Para Omara ha sido crucial el apoyo de su guía Yuniol Kindelán. Autor: Mónica Ramírez Publicado: 11/09/2021 | 11:59 pm
Hay muchos adjetivos que pudieran describir la grandeza de la velocista cubana Omara Durand Elías. Quizá por esa razón, elegir solo un epíteto entre tantos, pudiera ser una jugada arriesgada, pues cabe la posibilidad de no hacerle justicia a las cualidades de una mujer que ha escalado al olimpo, no una, sino ocho veces.
Sin embargo, es precisamente esta condición suya de perseverar, haciendo caso omiso a su discapacidad visual, a las lesiones y hasta al paso del tiempo, lo que me incita a calificarla de incombustible, porque por una década se nos ha presentado tal cual: como una atleta que no se puede quemar, porque en las pistas, ella es el fuego mismo.
Así lo demostró en los recién finalizados Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 donde compitió en la categoría T12 para débiles visuales profundos y subió tres veces a lo más alto del podio; primero en los 400 metros planos con tiempo de 52.58 segundos y más tarde en el hectómetro con 11.49, para cerrar con broche, dorado por supuesto, en los 200, con un registro de 23.02, una de las tantas marcas mundiales que se quebraron dentro del Estadio Olímpico nipón.
Pero la santiaguera, hija ilustrísima del poblado de Boniato, fue también una de las tantas atletas del mundo que antes de pisar territorio asiático, sufrió la incertidumbre de si podría extender su estela de triunfos bajo los cinco aros, tras la presencia del nuevo coronavirus en el mundo, responsable de que el movimiento deportivo global detuviera su curso.
«Llegó la COVID-19 y nos cambió la vida a todos, incluyendo al deporte, una de las aristas que más se vio perjudicada por los confinamientos y, como consecuencia de esto último, de la suspensión y aplazamiento de todo tipo de competencias durante unos cuantos meses, estos fueron unos juegos atípicos», dijo la multicampeona en diálogo online con Juventud Rebelde.
«Al ser reprogramados los Paralímpicos para 2021, intenté seguir con mi ritmo de entrenamientos en la medida en que lo permitían mis posibilidades en casa. Lo más importante fue no parar con los ejercicios, pues cuando sucede eso se pierde el tono muscular y luego demoras más en volver a estar en una forma medianamente óptima», recalcó.
«Fue una gran fortuna que Tokio 2020 se mantuviera en pie, a pesar de todas las dificultades. La verdad es que el Comité Organizador y el Comité Paralímpico Internacional hicieron un gran trabajo para seguir adelante con el proyecto y que se concretara un año más tarde. Luego nos tocó a todos los atletas un reto de gran altura, pero que asumimos felices y orgullosos de poder competir y dedicar lo mejor que teníamos en favor de nuestra mayor pasión, que es el deporte.
«Eventualmente, cuando las circunstancias lo permitieron, me reincorporé a la preparación convencional, siempre tratando de mantener la responsabilidad individual, extremando las medidas higiénico sanitarias y el distanciamiento físico, con tal de asegurar que el virus no se convirtiera en un problema mayor para mí y para mis compañeros de equipo», expresó Durand Elías.
Competir en un evento de élite como la cita bajo los cinco aros es una justa de las más complicadas que puede enfrentar cualquier atleta. Ahora, si a eso le sumamos participar en tres pruebas como los 100, 200 y 400 metros planos, equivaldría a subirle unos cuantos grados de dificultad.
«Tanto mi guía, Yuniol Kindelán, como yo, sabemos que en las grandes competiciones, al tener que participar en tres eventos, nos toca correr varias veces, y por eso Miriam Ferrer, nuestra entrenadora, planifica el entrenamiento de manera que podamos resistir y obtener buenos resultados. Esa magia la pone ella, a nosotros nos toca cumplir con la preparación y entregarnos al máximo», dijo.
De ahí que la dupla de corredores cubanos acaparara atenciones en sus dos primeras apariciones en la fiesta tokiota, gracias a sus buenos tiempos, tanto en el hectómetro, como en la vuelta al óvalo.
«Haber corrido bien desde el inicio me dio mucha satisfacción, sobre todo porque los 400 es la distancia que más se me dificulta, por el respeto que le tengo. Sin duda, es una prueba bastante agotadora. Los 200 me encantan, son mis preferidos, no es un secreto para nadie», alega Omara.
Tras su buena actuación en tierras de samuráis, donde nuevamente fue crucial el apoyo de su guía, quien la acompaña desde 2015 y al que muchas veces ha calificado de amigo y hermano, la muchacha de Santiago de Cuba no piensa demasiadas en el descanso.
«Después de unas vacaciones pondré la mira en los Juegos Parapanamericanos de Chile 2023 y luego en la clasificación paralímpica, porque les puedo asegurar que, aún cuando no tengo certeza absoluta de por cuánto tiempo más podré estar en un nivel competitivo asequible, sí estoy dispuesta a entrenarme muy fuerte para llegar a París 2024 en la mejor forma posible», comentó la plusmarquista del orbe.
Omara, en medio de su felicidad, no olvida a los que como ella luchan a diario por mantenerse en la élite del deporte universal, ni a aquellos que todavía buscan espacio y reconocimiento como atletas de alto rendimiento que son, o que aspiran a serlo.
«A los atletas, sean velocistas o no, les puedo confirmar que el éxito depende de la disciplina, la consagración, la disposición, la valentía, la voluntad y el sacrificio que te impongas en tu deporte. No hay otra fórmula», aseveró.
Sabías qué…
Omara Durand, desde que comenzara a competir en 2007 acumula 28 títulos entre olimpiadas, panamericanos, mundiales de ciegos, mundiales para discapacitados y mundiales de paratletismo. Del 2011 en adelante, ha ganado 26 medallas de oro, sin perder una sola carrera en ninguno de los certámenes a los que se ha presentado. Además, ostenta 11 récords mundiales y tres olímpicos. La campeona se dice fiel admiradora de Ana Fidelia Quirot y del bólido jamaiquino Usain Bolt.