Acuse de recibo
La sequía pertinaz fustiga La Habana. Ya en los fondos de varias de sus fuentes de abasto casi podrían sembrarse hortalizas. No pocos barrios de la ciudad están en zafarrancho, con medidas emergentes. Se espacian, reparten y disminuyen los horarios de bombeo.
Con esos truenos, ¿cómo podrá estar Jorge Rodríguez (calle 190 No. 4709, apto 3, Versalles, La Lisa), presenciando muy cerca de su casa, en calle 51 entre 180 y 190, un gran salidero de agua en días alternos? No tiene perdón tal indolencia.
¡Qué disgusto para Ignacio Álvarez (calle F No. 29, reparto Luis Carbó, San Miguel del Padrón), contemplar el desperdicio de agua en la avenida California entre 3ra. y 4ta., en ese municipio capitalino!
Hace más de tres meses reventó allí una conductora de agua. Fue reparada sin la calidad y el rigor requeridos, y el hueco que se abrió no fue tapado. Resultado: cada dos días, cuando se bombea el agua, esta brota a chorros por el punto de unión.
Algunos vecinos dicen que la presilla colocada en la rotura no es la adecuada, pues la que lleva no la hay, según los técnicos de Acueducto. Lo cierto es que los vecinos, viendo como está La Habana sin agua cada vez más, se muestran irritados con tal indolencia.
La otra dejadez, la peligrosa chapucería de dejar el hueco abierto, ya cobró su víctima en el barrio: el señor José Luis Mestre (calle B No. 170, entre Tercera y Cuarta) cayó en el mismo, se fracturó un tobillo y tuvo que ser hospitalizado.
¿Cuándo las entidades se verán obligadas a indemnizar al ciudadano por ese tipo de daños?
Allá en el barrio habanero de Santos Suárez, específicamente en el edificio sito en Milagros 661, entre Goss y La Sola, los vecinos están muy alarmados, porque llevan un año y diez meses con la cisterna de agua contaminada de albañales. Y no vislumbran la solución.
La denuncia la hace uno de los vecinos, Gilberto Crespo, quien relata que ya más gestiones no pueden hacer en el Gobierno municipal de Diez de Octubre, la Micro social y Edificios Múltiples en ese territorio.
Hasta una reunión se efectuó en la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda, en la que representantes del Gobierno municipal y varios organismos acordaron visitar el edificio. Y todavía los están esperando.
Una carta al Gobierno provincial activó el hecho de que un representante de este fuera allí y se entrevistara con los vecinos. Pero no volvió más.
«Al cabo de un año y diez meses —precisa Gilberto— seguimos en las mismas: cargando cubo a cubo el agua que necesitamos. Cuánta indolencia, falta de sensibilidad, burocracia y falta de respeto con los vecinos de este edificio. ¿Dónde están los responsables de esos organismos y departamentos que deben dar una respuesta a esta situación?»
El capitalino Juan Antonio Rosas (Juan Delgado 518, esquina a O’Farril, Diez de Octubre) partió el 27 de enero pasado a las 3:10 p.m. en un viaje de trabajo con destino a la provincia de Granma, en un ómnibus Viazul. Y al llegar a Bayamo, a las 4:45 a.m., con el apuro de apearse, no reparó en que había abandonado en el asiento su billetera, donde llevaba dinero, documentos de identificación y el pasaje de regreso a La Habana.
Posteriormente inició las gestiones. Se llamó a la agencia de Santiago de Cuba y les informaron que ese ómnibus había seguido viaje hacia Baracoa, y retornaba el sábado siguiente.
Juan Antonio pudo resolver su pasaje de retorno y dejó a un familiar encargado de interceptar el ómnibus a la vuelta, quizá sin mucha esperanza. Al llegar el Viazul, el pariente preguntó por la billetera extraviada. Los tripulantes del mismo, Pável Pérez y Roland Guillén, se la devolvieron. Una turista española la había hallado y se la entregó a ellos, quienes, a su vez, coronaban el ciclo de la honradez.
Juan Antonio quiere agradecer a los tres el hermoso gesto por partida triple.