La posibilidad de impartir justicia en un torneo que convoca a jóvenes talentos, es una de las mayores aspiraciones de un profesional del arbitraje. Autor: Cortesía de Eddy Basulto Publicado: 16/05/2024 | 07:52 pm
Aunque nunca había incorporado la profesión del arbitraje entre los roles que he asumido en el mundo de los trebejos —entre ellos el de organizador, jugador y capitán de equipo—, ya no me resulta tan ajeno el ámbito de la justicia deportiva. Gracias a la invitación de los Árbitros Internacionales José Luis Ramírez, Bárbara López-Chávez y Merquiades Quintana de incorporarme al 2do. Seminario Nacional de Arbitraje 2024, he adquirido un bagaje de conocimientos y experiencias que me han permitido abordar el fenómeno ajedrecístico desde una perspectiva donde prevalecen la combatividad deportiva, las buenas prácticas competitivas y la objetividad.
En la inauguración del seminario, Carlos Rivero, presidente de la Federación Cubana de Ajedrez, había comentado cuántas expectativas habían sido depositadas en los profesionales que impartirían justicia en la 57ma. edición del Capablanca in Memoriam que comprendió los grupos Élite y Abierto, el torneo infantil Buscando un Capablanca y el Continental Senior de las Américas. Si bien el comité organizador del Torneo Capablanca —certamen de mayor longevidad en el ámbito latinoamericano—, había solventado las exigencias logísticas y se auguraba el arribo a La Habana de varios Grandes Maestros en representación de una veintena de federaciones; no obstante, era anhelada la actuación oportuna y desprejuiciada de los árbitros en esta competencia inaugurada en 1962 bajo los auspicios de Ernesto Che Guevara y José Luis Barreras.
Resulta ocioso para la familia del ajedrez cubano reconocer la importancia del Capablanca in Memoriam dentro del cronograma anual competitivo: ya sean los miembros de la preselección nacional con opciones de integrar el equipo olímpico cubano, los Grandes Maestros foráneos con aspiraciones de ocupar una de las «plazas fuertes» del ajedrez iberoamericano o los jóvenes talentos que anhelan despuntar entre los prodigios de su generación; el Capablanca continúa generando amplia expectación en cada sucesiva convocatoria. Prestigiado con la presencia de varios campeones mundiales en sus más de seis décadas de historia —Mijail Tal, Boris Spassky, Vassily Smyslov, Bobby Fischer y recientemente Ruslan Ponomariov—, el torneo de referencia de la ciudad que fuera designada desde el siglo XIX como Eldorado del ajedrez mundial, continúa incitando la participación de centenares de trebejistas cada año.
En busca del talento confirmado
Desde que Andrés Clemente Vázquez desconcertara a los lectores de la revista El Fígaro en un artículo publicado en 1893 donde daba fe de la existencia de un niño prodigio llamado José Raúl Capablanca, se ha vuelto cada vez más frecuente el desarrollo de mentes precoces para la práctica ajedrecística. En los últimos años, gracias al acceso a herramientas informáticas —bases de datos, módulos de análisis, plataformas de juego y entrenadores virtuales—, y a las oportunidades competitivas con que cuentan los trebejistas en ciernes, se ha vuelto cada vez más frecuente que se obtengan en plena adolescencia los títulos conferidos por la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE).
Al trabajo sistemático con los entrenadores —para optimizar aspectos de juego como la preparación teórica de las aperturas, el estudio de los finales, las combinaciones tácticas y la valoración de posiciones—, se le da prioridad en la formación de los futuros maestros titulados, a la actividad competitiva en las que se emplean diversos sistemas de competencia y cadencias de juego.
Aun con las dificultades con el transporte y el hospedaje, para los comisionados provinciales resulta una prioridad garantizar la presencia de sus pupilos en el Capablanca infantil. La posibilidad de competir e interactuar con los mejores jugadores de cada categoría, poner a prueba los conocimientos adquiridos y experimentar la presión competitiva; fue una motivación de peso para aquellos jóvenes que merecieron acceder al torneo Buscando un Capablanca que se celebró entre el 3 y el 6 mayo de 2024 en el Pabellón Cuba.
La cultura ajedrecística y la sensibilidad que debe distinguir a un experto en arbitraje son atributos imprescindibles a la hora de actuar en un torneo infantil, ya sea para registrar decisiones de juego, aplicar las leyes del ajedrez y atender reclamaciones de los jugadores en situaciones específicas. Durante las jornadas competitivas en las que actué como árbitro del Capablanca infantil en la categoría sub-16, fue imprescindible nutrirme del admirable proceder de mis colegas que han merecido un nombre propio dentro de la comunidad arbitral como Nelson Padura, Roberto Balboa, Clemente Morgado, Raúl Cepero, Eddy Basulto, Silvio Alberto García, y las Maestras FIDE (WFM) Ivette Catalá, Yurima López y Ana Bárbara Sierra. Aun cuando los profesionales del arbitraje aspiran tener controladas las más imprevistas situaciones de juego, no debe decaer la atención y el sentido de la cordura durante toda la competencia. En particular, ante determinados contextos en que los árbitros deben proceder con apuros de tiempo —el infausto zeitnot, cuyos efectos no son privativos de los atletas—, donde debe predominar la imparcialidad y la aspiración de la justicia.
Aunque resultaron escasas las ocho rondas de competencia, fue una satisfacción asistir al momento de la clausura en que se verificó el excelente trabajo formativo de determinadas provincias. Entre ellas, Matanzas que alcanzó siete medallas con apenas una decena de jugadores. También los habaneros obtuvieron resultados satisfactorios, como consecuencia del renacer de los trebejos capitalinos a partir del impulso de proyectos de desarrollo local —Jaque con Tomate, Villa Capablanca—, y la consolidación del Proyecto Soñando a Capablanca del Centro de Estudios ISLA.
Un combate por la calidad de vida
Aunque el Torneo Continental de Veteranos contaba con importantes incentivos para sus participantes —como la obtención del título de Maestro Internacional (IM) y la clasificación para el Campeonato del Mundo Senior—, ninguno resultaba tan estimulante como mantener el afán competitivo. Si bien la mayoría de los trebejistas que arriban a la tercera edad han experimentado la disminución de la resistencia física y la pérdida de las capacidades de cálculo estratégico, resulta admirable cómo continúan entregados a las alegrías y rigores de la competencia ajedrecística. Aun cuando buena parte de los jugadores senior se encuentran enfrascados de manera prioritaria en ámbitos complementarios de la actividad deportiva como el entrenamiento, la investigación y la pedagogía; los veteranos que se dieron cita en el salón Solidaridad derrocharon plausibles escenas de respeto a los rivales y de combatividad.
Si bien no acaparó la atención mediática que mereció el Grupo Élite, la celebración en La Habana del Continental Senior prestigió el poder de convocatoria y capacidad organizativa de los trebejos insulares. Ya antecedido por la realización del Campeonato Continental Femenino en 2023 durante el 56to. Capablanca, el Torneo de Veteranos auspiciado por FIDE América puso en evidencia que la capital cubana es una apuesta segura para la venidera realización de competencias internacionales.
No obstante estar limitados los premios a los tres primeros lugares del Continental, fue una profunda satisfacción presenciar el retorno exitoso al ámbito competitivo de entrañables colegas del tablero como Raúl Pérez Mederos, Pedro Leonard y Eduardo Méndez. También deparó grandes emociones la pugna por el premio individual a la mejor ajedrecista de la lid, en la que intervinieron tres clásicos vivientes del ajedrez femenino cubano: Vivian Ramón, Maritza Arribas y Zirka Frómeta. Inspirados en los grandes hitos de la veteranía deportiva del ámbito de las 64 casillas —Emanuel Lasker, Mijail
Botvinnik, Vassily Smyslov y Viktor Korchnoi—, los animadores del Continental Senior pusieron en jaque durante cinco intensas jornadas la desidia mental y la inercia competitiva.
La magia del juego ciencia
Gracias a la generosidad de la Comisión Nacional de Ajedrez que confió en mi desempeño, obtuve la posibilidad de conocer todas las dinámicas que conciernen a la gestión logística, deportiva y organizativa del Torneo Capablanca. Haber intervenido en segmentos competitivos con la presencia de múltiples categorías de edades, haber interactuado con entrenadores de base y padres de familia que se empeñan en el desarrollo competitivo de sus vástagos, y haberme percatado del infinito horizonte de aprendizaje que representa el oficio del arbitraje, fueron lecciones de vida que enriquecerán mi trayectoria profesional futura.
Sin dudas, cada edición exitosa del Capablanca es una bocanada de aire vital para el movimiento ajedrecístico cubano, que pugna por mantener los niveles de masividad y de calidad competitiva ante contextos adversos que se asemejan a las posiciones cerradas en el tablero. Lograr que cada torneo convocado en nuestro país sea una fiesta lúdica, que cada academia contribuya al desarrollo deportivo e intelectual de sus miembros, que más allá de rivalidades prevalezca la cortesía y el juego limpio entre los rivales; será el mayor tributo que podremos brindar en nuestra tierra al tercer campeón mundial de la historia.