Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Se pondrán de acuerdo?

Cansados de esperar están los vecinos del edificio sito en Masó 154, entre Enrique Villuendas y Aranguren, en el municipio capitalino de Cerro. Lo confirma uno de ellos, Manuel Pérez Valle, quien cuenta que hace cerca de dos meses se presentó allí una brigada de Aguas de La Habana para solucionar una tupición exterior e hizo excavaciones de más de un metro de profundidad: una en la acera, y otra en la calle con tres metros de longitud. Se resolvió parcialmente la tupición, y se retiraron. Los huecos quedaron allí y se han convertido en acumulación de aguas estancadas y desechos. Durante las excavaciones, Aguas de La Habana perforó una tubería de gas. Se presentó CUPET y restableció el servicio mediante una acometida nueva. Para ello, picó la calle, y se fue igual, dejando sin sellar la perforación, y los escombros a su lado. Aguas de La Habana les informó a los vecinos que debían retornar de forma conjunta con los de CUPET para, entre los dos, extraer el agua acumulada en esos cráteres, rellenarlos y sellarlos. «¿Hasta cuándo? ¿Es muy difícil que esas dos entidades se pongan de acuerdo para concluir, con la responsabilidad requerida, su trabajo?».

Ojos para el bien: El 9 de mayo pasado, Enrique Alfonso Rosell (calle 36 número 3307, apartamento 2, municipio capitalino de Playa), fue testigo del exquisito trato y la amabilidad de la tripulación del vuelo de Gaviota La Habana-Bayamo. Y como si fuera poco, cuando retornó el 13 de mayo Bayamo-La Habana, momentos antes de partir, entre los pasajeros una nena de meses comenzó a llorar desconsoladamente en brazos de su madre. Sensibilizado, uno de los tripulantes, con tremenda paciencia y ternura, comenzó a echarle fresco a la bebita y a hablarle para calmarla, hasta lograrlo para tranquilidad de la madre. Otros pasajeros quizá no repararon en aquella escena como lo hubieran hecho si se hubiera registrado un maltrato o desatención. Pero Enrique Alfonso Rosell, como toda persona sensible que siempre hay en un conglomerado humano, sí tuvo ojos para tan noble episodio. Gracias.

Maltrato a los jubilados: Roelsis Basulto Hernández me escribe desde Edificio Gran Panel I número 151, en Esmeralda, provincia de Camagüey, para denunciar lo que él considera una soberana negligencia: «En varias ocasiones los pensionados, que merecen todo nuestro respeto, hacen su cola para cobrar en el correo de la localidad. Y cuál es su sorpresa cuando abren a las 8:00 de la mañana y anuncian que no hay dinero. Hay que esperar a que lo busquen en el Banco. Consecuencias: comienzan a pagar alrededor de las 10:40 de la mañana. Si se sabe que es el día de cobro, ¿no debe estar el dinero ahí, con tiempo? Si no hay seguridad, búsquese, pero no maltratemos a los que ayer dieron tanto sudor».

Peligro en la ciudadela: Fernando Lam me escribe desde la ciudadela situada en calle Omoa 372, entre Alejandro Ramírez y 10 de Octubre, en el municipio capitalino de Cerro: desde enero del presente año esos vecinos tienen una fosa reventada en el pasillo. Han tenido que situar tablones para poder transitar hasta sus respectivas viviendas. Y nada sucede, a pesar de todas las gestiones hechas en el Gobierno municipal, el policlínico, Aguas de La Habana y Aguas Negras, entre otros. Ellos no saben a ciencia cierta qué entidad es la responsable de atender el problema. Cual sea, no ha dado el rostro ni se ha llegado por allí. Hay que ver para sentir como si se viviera en la ciudadela, y en consecuencia atender el asunto. Lo otro es el olvido y el desentendimiento.

Sin recursos, pero con deseos: Francisco Gutiérrez (Francisco J. Zerquera 124, Trinidad, Sancti Spíritus) me escribe para elogiar la sala de fisioterapia del INDER en esa ciudad. Allí atienden a escolares, y cuando concluyen su objetivo básico, «se entregan con mucha voluntad a las personas que llegan con distintas dolencias, a pesar de que el local carece de medios; los que poseen están obsoletos y deteriorados. Pero eso no disminuye el deseo de laborar y el amor con que lo hacen el licenciado Pedro Miranda y su compañera de trabajo Deibis Gálvez». Francisco lo confirma con su carta: recursos faltan, pero el mayor de ellos siempre será la motivación y el amor a lo que uno hace.

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