Acuse de recibo
Hay que adoptar medidas ejemplarizantes y permanentes que cierren el cerco a la impunidad —no de corre-corre y parches—, cuando se revelan las denuncias acerca del vandalismo y la destrucción de los parques de la capital, ante los ojos de todos. Hay que poner freno definitivo.
Lo digo a raíz de las respuestas de Mariana Hechavarría, especialista en Comunicación Institucional de la Dirección de Servicios Comunales en Ciudad de La Habana, con respecto a dos quejas acerca de maltrato de parques infantiles, reveladas en esta sección.
La primera se reflejó aquí el pasado 3 de febrero, y fue de Daniel Conde Jacomino, un ciudadano cuyas ventanas dan al parque infantil Los Pioneros, sito en Avenida de las Misiones, La Habana Vieja, junto a la sede de la Organización de Pioneros José Martí y a solo unos metros del Gobierno provincial.
Daniel contaba que dicho parque infantil era centro de reunión de antisociales, de día y de noche, con la consiguiente destrucción, los gritos y escándalos. Y de noche, como no tiene iluminación, lo usan para todo lo imaginable. Hasta de baño público, algo completamente opuesto a lo que fue una feliz iniciativa para disfrute de nuestros niños.
Al respecto reconoce Hechavarría que lo planteado no está lejos de la realidad, por lo cual se tomaron medidas. Hicieron un levantamiento de las necesidades. Se lograron rescatar las áreas de juego, colocar puertas y rejas que limiten el acceso indiscriminado al área y la coordinación para un alumbrado permanente en horario nocturno. Se cambió al custodio, y se reunieron con los factores de la comunidad y con los jefes de Seguridad y Protección de las instituciones del entorno para la cooperación en la custodia nocturna.
La segunda queja que responde Hechavarría es la de Arnaldo Arévalo, reflejada aquí el pasado 25 de febrero, acerca del parque infantil recién creado en la zona de Micro 10 de Alamar, en la capital. Cuando aún no se había concluido el área, ya jóvenes y adolescentes, a cualquier hora del día y la noche, se montaban en esos aparatos que, por obvias razones, son diseñados para niños. Y el resultado, muy temprano, fueron bancos desprendidos y aparatos destruidos, sin que nadie hiciera nada para impedirlo. La obra no se cercó ni se le situó guardaparques.
Apunta Hechavarría que, según manifiesta el director de Servicios Comunales en el municipio de La Habana del Este, la historia es cierta. Los equipos se repararon y los bancos se volvieron a fundir y fortalecer. Se coordinó con el delegado y el jefe de zona de Comunales para que de conjunto se eviten tales hechos. Se trabaja en la captación de personal para cubrir plazas de guardaparques. Ya la instalación tiene su custodio las 24 horas.
La funcionaria insiste en que «aun así, el mayor custodio… es el agradecimiento, respeto y cuidado. Es tarea de todos, y corresponde a los mayores la persistencia en formar esos valores para exigirles a los jóvenes y adolescentes desde la casa».
Agradezco la respuesta de la funcionaria. Concuerdo en que hay que crear esos valores, pero no podemos esperar al idílico estado de cosas en que todos respeten la propiedad colectiva. El primer responsable de proteger este tipo de instalaciones es Servicios Comunales, que no puede llegar a la zaga de los acontecimientos. ¿Qué hacen sus representantes en la comunidad que esto se genera, y luego vienen a hacer la autopsia del fenómeno, por revelaciones periodísticas?
Claro que los ciudadanos deben contribuir a la preservación y el cuidado. Pero esos llamados a la conciencia de todos que muchas veces quedan en terreno de nadie, deben darse cuando el principal responsable asuma lo suyo y resuelva.