Los muchachos de Vives se midieron de tú a tú con los mejores del mundo en la categoría. Autor: FIVB Publicado: 21/09/2017 | 07:00 pm
El domingo pasado se fue como cualquier otro. «Animado» por un calor insoportable, el primer —y para algunos el último— día de la semana no parecía tener nada fuera de lo normal. Sin embargo, a poco más de 8 700 kilómetros de distancia de su casa, un grupo de muchachos criados bajo el mismo sol que ahora castiga a la Mayor de las Antillas, se jugaba la gloria contra un «escuadrón» invencible.
Y aunque el sueño les alimentaba, ni siquiera sus ganas sobre la cancha o la esperanza de muchos coterráneos, resultaron suficientes para superar a un equipo polaco que se mostró implacable en todas las líneas del juego, para imponerse por barrida. Así, los de la nación centroeuropea se hacían de otro título y confirmaban nuevamente el poder actual de su voleibol en todas las categorías.
Pero hoy, incluso tras la caída, no son pocos en Cuba los que comienzan a pensar también en un nuevo despertar de aquellos equipos que tanta «guerra» dieron en la arena internacional, y que por diversas causas entraron y salieron de la élite más veces de las que pudieran recordarse.
Incontables n(h)ombres aportaron su talento en diferentes épocas para defender con gran nivel la camiseta nacional. Algunos de ellos han quedado en el camino, retirados u olvidados, mientras otros han optado por la diáspora como alternativa. Pero el voleibol masculino cubano resurge, pese a que resulta muy poco probable que vuelva al ruedo por lo más alto.
Especial atención comienzan a incitar algunos de los «plateados» talentos que despuntaron recientemente en la República Checa. Por solo citar algunos ejemplos, ahí está Miguel Gutiérrez, mejor opuesto del Mundial, siempre secundado por los escuderos Osniel Melgarejo y Miguel López, además de los centrales José Massó y Javier Concepción, todos aupados por los pases del capitán Adrián Goide y las «salvadas» de Lionnis Salazar.
Pudiera estar equivocado quien aquí opina, pero no sería para nada descabellado ver dentro de poco tiempo a los equipos de todo el mundo rezando, allá en la cima, para no cruzarse con los muchachos de la Isla.