Luis Felipe Gutiérrez se despidió de Londres 2012 con una medalla de oro y otra de plata. Autor: Getty Images Publicado: 21/09/2017 | 05:26 pm
Es uno de esos atletas que no tienen nada que envidiar a los de las Olimpiadas. Como un rey, con grandes saltos, gran velocidad, victorias y sapiencia, venció a sus oponentes en los XIV Juegos Paralímpicos Londres 2012, convencido de que no cuentan los medios para ganar, sino el corazón.
«A nadie le gusta correr así. Siendo un adolescente me detectaron el problema en la vista, pero me convencí de que no debía defraudar a mi gente ni a mis sueños en el deporte. En la pista he entregado todo mi esfuerzo para obtener buenos resultados.
«Anhelaba competir en los Juegos Olímpicos, pero no me arrepiento de seguir este camino porque se ha demostrado que las personas con discapacidad pueden integrarse mucho a través del deporte paralímpico».
Detrás de cada huella de la cita en tierras londinenses hay historias como esta, la del cubano Luis Felipe Gutiérrez, quien se despidió del certamen con una medalla de oro y otra de plata, conquistadas en el salto de longitud F13 (débiles visuales) con 7,54 metros, y en los cien metros planos con 11,02 segundos, respectivamente.
Además, el flamante multimedallista paralímpico terminó quinto en la final de los 200 metros, categoría T13, con un crono de 22,24 segundos, prueba esta casi desconocida para él, en la que entregó lo mejor de sí a pesar de una lesión.
En Londres, Luis Felipe quedó a solo 12 centímetros de su récord mundial en el salto de longitud (7,66 metros, alcanzados en los IV Parapanamericanos de Guadalajara 2011). Sus dos competencias en apenas 24 horas superaron su actuación en Beijing 2008, cuando obtuvo un metal bronceado en el hectómetro, al no convocarse el salto de longitud, su evento principal.
Los primeros pasos
«Siempre me decidí por el atletismo. Es un deporte individual pero a la vez colectivo por las medallas que aporta y el lugar destacado que ocupa, con sus múltiples disciplinas. Me inicié aquí, en la comunidad Ramón López Peña (San Cristóbal, Artemisa), bajo la tutela de la entrenadora Ana Elsa Sánchez, conocida como «la China», cuando yo solo tenía diez años.
«Después pasé a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Ormani Arenado, y poco a poco me fui destacando hasta que llegué a la Escuela de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), en la misma provincia. Con 17 años ingresé en la preselección nacional de atletas discapacitados, guiado por Luis Bueno», cuenta el joven.
Convencido de cuanto ha alcanzado hasta hoy, Luis Felipe asegura que nunca podrá olvidar su estreno en el deporte, ni tampoco a sus primeros profesores. «A ellos debo lo que fui y soy; los considero también mis padres. Recuerdo aquellos años, entrenando intensamente en las áreas de este pueblo, por eso siempre digo que parte de mis glorias les pertenecen a ellos y a los amigos que me vieron nacer.
«Ahí están, en la casa de mi mamá que también es la mía y adonde regreso después de las competencias y algunos fines de semana luego de los entrenamientos, aunque ahora viva en Pinar del Río y compita por allá. A esta comunidad, en la cual descubrí mi camino, la llevo presente en cada competencia y también le dedico mis triunfos.
«El mayor sueño de un deportista es ser campeón olímpico y con eso estoy bastante satisfecho. Participar en los Paralímpicos es una oportunidad única. Me siento orgulloso de este tipo de deporte y, sobre todo, de los resultados que ha aportado al movimiento deportivo de nuestro país».
Londres: El recuento necesario
Luis Felipe tiene 1,90 metros de estatura y 86 kilogramos de peso. La fuerza y explosividad se cuentan entre las principales armas de este atleta de 24 años, las que emplea para ganar distancia en el despegue de sus saltos y en el remate en los 100 y 200 metros.
Desde cualquier sitio donde lo descubras es un apasionado de las pistas, que se entrega en cuerpo y alma al entrenamiento y cree que sus resultados son un producto de años de esfuerzos y no un regalo de la naturaleza.
Contrario a lo que pueda pensarse, para Gutiérrez las victorias no llegaron enseguida. Víktor Kuznetsov, un gran entrenador soviético, escribió que lo importante no es el resultado, sino el proceso mismo, y llevar esa máxima como guía permanente le ha funcionado a Luis Felipe a las mil maravillas.
La cita de Londres 2012 —su segunda incursión paralímpica— fue para él otra oportunidad singular. «Entrené rigurosamente. Las competencias fueron bastante fuertes. Hubo mucha disciplina, organización y un alto nivel competitivo, que cada año aumenta, sobre todo en los 100 y los 200 metros.
«Me sentía muy bien para romper mi récord mundial en salto de longitud, pero tuve una ligera molestia y reservarme para la final de los 100 metros pasó a ser mi gran propósito. En el salto busqué más desde el primer intento, pero a la tercera fue la vencida.
«Me siento satisfecho con las medallas y con haber representado a mi pueblo. Alzar el nombre y la bandera de Cuba allí en Londres fue una gran dicha».
Recuerda que los días antes de la liza fueron intensos. «Realicé una preparación excelente y ello se tradujo en resultados positivos. La lesión provocó una pequeña recaída un mes antes, pero ya el trabajo estaba hecho y seguimos ahí. Gracias a mi entrenador, que me dio fuerza, todo salió bien.
«Estoy contento de él y de su trabajo durante estos años. Ahora que la competencia quedó atrás, me siento bien, con ganas de seguir aportando. Agradezco al pueblo por su apoyo, fuerza y ánimo. Los resultados son un motivo para seguir entrenando y superándome en cada modalidad».
Antes de viajar a la capital inglesa, Gutiérrez, al igual que el resto de la nómina paralímpica antillana, no había tenido la oportunidad de medirse con sus principales oponentes, pero el recuerdo de su estirón dorado en Guadalajara, aún inalcanzable para muchos, le daba fuerzas y ánimo. Con todo, no era ese salto su único «amuleto»: en esa cita, que no duda en calificar como uno de los momentos cumbres en su carrera deportiva, también obtuvo oro en las pruebas de 100 y 200 metros.
La familia, un lugar único
Aunque hace meses la llama olímpica dejó de arder, el espíritu deportivo sigue caliente en Luis Felipe, quien se ejercita, mientras llega una nueva convocatoria, con sus alumnos de la escuela de Pinar del Río, donde imparte clases como profesor de Educación Física.
La dedicación es una de sus palabras de orden. El poco tiempo libre que le dejan las largas sesiones de entrenamiento y las clases se lo dedica al amor, el de su esposa Samara y su hijo Jasón Alejandro. Además, llena sus ratos libres con la música y la computación.
«La familia es fundamental y ocupa un lugar único en mi vida. En estos 14 años he contado con el apoyo de ella, especialmente de mis padres, Luis Manuel, quien llegó al equipo nacional de remo, y Lourdes, atleta de eventos múltiples.
«Me gusta la música aunque no soy de “fiestear” mucho. Cuando aparece algún “motivito”, voy y tiro mis pasillos… Soy cubano. Donde suene la rumba y yo pueda estar, allí me verás compartir con los amigos, con la familia».
—¿Y cómo se imagina Luis Felipe el futuro?
— Quiero estar donde me toque y hacerlo bien, dar lo mejor de mí, poner mis resultados al servicio de la Revolución y continuar siendo un gran deportista. El atletismo es mi vida y a él debo lo que soy. Mientras tenga fuerza, seguiré en él.