Gerardo Cervantes inició la barrida de los Domadores. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:44 pm
Cuando uno se enfrenta a un suceso de este tipo —por mucho que ayuden años de entrenamiento viendo películas y documentales— no puede hacer menos que abrir la boca y pasear como un niño embobecido alrededor del ring. La concepción de espectáculo deportivo, adormecida en nuestro país desde hace mucho, volvió a tomar cuerpo con una nueva barrida de los Domadores cubanos sobre los Guerreros de México en la IV Serie Mundial de Boxeo.
El primer combate arrancó a lo grande, y ya a los pocos segundos de sonar la campana inicial se comenzaron a castigar ambos boxeadores como si en ello les fuera la vida. Gerardo Cervantes (52 kilogramos) siempre llevó la mejor parte, pero el campeón continental Orlando Huitzil no se la puso fácil. Como era de esperar, a medida que pasaba el tiempo el encuentro perdió algo de ritmo, pero no prestancia. De lo otro se encargaba la gente, pues la algarabía parecía rellenar de gasolina el tanque ambos boxeadores. En definitiva ganó el antillano por decisión unánime (3-0), con votaciones de 50-45, 49-46 y 50-45.
La pelea siguiente señalaba como favorito al as planetario Lázaro Álvarez (60), y el vaticinio fue cumplido. Tuvo nombre el encerado, bailó de un lado a otro mientras el sudor parecía un mero adorno en su anatomía —lo más divertido de estar a un respiro del cuadrilátero es tener que controlar los reflejos cuando parece que más de una gota te viene encima tras un buen golpe. Pero Raúl Curiel dio pelea, hay que admitirlo. Embistió sin miedos, y lució su subtítulo mundial juvenil. En algún momento creyó que podía ganar. Apunten su nombre. El pizarrón así lo vio: 3-0 (48-47, 49-46 y 48-47).
Entonces llegó otro fuera de serie. Roniel Iglesias casi no tuvo que exigirse en la categoría de 69 kilogramos. Castigador debe llamarse, seguro pensó Héctor Reyes antes de recibir un recital de golpes, sentir la sangre emanar de su ceja izquierda y resignarse al flagelo, sobre todo en el tercer período. Tembló un par de ocasiones, lo vi casi en la lona. No sé qué santo mexicano lo mantenía en pie.
Primer asalto: paseo; segundo: alarde; tercero: abuso; cuarto: «dónde está la guerra, Guerrero?», quinto: bueno, el quinto episodio no pudo efectuarse: nocaos técnico. Serie decidida, barrida en camino y puesto seguro en la fase de cuartos de final del certamen.
Luego, el jovencito local Enmanuel Reyes (81) cumplía con creces la misión de sustituir al doble monarca universal Julio César La Cruz, pues con autoridad despachó por votación unánime (48-47, 49-46 y 49-46) al «importado» moldavo Petru Ciobanu.
Como colofón, el santiaguero José Ángel Larduet (+91) terminó de pasar la escoba al someter sin miramientos al también refuerzo de los Guerreros, Gerardo Bisbal (Puerto Rico) con marcadores de 50-43, 50-43 y 50-44.