Diario de una fiesta (+ Fotos)

Hoy es un día de fiesta, me dicen. Me cuentan que el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) organiza un festival deportivo-recreativo para saludar los aniversarios 60 de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y 61 de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM). Vamos con todo se llama. Y yo, que no veo mejor plan, voy con todo para la calle, a ver con mis ojos esa fiesta de la que me hablan.

En las inmediaciones del Castillo de San Salvador de La Punta se escuchan zumbidos. Los cientos de niños reunidos allí levantan la cabeza para ver los modelos de aviones que, dirigidos por radiocontrol, bailan cerquita de las nubes. Los Van Van cantan desde una bocina gigante. Estoy seguro que los pioneros que acaban de salir de la Bahía de La Habana en un barco, como parte de una regata, también escuchan la música.

Pocas veces se ve el malecón habanero así. La avenida cerrada, sin tráfico. Cuando no suenan los motores se escucha mejor el mar. En el asfalto, libres del peligro de los carros, los niños juegan al fútbol. Otros jóvenes compiten por ver quién le «da más duro» a la pelota en un torneo de Béisbol 5.

Foto: Maykel Espinosa Rodríguez.

Foto: Abel Rojas Barallobre.

De paso frente al hotel Deauville, un grupo de corredores me pasa por el lado. Justo al frente, en una escena que no había visto jamás, dos jóvenes púgiles cubanos intercambian golpes sobre un ring de boxeo instalado a un par de metros del agua, acariciando el muro. El campanazo final del round asusta a un grupo de pelícanos, que levantan vuelo y hacen que la escena sea aún más única.

Más adelante escucho risas, carcajadas sinceras, de las que «salen de adentro». Rodeados por una multitud, un grupo de abuelos compite contra varios pequeñuelos por ver quién baila mejor. Frente al hospital Hermanos Ameijeiras, un grupo de pescadores esperan a que algo muerda el anzuelo, con el hilo del carrete sumergido en el agua. Junto a ellos, varios adolescentes también sujetan un cordel, pero que sube hasta las nubes. Arriba, los papalotes casi que se entremezclan entre ellos y a veces tapan el sol de la mañana, que ya comienza a «picar».

A un costado del parque Antonio Maceo, un pionero le da jaque a un profesor, tablero de por medio. Se desarrolla una simultánea de ajedrez y la gente, a los lados, observa impertérrita, casi sin advertir la música con la que otros jóvenes, en trajes de seda rosa y blanca, demuestran sus habilidades en el Wushu. Unos 50 metros después, un grupo de muchachas muy jóvenes se abrazan tras lograr el punto que les da la victoria en un torneo de voleibol. Antes, en ese mismo pedazo de parque, dos equipos de jóvenes se ensalzaron en un juego de baloncesto.

Foto: Roberto Suárez.

Foto: Maykel Espinoza Rodríguez

Llego a La Piragua, una especie de templo para los deportes de motor en Cuba, y lo primero que me encuentro es un pequeño circuito de karting. Un chófer levanta el sidecar del suelo y avanza en dos ruedas. Me pasa justo por el lado, y va sonriendo. Los niños, en la acera, quedan atónitos y luego sonríen también. Otros que sonríen son los que pedalean por el Malecón, en un pelotón de colores y banderas.

Por todo el trayecto también andaba el vice primer ministro Jorge Luis Perdomo Di-Lella, Osvaldo Vento Montiller, presidente del Inder; Aylín Álvarez García, primera secretaria del Comité Nacional de la UJC, así como glorias deportivas y otros invitados que se unían y compartían con la gente en esta gran celebración por Cuba.

Tenemos el vicio, adquirido por repetición, de llamar «fiesta» a casi cualquier espectáculo. El color de la vida cambia con la risa de los niños, con las miradas de los jóvenes. Esto, esto que vi hoy en mi caminata, sí fue una fiesta. De las de verdad.