Acuse de recibo
Desde Belascoaín 808, apto. 3, en el municipio capitalino de Centro Habana, Pablo E. Argüelles se cuestiona por qué un paquete de 20 kilogramos, enviado el 7 de febrero desde la ciudad de Miami, y que arribó al puerto de La Habana el 2 de marzo, luego de hacer escala en Panamá, no llegó a sus manos hasta el 5 de mayo pasado.
Refiere el remitente que el 28 de marzo él visitó la Zona Franca del Wajay en busca del citado bulto, y este aún «dormía» tranquilamente en el puerto. En el Wajay estaban despachando el contenedor-manifiesto 49, y su paquete estaba en el 52.
Entre el 4 y el 5 de abril, el contenedor 52 salió hacia Wajay, y el 5 de mayo es que Pablo logra recoger su paquete. «Véase la tremenda “eficiencia”: más de 30 días en el puerto…», cuestiona Pablo.
«Esa no es la eficiencia que necesita nuestro país, señala. Además, te cobran hasta la risa, como se dice en buen cubano. Aparte del arancel (174 pesos), que es correcto, (incluyen) la manipulación, el almacenaje, elaboración de documentos, según se relaciona en la factura, de la cual no te entregan copia».
Cuestiona por qué le cobran el almacenaje, y por qué 51 pesos por la elaboración de documentación, cuando una carga que solo demora en llegar a Cuba unos 16 días, se estanca más de dos meses en lo que él denomina «el burocratismo y el mal servicio».
José Rodríguez Pérez (calle Napoleón Diego, Edificio D, apartamento 1, Cumanayagua, Cienfuegos) es el energético de la central hidroeléctrica Hanabanilla. Y su voz tiene mucha autoridad cuando cuestiona, en medio de una cruenta sequía que ya da señales de emergencia, el imperdonable salidero que hace años existe en la conductora de Paso Bonito, la cual envía el agua a la provincia de Villa Clara.
Señala el energético que tal derroche afecta económicamente a la planta potabilizadora y al país; pues se pierde así un litro de agua cada cuatro segundos, hace varios años.
¿Qué se le va a decir a los vecinos que a diario conviven con ese salidero durante años, y han tenido que invertir para comprar tubos, de manera que ese río no les inunde sus casas?, pregunta José. Y este redactor agrega: ¿Con qué cara va a hablárseles a quienes, en medio de una cruel sequía, tienen sus llaves secas?
José sugiere a las autoridades hidráulicas que se den una vuelta por la zona de Las Cidras, en Cumanayagua, para que constaten la veracidad de lo expresado.
¿Será que algunos han anticipado unilateralmente y por su libre albedrío la desaparición de la aún vigente libreta de abastecimiento? Si no, ¿cómo explicar lo que sufren los consumidores de la bodega 20 del poblado Bizarrón, en el municipio de Güines?
Rosa María Márquez (calle 100 s/n, Bizarrón) denuncia que en varias ocasiones ha ido a adquirir el pollo que venden por pescado en esa bodega y se ha acabado. Le ha preguntado al administrador, y este le ha dicho tranquilamente que ese pollo siempre va a ser deficitario, porque entra con faltante (palabrita enigmática que nadie sabe qué encubre).
Insiste Rosa María que eso mismo ha sucedido con frijoles y pescado. Por eso, el 27 de abril se dirigió a las oficinas de Comercio a quejarse, y allí le explicaron lo mismo. Pudo ver varios listados de bodegas y carnicerías de Güines marcados por el síndrome del «faltante».
En febrero y diciembre de 2010 —subraya— hubo un faltante del pollo que afectó a 2 889 consumidores. Está pasando lo mismo en el 2011: en enero y febrero 2 939 consumidores no lo alcanzaron.
Eso lo plantean los electores en las asambleas de rendición de cuentas y lo conocen las autoridades del territorio. Da vergüenza ajena contarlo. Ya lo dije un día: hay faltante… de otras cosas.