RÍO DE JANEIRO.— Apenas falta una vuelta completa de la Tierra sobre su eje para que la cita deportiva más esperada del planeta descorra sus cortinas en esta Ciudad Maravillosa, calificativo muy bien merecido y constatado por nuestro equipo durante las escasas horas que han transcurrido desde nuestra llegada.
Muchos temas han copado los medios de comunicación previo al certamen, pero a medida que se acerca el momento de descorrer las cortinas de un acontecimiento como este, las expectativas crecen en torno a los momentos más trascendentales. Y sin duda alguna, el encendido del pebetero es desde hace mucho tiempo el suceso vedette de cada inauguración de unos Juegos Olímpicos.
Si en la anterior entrega dijimos que la cita de Barcelona 1992 se había llevado los máximos aplausos por la popularidad de su banda sonora, no lo fue menos la hora de encender el pebetero. Tres cuartos de mundo —para no pecar de absoluto— recuerda el «flechazo encendido» del arquero paralímpico Antonio Rebollo, y desde entonces el mundo entero, aunque me critiquen por generalizar, está esperando algo que supere tan sublime momento.
No sucedió en Atlanta cuatro años después, ni en Beijing en el certamen de 2008, por más que se tratara de dos naciones con suficiente potencial para impresionarnos. Así las cosas, no creo que sea la llegada de la llama olímpica a su nicho una de las cosas que siga ensanchando la variedad de maravillas que posee la urbe carioca. Ojalá me equivoque.
Tanto el modus operandi del encendido del pebetero como el protagonista del esperado instante siguen siendo una incógnita, tal como manda la norma. Se ha especulado mucho sobre el asunto, y la lista de candidatos va desde el mítico Pelé hasta el exmaratonista Vanderlei Cordeiro —¿recuerdan su susto en Atenas 2004?—, e incluye al voleibolista y bicampeón olímpico Giovanni Gavio, el baloncestista y miembro del Salón de la Fama de la NBA, Oscar Shmidt, y al mediofondista Joaquim Cruz.
Entre tanta incertidumbre, al menos, una cosa es segura. Esta vez el pebetero no permanecerá, como es habitual, en el escenario elegido para celebrar la ceremonia inicial.
La cita olímpica carioca vivirá su apertura y clausura en el mítico Maracaná —también acogerá varios partidos de fútbol—, pero los focos se centrarán mayormente en el estadio Olímpico Joao Havalange, sede del atletismo. Por eso, los organizadores han decidido «salomónicamente» que, después de encendida, la llama arda en un céntrico punto de la ciudad.
El dónde, es otro misterio que pronto se nos develará, aunque no han faltado quienes se han aventurado a fijar el punto exacto desde donde arderá el fuego de los Dioses. Pero a mí, como a muchos, me siguen gustando las sorpresas.