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Me quedo con el agua

Con ocho títulos ganados a fuerza de brazadas en la pileta, la espirituana Melisa Maura Morejón Moreira fue la atleta más destacada en la categoría escolar de los 50 Juegos Escolares Nacionales

Autor:

Abdul Nasser Thabet

Yo siempre he pensado que cuando uno está metido en el agua no identifica los gritos de aliento, y que todo se confunde entre el «dale, dale» y el «aprieta ahora». Pero los padres siguen desgalillándose cada vez que un muchacho salta a la pileta y empieza a bracear, como si en eso les fuera la vida. Ellos sabrán. De todas formas, perder la voz por los nenes, vale la pena.

En medio de todo aquello —contando la música, el sol y los salpicones cada vez que me acercaba a la piscina— estaba yo, en la Ciudad Deportiva, intentando «pescar» algún niño o niña con un par de preseas para justificar mi corre-corre. Jugaba a ser el cazatalentos en esta edición 50 de los Juegos Escolares Nacionales. Me ponía las manos en la cintura y anotaba algo en la agenda, miraba de un lado al otro, daba un paseíto a lo Humphrey Bogart.

En un rato reuní a una buena tropa de renacuajos alegres y talentosos. A todos los busqué solito —aunque recibí un poco de ayuda cuando pregunté, claro—. Me sentía orgulloso del hallazgo. Pero ella apareció sin avisar.

Me miraba como si nada, toda empapada, con un aire de «apúrate, que tengo que competir otra vez».

«¿Y tú quién eres?», le pregunté sonriente mientras pensaba que a esa beba linda de pelo negro yo no la había seleccionado. «Melisa Maura Morejón Moreira, soy de Sancti Spíritus, tengo 11 años y ya voy por seis medallas de oro». Fue un golpe en pleno rostro. Y yo que me creía todo un descubridor.

—¿Seis en toda tu carrera?

—No, seis en estos Juegos. En 50 y 100 metros mariposa, 100 y 200 libre, 200 metros combinado individual y 200 metros relevo libre.

Yo estaba anonadado (cualquier semejanza de la palabra con este deporte es pura coincidencia). Eso, sin siquiera sospechar que en un par de zambullidas más Melisa iba a conquistar otro par de títulos (400 metros libre y 200 metros relevo combinado) y llegaría a ocho, suficientes para ser escogida la atleta más destacada en la categoría escolar. Entonces, me tiró una miradita de «¿algo más?».

—Bueno, sí —dije, respondiendo a esa pregunta que nunca hizo —¿Cómo fue que descubriste que te gustaba nadar?

—Yo estaba en la escuela y llegaron buscando muchachas para empezar en natación. Solo tenía siete años y nunca antes había practicado deportes. Desde el primer día supe que me iba a gustar.

—¿Qué estilos prefieres?

—La mariposa y el libre, esos son mis favoritos, pero también disfruto el combinado.

—¿El agua o las matemáticas y la historia?

—¿Las matemáticas? No, no. Me quedo con Ciencias Naturales, porque los números y yo no nos llevamos muy bien. Aunque si me pones a escoger, me quedo con el agua.

—¿Tienes algún nadador predilecto?

— Todos los de la escuela Marcelo Salado, principalmente Hanser García.

—¿Entonces quieres entrar en la Escuela Nacional de Natación, igual que «el Pollo»?

—Ese es mi sueño. Solo me falta un poquito. Hasta ahora acumulo 32 medallas, eso es algo, digo yo.

«Sí, claro… algo», pensé mientras la despedía y me acomodaba para disfrutarla nadando. Al rato se lanzó al agua. Ganó de nuevo. Salió de la piscina con una naturalidad espantosa, con la confianza de las grandes campeonas, como preguntando: «¿Cuándo compito otra vez?»

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