Vladimir encabezó desde el box las batallas deportivas y morales de su equipo. Autor: Marcelino Vázquez Hernández/AIN Publicado: 21/09/2017 | 05:11 pm
CIEGO DE ÁVILA.— Los tres confiesan ahora en el reposo, varias semanas más tarde, que aquello fue «lo más grande» de sus vidas. Que esas explosiones en el parque beisbolero José Ramón Cepero les hicieron nacer en sus almas un río divisorio entre el antes y el después.
Es comprensible. Nunca Vladimir García Escalante, Yoelvis Fis Morales y Mario Jorge Vega Rodríguez habían visto, como ningún otro pelotero de este territorio, tanta grada convertida en temblor, ni tanto entusiasmo trastrocado en delirio, ni tanto pueblo dispuesto a «comérselos» de cariño.
No podían haberlo experimentado previamente porque esas jornadas de marzo, abril y mayo provocaron la más grande marejada emocional y el mayor arrebato por la pelota en toda la historia de esta provincia de más de 424 000 habitantes.
«Mi mamá, Milagro, estaba en el estadio el día del juego decisivo contra Villa Clara. Ella se desmayó después que ponché a Pestano; la trajeron cargada aquí a la casa», ejemplifica Vladimir, quien el 24 de mayo cumplió 23 años.
Por su parte, Mayito Vega reconoce que la noche que pegó, como emergente, el increíble hit del empate frente a la selección de Granma tuvieron que sacarlo de la grama tipo «película», con escolta policial y todo, «como si fuera un famoso», porque la muchedumbre enardecida quería abrazarlo, tocarlo, cargarlo.
Y Yoelvis, el hombre del espectacular corrido, recuerda que cuando anotó la carrera decisiva que colocó a Ciego en la final, su corazón estuvo a punto de estallar por la reacción de frenesí en el público y porque en las gradas estaba Geily Pérez Quesada, su esposa, quien justamente ese 13 de abril cumplía años.
Esas historias de apasionamiento deportivo, suscritas por estos y otros peloteros avileños, tendrían a la postre conexión con un suceso que también sacudiría a la provincia: ganar la sede del 26 de Julio.
Tanto es así que en medio de la efervescencia por la actuación de los Tigres, un aficionado, en una llamada esquina caliente, dijo frente a las cámaras de televisión, en respuesta a una pregunta sobre la posible actuación del equipo: «Seremos campeones y tenemos el 26».
Aquella sentencia arrancó aplausos espontáneos del resto de los participantes en el debate, una señal inequívoca de que ese ardor por las bolas y los strikes se había enlazado mágicamente con el embullo, la esperanza y el afán de transformación entre las masas que presupone esa fecha sagrada de la historia nacional.
Un compromiso
Tanto Vladimir como Yoelvis y Mayito subrayan que sabían el significado de sus actuaciones en el terreno. Cada triunfo del conjunto simbolizaba un chispazo en el ánimo de los hijos de esta tierra, amantes o no de la pelota.
Yoelvis Fis, quien vive en un edificio cercano al José Ramón Cepero, una planta por debajo de Vladimir García, recuerda: «El primer secretario del Partido en la provincia, Tapia (Jorge Luis Tapia Fonseca), se reunió con todos nosotros varias veces en el estadio, en el hotel, en los entrenamientos… y nos dijo que nuestro granito de arena para el 26 era darle un alegrón al pueblo y así lo hicimos; aunque nuestro sueño era llevarnos el Campeonato».
Mientras, Mario Vega, quien contó que toda su familia se echó a llorar luego del referido batazo salvador, expone su orgullo por haber contribuido modestamente a la meta del 26 de Julio.
«En 19 series nacionales que he jugado nunca sentí una cosa parecida; ese aliento del pueblo me motivó mucho y me conmovió. Tenía un doble compromiso.
«En este año fue que llegué al récord de partidos sin cometer errores (101 desafíos seguidos sin pifias), pero la cumbre de mi carrera es haber ido a una final y que mis padres, Mario y Dignora, mi hija Cinthia, mi hermano Yoel y mi esposa Yoani hayan estado en las gradas el día en que, a un strike de la derrota y de irnos al séptimo partido, le di a mi equipo el pase a la final. Haberlo hecho lesionado es más lindo todavía».
Y Vladimir García, oriundo de Morón y estudiante de tercer año de la Licenciatura en Cultura Física, acota que el compromiso moral con el pueblo, las autoridades de la provincia y con ellos mismos era muy grande. Por eso sintió que le quitaban mil kilogramos de encima la tarde dominical en que derrotó a los Naranjas 1-0 en el séptimo choque.
«Siempre tuvimos noción de lo que estábamos haciendo por nuestra provincia —dice—. Llevábamos años sin poder ganarle a Villa Clara; cuando lo conseguimos, todo esto (señala una plazoleta contigua al estadio) se llenó. La gente se tiró a la calle; fue locura. Yo demoré una hora y media en llegar aquí, a mi apartamento, que está cerquita».
Esa jornada resultó memorable para este integrante del equipo Cuba, por la presencia en los palcos de su papá, Juan; de su esposa Maddy Martí, quien está embarazada; y de su madre, que sufrió aquel desmayo emotivo. Mas fue inolvidable, sobre todo, por las muestras de afecto y devoción recibidas en barrios, carreteras, calles y a cuanto lugar llegaba junto a sus compañeros de batalla.
«Les digo una cosa: estuve en un clásico mundial y en varios eventos internacionales y mañana a lo mejor logro una hazaña… no sé, hago un récord. Sin embargo, eso que viví aquí en este estadio y estas calles con ese pueblo, frente a mi casa, a unos meses de haberme mudado, es lo máximo», confiesa.
Otro sueño
Pasión con pasión se paga. Caló tanto en los atletas el apoyo de sus seguidores que, por ejemplo, Mario Vega, después de haber anunciado su retiro a los 35 años (nació el 8 de junio de 1976 en la capital provincial), asegura que al menos jugará una serie más. «No me puedo ir ahora después de esto; ya tuvimos el 26, pero nos falta el campeonato. Además, ya no tengo que operarme por la lesión».
Yoelvis Fis, quien el 19 de octubre cumplirá los 32, señala que el sueño sigue para conquistar el título de Cuba. «Estamos contentos y el pueblo también, por el 26 y lo que hicieron sus Tigres, aunque queremos más».
Vladimir, ante las dos preguntas finales, soltadas a ráfagas, sonríe: «Sí, estar en el box en un juego decisivo asusta, pero motiva, impulsa. Claro que iremos por el campeonato. El pueblo de Ciego de Ávila, que tanto se esfuerza, se lo merece».