Javier sigue disfrutando cada tanto como si estuviera en la selección cubana. Autor: www.volleyleague.gr Publicado: 21/09/2017 | 06:03 pm
El hecho se «cocinaba» a fuego, pero la noticia sorprendió a todos. Incluso a Javier Ernesto Jiménez, quien confiesa que no esperaba ser el primero. Pocos días después, sin apenas haberla digerido completamente, el matancero del barrio Los Mangos se embarcaba hacia una aventura desconocida. Grecia, su milenaria cultura y su voleibol, aparecieron de repente en el horizonte, y hacia allí puso rumbo cargado de expectativas. Después de aprobada la nueva política de remuneración de atletas y entrenadores cubanos, el muchacho de 25 años se convertía en el primer voleibolista que incursionaba en una liga extranjera.
Han pasado casi dos meses desde que aterrizó en suelo helénico. Los dirigentes del PAOK apostaron por su enorme talento para llevar al club hasta la conquista del título, y no se equivocaron. Debutó el 19 de enero frente al Lamia y en poco más de un set marcó siete puntos. Dos fechas más tarde, cuando su equipo enfrentó al Ares, ya había hecho méritos suficientes para hacerse un hueco en la formación titular, y comenzó a ser un apoyo de peso en las aspiraciones del club, que de momento se encuentra peleando por la cima de la tabla de posiciones.
Gracias a las bondades de las nuevas tecnologías, Javier accedió a compartir con JR sus primeras impresiones sobre esta nueva etapa de su carrera deportiva. Pocos aquí conocen los detalles de su acelerada trayectoria, que comenzó a despuntar durante la pasada Liga Mundial. Mucho menos se imaginan que en par de ocasiones dejó a un lado este deporte y que su ascenso partió desde la arena.
«Me enamoré de este deporte gracias a la televisión, porque siempre veía los partidos de Cuba en la Liga Mundial y me emocionaba. Como muchos niños cubanos practiqué otros deportes como la pelota, el karate, el taekwondo, pero desde que llegué al voleibol supe que era lo que quería. Entonces, cuando tenía 11 años y estaba en sexto grado, mi mamá me llevó a hacer unas pruebas para ingresar a la EIDE y me aceptaron. Así comenzó todo», confiesa al repasar sus primeros pasos cerca de la malla.
—Supongo entonces que ya a esa edad sabías como quién querías ser.
—Quería ser atacador y por eso siempre he jugado esa posición, y si me preguntas cuál era mi ídolo, ese fue Osvaldo Hernández. Sus ataques eran indetenibles y lo veía como un líder natural dentro de la cancha. Por eso siempre lo admiraba.
—Tal vez por eso se te ve con mucha entrega, motivando a tus compañeros, celebrando… ¿das la impresión de líder?
—No lo sé. Yo lo único que hago es disfrutar y con esos gritos soltar toda la presión, que siempre existe. Me gusta celebrar cada punto, aunque no lo marque yo. Es de todo el equipo, y eso merece ser celebrado.
—¿En algún momento sentiste que podías ser como Osvaldo?
—Al principio no. Mi paso por las categorías inferiores no fue con resultados muy alentadores y es por eso que mis primeros éxitos los recuerdo en el voleibol de playa. Cuando terminé la Secundaria dejé el voleibol y lo retomé mientras estudiaba en 11no. grado, pero en esa modalidad. Ingresé en la base de entrenamiento de voleibol de playa que hay en Ciego de Ávila, y es ahí que me seleccionan por mis resultados para entrar en la preselección nacional, donde estuve durante cuatro años, hasta que volví a dejar el deporte.
—¿Por qué un joven deja a un lado sus sueños?
—Perdí la motivación y decidí que no valía la pena continuar. Pero parece que el voleibol estaba en mi camino. Debo agradecer al apoyo de mi familia en esos momentos, que fueron varios y muy difíciles. Por eso tengo un gran compromiso con ella. Por suerte, volvía a embullarme, comenzaba a entrenar otra vez, participaba en las competencias y volvían a seleccionarme.
—¿Y cómo ocurre entonces el regreso a la sala?
—En el año 2013 participo en el campeonato nacional de primera categoría y por mi desempeño me invitaron a la preselección nacional. Recuerdo que el técnico Orlando Samuels me dijo que le interesaba probarme por una semana y parece que lo convencí, porque desde entonces sigo en el equipo.
—Pero coincidió con un momento crítico para el voleibol masculino cubano.
—Claro. La salida de muchos buenos jugadores, para desgracia del voleibol cubano, nos abrió las puertas de la selección nacional a un grupo de jugadores, entre los cuales me incluyo. Esa circunstancia me permitió tomar mayor responsabilidad dentro del equipo y crecer como jugador. Llegar a ser titular fue muy bueno para mí, porque me dio la oportunidad de desarrollarme. Estar en el banco solo te permite mirar, y no es lo mismo.
—¿Después de la buenas actuaciones del pasado año esperabas la contratación?
—Cuando terminaron los Juegos Centroamericanos y del Caribe se reunieron con nosotros para explicarnos todo lo relacionado con el tema. Todos sabíamos que nos podía tocar algún día, pero sinceramente nunca creí que fuera el primero, porque aún quedaban en el equipo jugadores con mucha más experiencia. Por eso me sorprendió un poco cuando en la Federación Cubana me informaron que había un equipo interesado en mí, y solo cuando el representante del PAOK estuvo en Cuba, tuve la certeza de que me tocaría comenzar esta nueva oportunidad.
«A muchos jugadores se nos habían acercado agentes proponiéndonos cosas, pero nada seguro. En este momento existe una buena comunicación entre la Federación y los jugadores, nos han mantenido al tanto del proceso, y nos están dando información para que no nos timen, porque existe la posibilidad de que nos quiera engañar un agente que solo piense en hacer dinero».
—¿En qué pensaste cuando te hicieron esta nueva propuesta?
—En muchísimas cosas. Me sentí muy halagado porque lo vi como un premio por todo el esfuerzo y el trabajo de un año muy largo. Ser el primero después de tanto tiempo que no se hacía algo así, fue un verdadero honor para mí. También tuve sentimientos encontrados. Fue muy raro cuando se lo dije a mi familia, porque por una parte cumpliría mi sueño de jugar en otra liga, en un voleibol de más nivel, pero por el otro sabía que iba a sentir mucha añoranza. Los cubanos somos muy familiares.
—¿Qué recuerdas de la llegada?
—Pues que había muchos periodistas esperándome. Aquí en Grecia el voleibol es muy seguido por los aficionados y hay buena divulgación. Eso me impresionó mucho cuando llegué. En el club me han recibido maravillosamente bien.
—¿Cómo ha sido el proceso de adaptación?
—Por el momento bastante bien. Tengo muy buena relación con el coach (Jannis Kalmazidis) y por suerte entiendo algo de inglés, por lo que el tema del idioma no me ha golpeado mucho. Cuando aparece algún problema me auxilia el venezolano Harry Gómez, quien lleva varios años aquí y conoce bastante el griego y me ayuda mucho. Pero ya estoy aprendiendo mis cositas también.
—¿Y el sistema de preparación?
—Aquí el ritmo es más suave, porque en Cuba estamos acostumbrados a suplir la falta de competencias con una mayor preparación física. Aquí la fuerza la hacemos solo dos veces a la semana, pero hay más preparación técnico-táctica, y se juega más. En cierta medida es más cómodo, aunque por mi cuenta trato de hacer trabajo físico, pues además de ayudarme a evitar lesiones me permitirá llegar en buena forma a la próxima Liga Mundial y los Juegos Panamericanos.
—¿Alguna otra diferencia?
—También se juega un voleibol más táctico. Son pequeños detalles pero se notan. Por ejemplo, en la forma de enfrentar un triple bloqueo, que se buscan mejores variantes para hacer más difícil la respuesta del contrario. Se trabaja muy bien el k2 y son muy exigentes con la defensa.
—¿Entonces cuál ha sido el mayor inconveniente?
—La soledad. Vivo solo en un apartamento del club muy cerca de la cancha de entrenamiento. Pero cuando no juego o entreno, me aburro bastante. En ocasiones salgo a caminar para distraerme, pero solo de día porque es complicado el tema de los fanáticos. No todos tienen la misma cultura y a veces pueden ponerse algo pesados en la calle, si te ven con alguna ropa del club. Aquí se vive la rivalidad de otra forma y a eso también es difícil acostumbrarse. Hace poco, cuando le ganamos a Olimpiakos, se pusieron muy agresivos.
«Por lo demás, no he tenido problemas con la comida, porque almuerzo y ceno en un restaurant socio del club. Mantengo comunicación casi diaria con mi familia, y eso es muy reconfortante porque, aunque estén lejos, me hacen sentir que están conmigo.
—¿Cuándo debe finalizar el contrato?
—A principios de mayo debo estar de regreso.
—¿Existe alguna posibilidad de que puedas repetir en la próxima temporada?
—Hasta el momento pienso que el coach y los directivos del club están muy conformes con mi desempeño, porque he tenido buenas actuaciones, pero ese tema aún no lo han tratado conmigo.
—¿Y te interesaría regresar o explorar nuevos horizontes?
—No niego que ha sido una extraordinaria experiencia, pero algún día me gustaría probarme en las ligas más fuertes. Quiero seguir creciendo todos los días, y para eso es necesario exigirte más. Ojalá tenga la oportunidad de incursionar en ligas como la rusa, la brasileña o la turca, que por su poder económico concentran a muchos de los mejores jugadores del mundo en la actualidad.
—¿El contrato está acorde a tu nivel, o se compara con el de los mejores jugadores de la liga?
—Ciertamente no estoy muy al tanto en términos de comparación porque me he concentrado en prepararme muy bien y rendir al máximo, pero confío en el trabajo que ha realizado nuestra federación durante todo el proceso, porque su interés siempre ha sido protegernos en todos los sentidos.
—Desde tu experiencia ¿crees que haya otros jugadores cubanos que puedan desempeñarse en la liga griega?
—Yo estoy convencido de que todos mis compañeros están preparados para jugar aquí. Todavía no he escuchado que algún club griego se haya interesado en algún otro, pero habrá que esperar que se abra de nuevo el período de contrataciones para ver qué pasa para la próxima temporada. Ojalá que mi desempeño contribuya a que aumente el interés y otros puedan venir.