Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Empantanados…

Todo fue hace más de un año. Comenzó a brotar agua de un registro situado en la esquina de Avenida del Oeste y José Rubio, en el reparto Los Pinos, del municipio Arroyo Naranjo. Y desde entonces, mana impunemente.

Juliana Georgina Burgués, vecina de José Rubio 12, entre Cisneros Betancourt y Oeste, recuerda con cierta nostalgia que esa calle de su barrio era muy limpia y sin baches.

Pero el agua fue arrastrando, en su torrente de indolencias, tierra y basura. En la calle ha nacido la maleza, como un signo acusatorio. ¿Qué calle? Hoy es «un callejón sucio y maloliente», sentencia Juliana Georgina.

Lo más triste es el despilfarro del agua que tanto le falta a otros habitantes de la ciudad. Pero las entidades a las cuales han acudido los vecinos llevan ya un año «peloteándose» la queja ciudadana de aquí para allá.

Al fin, como resultado de la persistencia vecinal, se personó una brigada de Acueducto y Alcantarillado con sus herramientas. Pero sus integrantes dijeron que no podían hacer nada, porque el problema se originaba en un registro de ETECSA, y lo podían dañar...

Juliana Georgina llamó entonces a ETECSA y reportó la situación. Cuando vinieron sus trabajadores, también dijeron que no podían hacer nada, y que no correspondía el asunto a ETECSA pues los registros telefónicos no drenan...

Mientras, el agua sigue manando a chorros, despilfarrándose. La calle es maleza, y los vecinos se preguntan si hay que acostumbrarse a tanta desidia. «¿Quién es el encargado de solucionarlo?», pregunta Juliana Georgina.

En la ciudad de Santiago de Cuba, José Emilio Calvo se cuestiona también la pasividad con que muchas veces las personas aceptan ciertas pequeñas imposiciones.

José Emilio, quien vive en Santa Lucía 81, entre Santiago y Teniente Rey, refiere que el deficitario transporte público por ómnibus de esa urbe suma algunas arbitrariedades que ofenden.

Las guaguas tienen torniquetes, y previos a este hay unos tres asientos que son «para empleados». Pero tal es el dogma, que si no monta ningún trabajador de los ómnibus estos viajan vacíos, aunque los pasajeros se apiñen en el viaje. Nadie puede sentarse...

Y cuando los viajeros protestan, la respuesta es que son «orientaciones». ¿Serán orientaciones o desorientaciones?

Y en Ciudad de La Habana, Belkis Matos Martínez va a tener que recluirse «a cal y canto» en su casa, situada en Oquendo 824, esquina a Peñalver, en la populosa Centro Habana.

La pobre mujer no puede abrir las ventanas porque debajo de ellas tiene los contenedores de basura, y lo que es peor: el impúdico vertedero que ha generado la indolencia de los vecinos que hieren el ornato y la limpieza citadinos.

Belkis se dedica a cuidar niños pequeños gracias a una licencia que tiene para ello. «Pero lo peor —enfatiza— no es el mal olor, el encierro... Lo que agrava mi situación es que ya no existe la acera de ese lado. Mi pared no tiene repello pues los carros que vienen a recoger la basura del vertedero han roto todo eso».

Asegura la señora que se ha quejado en incontables ocasiones ante los organismos correspondientes. Y ha discutido con los que llegan con las excavadoras y dañan la acera y su pared. Pero nada ha podido resolver. «Cuando les he llamado la atención, algunos me han respondido con groserías».

Suciedades, exabruptos, abandonos, asperezas, absurdos... Qué manera de empantanarse las calles y las gentes.

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