Si de voluntad y fuerza mental se trata, Johen Lefont es el indicado. Autor: Taymí Medina Hernández Publicado: 24/09/2024 | 10:12 pm
Sorpresa, ira, pánico, tristeza, alegría, impotencia, éxtasis. Esas y otras emociones pueden estar retratadas en las caras de cada cual y uno no poder identificarlas, por evidente que parezca. Suele ser así de enigmático el rostro humano —siempre lo he creído—, como el poema que se resiste a que lo entiendan tras varias lecturas. Por eso el día que Johen Lefont implantó su último récord mundial me propuse mirarlo milimétricamente cuando salía de la playa para ver sus originales expresiones luego de una brutal gesta en el mar.
Acostumbrado a firmar récords Guinness en piscinas, por primera vez en su vida logró una marca universal en el mar, tras recorrer 750 metros manteniendo el balón en equilibrio sobre su cabeza en las mágicas aguas de Varadero. Fue un domingo, pero el día anterior erró en su propósito, algo sin precedentes en su exitoso historial.
Realmente eso fue lo que me empujó a contemplar su semblante: el hecho de ver cómo proyectaba, sin necesidad de palabras, la felicidad y la victoria después de un sábado frustrante que le recordó que él también es un mortal y tiene permitido fallar. Su cara me dejó leer, al menos eso pienso, demonios vencidos y seguridad solemne, la receta justa para conseguir una pretensión desconocida que le demandó más voluntad de la acostumbrada.
Cuando el sosiego lo arropó,
se sentó en la esquina de un bote verde, en la ribera de la playa, y mientras el agua se mezclaba con sus pies, le confesó a Juventud Rebelde, tras una bocanada de alivio, que sus sensaciones eran de felicidad, tranquilidad y tensión controlada por un récord «inolvidable de verdad».
En tono reflexivo aseguró que pasó varios años practicando por entero el polo acuático y este deporte le dejó, entre otras enseñanzas, los conceptos de ganar y perder. El significado de este último lo ayudó a pasar página rápidamente del sabor amargo vivido por vez primera en esto de los récords mundiales con balón en el agua, un templo para él.
«Anímicamente mi equipo me respaldó. El Team Lefont, como le llaman, me dio fuerzas para intentarlo al día siguiente. Afortunadamente el domingo las condiciones del tiempo estuvieron un poco más favorables y lo pude conseguir. Como bien dices, cuando llegué a la orilla yo estaba muy arriba. Pero no solo ahí, todo el tiempo que nadé me mostré superpositivo. Te aseguro algo, yo tengo una fuerza mental muy grande. La he adquirido en todos estos años implantando récords. También me encargué de tranquilizar a mis seres más cercanos. Yo lo voy a lograr, les comenté.
«Es más, les dije que entraría hasta la orilla con el balón y eso hice. El entrenador me indicó que tomara para la izquierda, fui girando y controlando la esférica, hasta que las piernas me chocaron prácticamente con la arena. Paré y sí, quedé muy emocionado, la verdad. Todos mis familiares estaban más deseosos que yo con este récord, y siento que no les fallé», afirmó el matancero a la vez que me dio un par de golpecitos en el hombro, en clara señal de agradecimiento.