita orden, disciplina y conciencia por los que autorizan y tienen que ver con estas irregularidades», concluye.
Ahora resulta que a los «vivos» no les basta con las indisciplinas e irrespetos hacia sus semejantes. Allí, los muertos sufren también la arbitrariedad y la aplicación de la ley del más fuerte, a la sombra de la falta de autoridad. ¿Qué puede decir la administración del cementerio? ¿Qué la dirección de Servicios Comunales?